Nueve mitos espaciales que aún nos seguimos creyendo por puro desconocimiento

El espacio está lleno de secretos. Pero a nosotros no nos gustar llenarlos de incertezas o banalidades heredadas de la cultura popular. Nada como el placer de aprender a través de la investigación estricta. 

Y eso es lo que llevan haciendo millares de astrónomos durante siglos, desde los primeros estudiosos de la bóveda celeste (chinos y persas) a maestros como Eratóstenes, quien diseñó la esfera armilar, el astrolabio que permitía estudiar las latitudes de algunos cuerpos estelares. Gracias a ellos, hoy podemos responder a algunas de las siguientes cuestiones.

«LOS ANILLOS DE SATURNO SON DE CRISTAL»

No exactamente. Cualquiera ha podido leer esos relatos de ciencia ficción que describen a los anillos casi como frágiles espejos, pero la realidad es distinta: brillan —reflejan luz— por estar compuestos de miles de millones de piezas de hielo y polvo de rocas contenido. Y decimos contenido porque los anillos mantienen su forma gracias a la influencia gravitatoria de varios satélites, principalmente por la luna Mimas.

El anillo B, el más grande, mantiene todas las partículas en un delicioso equilibrio —algunas, aunque son erosionadas, pueden alcanzar el tamaño de un edificio— que evita tanto la colisión como la dispersión.

«LOS AGUJEROS NEGROS SON PUNTOS NEGROS»

Los agujeros negros son invisibles. Pueden detectarse por su gran masa gravitatoria —y la influencia que ejercen sobre fenómenos vecinos—, pero no esperes verlos a simple vista. Y no todos los agujeros negros son colosos supermasivos que absorben toda la materia a su alrededor.

Se estima que existieron desde los primeros compases posteriores al Big Bang y que pueden estar concentrados en el corazón de las galaxias, pueden fusionarse entre ellos, crecer e incluso morir. ¿Por qué sabemos esto? Hasta las estrellas se desplazan y sabemos de la existencia de estrellas que, en vez de emitir luz, la absorben. Y sí, se estima que podríamos entrar —cruzar el punto de no retorno— dentro de un agujero negro y sobrevivir, ya que las fuerzas de marea no serían letales durante el primer trayecto. Pero nunca jamás podríamos volver.

«LA LUNA LLENA PROVOCA EL PARTO»

El parto es resultado de una serie de factores hormonales, que afectan tanto al sistema nervioso de la madre como del feto, como los índices de prostaglandinas, causas materna, miometriales y musculares —relajación, masa o índice de sensibilidad—, etcétera. Todos los estudios, incluso cotejando presión atmosférica sobre la rótula espontánea de las membranas uterinas, coinciden.

Esta creencia popular es incluso espoleada por algunas matronas para calmar a algunas sufridas mamás, pero las estadísticas reales nunca han encontrado una correlación real entre el ciclo lunar y la cantidad de partos. Y las estadísticas no pueden estar equivocadas.

«Y CUENTA CON UN LADO OSCURO QUE NUNCA VEMOS»

What? La luna cuenta con un movimiento de rotación y traslación como nuestro planeta. Por este simple hecho, tarde o temprano recibirá luz solar sobre su superficie, incluyendo sus polos.

No hay zona ciega, simplemente no podemos ver toda la superficie de igual manera que un observador lunar vería una zona oculta de la tierra; se trata del hemisferio no observable. ¿Entonces, por qué siempre vemos la misma “cara A”? Porque como la luna tarda en rotar sobre sí misma lo ídem que su movimiento de traslación alrededor de la Tierra, siempre vemos esa misma cara.

«SI TODOS LOS PLANETAS SE ALINEASEN SE ACABARÍA LA VIDA»

Esto os va a decepcionar: es imposible una alineación exacta vista desde el Sol, por culpa de las diferencias en inclinaciones axiales de cada planeta. Que todos los planetas coincidan en el mismo cuadrante, a unos 90° el uno del otro, es una rareza extraordinaria. Además, debería cambiar la velocidad de traslación algunos planetas.

En el año 2000 se alinearon cinco planetas visibles (Marte, Saturno, Júpiter, Mercurio y Venus) y el mundo no se acabó. En 2009 se produjo otra situación similar. Y en enero de 2016. Los eclipses planetarios son breves y ni modifican las órbitas ni alteran los comportamientos humanos. Aunque tal vez sí alimenten algunas conspiranoias.

«MARTE ES UN DESIERTO ROJO DONDE NUNCA LLUEVE»

Marte cuenta con una superficie rica en minerales: hierro, magnesio, aluminio, calcio, potasio, etcétera. El color rojo tan característico se lo han otorgado una serie de reacciones químicas derivadas de formaciones de óxidos y sulfatos de hierro. Los minerales se han sedimentado y catalizado sobre la superficie. Y así hasta hoy.

Pero hay algo que sí podemos asegurar: llueve. Nadie ha visto caer chuzos de punta pero sí tenemos claras demostraciones de un ciclo del agua: se ha encontrado nieve y escarcha sobre la superficie y dióxido de carbono cristalizado hacia sus polos. Es decir, su atmósfera puede condensar suficiente agua para que se produzca lluvia.

«MERCURIO ES EL PLANETA MÁS CALUROSO»

Por ser el más cercano al Sol, no es raro escuchar esta afirmación. Pero la realidad es que casi todo el calor que recibe Mercurio es reflejado, irradiado hacia el espacio exterior. Si ponemos como ejemplo Venus, donde el efecto invernadero es muy agresivo, las cifras nos dicen que Mercurio es un planeta mucho más frío.

Venus cuenta con un movimiento de rotación más lento y su atmósfera es varias órdenes más densa, mientras que Mercurio es algo así como nuestra Luna, aunque cuenta con una ligerísima atmósfera hecha de átomos desprendidos de su superficie erosionada por el viento solar. ¿Quieres un dato más constante? Las mínimas de Mercurio pueden llegar hasta los 184°C bajo cero, mientras que la temperatura en la superficie de Venus nunca baja de los 400°C.

«SI SALES AL ESPACIO SIN PROTECCIÓN, TE EXPLOTA LA CABEZA»

El espacio es esa zona oscura e inhóspita donde los huecos de incertidumbre son rellenados con especulación. Y ni nos herviría la sangre hasta el punto de hacernos estallar, ni nos congelaríamos como un cubito de hielo en la nevera.

La temperatura del espacio ronda los -156ºC. Y sí, aunque nuestro cuerpo emite radiación infrarroja, la cuestión no es estrictamente térmica. En realidad moriríamos de asfixia. En unos 15 segundos quedaríamos inconscientes; de hecho, el agua del cuerpo se convertiría en gas y saldría al exterior. Durante un tiempo el cuerpo continuaría generando calor, pero nuestra sangre, que está presurizada y ofrecería resistencia, al irrigar nuestros órganos, haría que ese líquido intentase expandirse. Así que sí, nos hincharíamos un poco. Pero ya nos daría igual.

«Y GENERARÍAMOS UN GRAN SPLASH»

En el espacio nadie puede escuchar tus gritos, que decían en Alien. De igual manera que el calor o el frío, el sonido precisa de atmósfera para viajar, de un medio material. El sonido se transmite a través de esa densidad espacial. No hablemos de vacío absoluto: existe una cifra de átomos por centímetro cúbico, pero nada que pueda empujar el tambor de nuestro tímpano y traducirse en ondas audibles.

Así que, desafortunadamente, no escucharíamos nada más que ese silencio terrible que tanto atemoriza a los astronautas de la ciencia ficción. Eso y el eco de nuestra respiración. Por cierto, no es fácil encontrarse una explosión artificial en el espacio ya que necesitaría oxígeno para combustionar.

Imágenes | Pixabay

En Nobbot | Perros, monos, gatos o moscas de la fruta han viajado al espacio (y tú no)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *