Eduardo Oliver: «España no consigue atraer todo el talento investigador que necesita”

Investiga en Madrid, en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), pero Eduardo Oliver conoce bien cómo es ser científico en el extranjero. Es uno de esos pocos cerebros fugados que ha vuelto. Lo hizo de Londres, hace ahora un año, con un contrato cofinanciado por el programa de Acciones Marie Curie. Por eso es embajador en España de la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido. Y por eso es uno de los promotores de la red de investigadores españoles en el exterior, una asociación a la que están dando forma para aunar los esfuerzos de diferentes agrupaciones de científicos en el extranjero.

-¿Cómo surge la red de investigadores españoles en el exterior?

La asociación de investigadores españoles en Reino Unido fue la primera asociación que surge. Fue fundada oficialmente en junio de 2012. Después llegaron Alemania, Suecia, Dinamarca… hasta las 12 que dan forma hoy a la red de investigadores españoles en el exterior. Conforme fueron creciendo estas asociaciones, vimos la necesidad de unirnos. 

-¿A cuántas personas representa?

Actualmente, a través de estas 12 asociaciones, la red representa a 3.500 socios e investigadores. Pero no son todos los investigadores españoles que están en el extranjero. Ahora mismo tenemos un equipo de 12 personas que está encargándose de que la idea de la red de investigadores se convierta en realidad en un futuro muy cercano.

red de investigadores españoles en el exterior
Representantes de las asociaciones de investigadores españoles en el exterior.

-¿Cuáles serían los objetivos de esta red?

El más claro es lograr una voz común. Queremos pasar a ser una red que represente a 3.500 investigadores españoles en el exterior. También buscamos interconectarlos entre sí, con los demás países y con España.

Tenemos diferentes perfiles de socios. Algunos se han ido porque han querido y otros porque no les ha quedado más remedio. Algunos quieren volver y no pueden y otros ya no se plantean volver. Pero todos tienen algo en común. La ciencia es un fenómeno global que no se puede entender con fronteras. Cuanta más gente puedas conectar en diferentes países, más se va a beneficiar la ciencia y el conocimiento.

El sistema de investigación español no es atractivo (…). No existe un pacto real por la ciencia que asegure la financiación a largo plazo. Eso se traduce en inestabilidad laboral y falta de oportunidade

-¿Cómo buscaríais potenciar esta colaboración internacional?

Potenciando la movilidad con acuerdos bilaterales entre países y transmitiendo el conocimiento y la experiencia que tenemos. Esta misma experiencia también se pone en práctica para intentar mejorar el sistema en España. Por ejemplo, la asociación de Reino Unido elaboró un informe en 2015 con una serie de recomendaciones para mejorar el sistema de investigación español que presentamos a los principales partidos.

-¿Y alguien os escuchó entonces?

Escuchar nos escucharon todos y en sus respectivos programas electorales vimos reflejadas algunas ideas. El objetivo de nuestro informe era lanzar, de una manera transversal, todas las ideas que podían mejorar el sistema de I+D. Ahora, la realidad es que no se ha implementado nada.

-¿Cómo es la situación de la investigación en España?

Depende del campo de investigación y los centros. En España tienes centros con unas condiciones muy buenas, otros que están logrando sobrevivir pese a las malas condiciones y otros que están agonizando.

El sistema de investigación español no es atractivo. La financiación es inestable y escasa, depende únicamente de una fuente, hay muy poca inversión del sector público y de fundaciones sin ánimo de lucro, y depende de vaivenes políticos. No existe un pacto real por la ciencia que asegure la financiación a largo plazo. Eso se traduce en inestabilidad laboral y falta de oportunidades para los investigadores jóvenes.

Ya no se trata solo de cómo ven los propios investigadores españoles el sistema. Los investigadores extranjeros no lo encuentran atractivo, no encuentran una estabilidad en la que desarrollar sus objetivos. Aquí hay un sistema en el que es difícil entrar desde fuera, en el que no se premia la consecución de objetivos ni se penaliza la no consecución.

Asistentes al 5º simposio de la Sociedad de Científicos Españoles en Reino Unido.

-Por sintetizarlo, ¿cuáles son los retos del sistema español?

En España, entre universidades y centros de investigación, hay alrededor de un 5% de investigadores extranjeros. Esto es así porque el sistema no es atractivo. En Reino Unido, el porcentaje es de más del 30% y no solo es una cuestión de inversión. Existe una financiación diversificada, una carrera de investigación bien definida, una movilidad interna muy amplia entre universidades y entre sector público privado…

En resumen, la inversión debe ser estable y debe aumentar, pero también gracias a la aportación de las empresas y de las fundaciones. La carrera tiene que estar bien definida para que los investigadores jóvenes la puedan desarrollar. Y se debe incentivar al que lo hace bien, con contratos estables, pero revisables en función de objetivos.

El problema es que España no es capaz de atraer talento. Se van, se van, se van y nadie viene ni vuelve

-¿Y así se podría frenar la llamada fuga de cerebros?

El sistema tiene que ser atractivo al talento. Venga de donde venga. Yo creo que es bueno irse al extranjero, pero tiene que ser una decisión, no una obligación. Y tiene que haber un equilibrio. Si España es capaz de atraer a tantos investigadores como los que se van estás generando un beneficio. El problema es que España no es capaz de atraer todo el talento investigador que necesita. Se van, se van, se van y nadie viene ni vuelve.

La mayoría de los pocos investigadores que vuelven a España lo hacen por motivos personales. Unos pocos hemos vuelto, por ejemplo, en mi caso, porque la investigación más puntera en mi campo se hace aquí, pero, hoy por hoy, esto son excepciones. España tiene que ofrecer oportunidades para los investigadores que quieren quedarse, para los que se han ido y que han avanzado y quieren volver, y para atraer investigadores de otros países.

-¿Cómo conseguir una mayor implicación de la sociedad y la empresa privada en la financiación?

El 5% de la inversión total de ciencia en Reino Unido viene de fundaciones sin ánimo de lucro. En España es el 0,6%. En números absolutos, estamos hablando de que la inversión de fundaciones privadas en ciencia en 2015 en Reino Unido fue de 1.360 millones de libras y en España de 78 millones de euros.

Creo que tiene que haber una ley de mecenazgo y de inversión que ayude a que el sector privado invierta; y que existan una serie de incentivos para promover asociaciones y fundaciones que inviertan.

-Esto me hace pensar en el caso de la donación de Amancio Ortega a hospitales a principios de año y el revuelo que se generó.

Se puede valorar de muchas maneras, pero a priori no está mal que Amancio Ortega invierta en investigación. Cualquier inversión en ciencia debería ser siempre bien vista. El altruismo puro y duro no existe y deben darse facilidades e, incluso, estímulos reales, para que el sector privado invierta en investigación. Es importante que empresarios de esta magnitud inviertan, no tanto por la financiación, sino por la imagen y el mensaje que mandan. Necesitamos que el sector privado se implique.

Invertir en ciencia es invertir en salud, en comodidades, en tecnología, en que el planeta sobreviva, en evitar extinciones de especies…

-Has nombrado varias veces la necesidad de un pacto para dotar de estabilidad al sistema de investigación.

Por un lado, pienso, basta ya de hablar, hay que pasar a la acción. El pacto debe asegurar una financiación estable, gobierne quien gobierne, y que, como mucho, si las condiciones económicas no son favorables, esta inversión se mantenga. Y esto debería funcionar para la ciencia, la educación y la salud, que deberían ser tres pilares intocables para la sociedad. Tiene que haber una garantía de mínimos.

-Hablando de estos pilares, otra de las consecuencias de la ausencia de un sistema estable de financiación es la falta de educación y de divulgación. ¿Cómo motivar a los científicos del futuro?

Yo creo que los políticos son un reflejo de la sociedad que los elige, por lo que, si no conseguimos que la sociedad valore la ciencia, hay poco que hacer. Lo más importante es despertar las vocaciones desde el principio y despertar el pensamiento crítico. La gente con un pensamiento crítico entiende que invertir en ciencia es invertir en salud, en comodidades, en tecnología, en que el planeta sobreviva, en evitar extinciones de especies…

La comunicación del científico a la sociedad ha sido un escollo durante muchos años. Ahora se está mejorando mucho a nivel divulgación, formando a periodistas en ciencia y a científicos en comunicación. Todavía hay mucho margen de mejora. Hay que romper las barreras entre los científicos y los políticos, los científicos y la sociedad, y los científicos y los periodistas. Comunicando se pone en valor el trabajo que hacemos, un trabajo que, por otra parte, está financiado con el dinero de los ciudadanos. Tenemos el deber de informar a la gente.

Niña pequeña con bata y gafas de científico

-Pregunta imposible. ¿Por qué es necesaria la ciencia?

Buf. Precisamente para no tener que hacerse esta pregunta. La ciencia es conocimiento y el conocimiento es salud, tecnología, mejorar la calidad de vida, mejorar el mundo, evitar enfermedades y problemas para nuestra especie y otras especies. La ciencia es todo. En el fondo, la raíz de todo está en saber comunicar por qué una investigación va a cambiar el futuro, aunque parezca insignificante.

Un gran ejemplo es la investigación de Francis Mojica sobre el sistema inmune de las bacterias. Su trabajo fue el primer paso para desarrollar la tecnología CRISPR/Cas que se está utilizando para modificar el genoma de células y organismos. Y el día de mañana puede tener grandes aplicaciones en medicina. Fue un descubrimiento de investigación básica que cambiará las cosas en el futuro. Por eso Mojica aparece en las quinielas para el Nobel.

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Imágenes: Eduardo Oliver, iStock

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