Árboles de plástico y fibra de vidrio donde revolotean pájaros azules

Nada es lo que parece. Los árboles que acompañan a este texto en realidad son antenas que soportan las comunicaciones inalámbricas de nuestros dispositivos móviles pero, esta vez, sin romper el entorno paisajístico e integradas en la naturaleza. Cipreses, palmeras, chumberas, pinos y abetos sirven de acogedor lugar de anidación a nuestros tuits –esos exóticos pájaros azules-, mensajes o llamadas, antes de emprender el vuelo hasta su destinatario final.

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Fabricadas con fibra de vidrio, plástico y materiales acrílicos, estas antenas dan el pego desde lejos. Al aproximarse a ellas, hay que ser muy urbanita como para dejarse engañar por la apariencia de lo que, desde cerca, se descubre como un artificial árbol de Navidad, descomunal y fuera de contexto. Pero bueno, no se puede pedir peras al olmo…y menos cuando éste no ha nacido de la tierra sino del ingenio humano.

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Como en el caso de las especies vegetales, naturales o artificiales, la especie humana cuenta con una extraordinaria variedad de individuos y así no es de extrañar encontrarse con personajes como Robert Voit, un fotógrafo alemán que recorrió el mundo tomando instantáneas sobre estas curiosas antenas que recopiló en un libro llamado Nuevos árboles.

Echadle un vistazo porque tiene todo el interés que puede tener un volumen lleno de fotografías de antenas convertidas en árboles que deben ser regados con ondas de radio, para que den ese apetecible fruto que es la comunicación entre personas. Cada cual que decida si es mejor gastarse 58 euros en adquirir el libro del bueno de Robert o en comprar unos tiestos con plantas de las que hay que hablar para que no se amustien.

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Podéis ver también esta galería de imágenes en la web Atlas Obscura que se ha tomado la molestia de recopilar las fotografías que algunos norteamericanos han colgado en sus redes sociales y que muestran bien a las claras la gran variedad que se da en la flora crecida a la luz que proyecta el brillante desarrollo de la telefonía móvil. El cactus no parece muy conseguido, pero vaya.

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En España no íbamos a ser menos y Orange también ha instalado antenas “verdes” en ciudades como Huelva, Málaga o Cáceres, siempre con ese afán de compatibilizar el disfrute de la comunicación con el gozo que proporciona la contemplación de un verde paisaje libre de los blancos postes al uso. Que para hacerse un buen “selfie” es mucho mejor, dónde va a ir a parar…

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En todo caso, no estamos hablando de nada nuevo, ya que esta relación de la telefonía móvil con la flora viene de lejos. En 1905, George O. Squier, patentó su invento “floraphone”, que básicamente aprovechaba los árboles para convertirlos en torres de telecomunicaciones. En 1919, el Washington Post publicó que “en Virginia, varios árboles de gran tamaño han sido equipados con floraphone del General Squier, que permite actuar a los árboles como vectores inalámbricos a través de la tierra».

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De esta forma tan “orgánica”, el general facilitó la comunicaciones de las tropas estadounidenses durante la Gran Guerra, solucionando los problemas derivados del transporte de equipos por el campo de batalla. En la revista Popular Science plantearon otras utilidades más pacíficas de este hallazgo que, según la publicación, podría ser utilizado para difundir noticias internacionales y resultados deportivos, facilitando un rápido contacto humano en el entornos rurales aislados o a exploradores en tierras ignotas, siempre que hubiera un árbol de buen tamaño cerca.

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El caso es que, ya fuera para fines bélicos o pacíficos, la utilidad del invento fue flor de un día. Squier profetizó que “los ejércitos del futuro (si los hay) considerarán en combate que todos los árboles son peligrosos enemigos de las estaciones aéreas” y lo más triste es que el error del vaticinio expresado por el general –considerado “el abuelo de Internet”- no se limitó a su invención. Dudaba de que en el futuro hubiera ejércitos y, por desgracia, éstos han durado más que sus antenas arbóreas.

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