¿Y si Amazon nos ofreciera la opción de “enviar cuando buenamente se pueda”?

Estrés, presiones y miedo a perder el empleo, junto a un imparable proceso de robotización que sustituirá a buena parte de los trabajadores, son situaciones que parecen formar parte del día a día en las sedes de los grandes del comercio electrónico, como Amazon.

El número de pedidos es colosal, tanto como la presión para que los clientes los reciban a tiempo y en perfectas condiciones, lo que se traduce en una presión insoportable para muchos trabajadores.

Según desveló The Verge, Amazon mide su productividad tomando como referencia el número de paquetes que preparan cada hora.

En caso de detectar empleados de baja productividad el sistema “genera advertencias e incluso procesa automáticamente despidos, sin la intervención de los supervisores”. Esta situación ha llevado a muchos trabajadores a renunciar a sus pausas y a, incluso, evitar ir al baño.

Quizás para evitarse la “molestia” de lo humano, Amazon está implantando en sus centros robots que empaquetan los pedidos de forma más rápida que sus trabajadores, cuyos puestos peligran, si bien la compañía rechaza esta visión catastrofista.

 amazon, lo urgente y lo importante

Todo por la rapidez, ese concepto que hemos asumido como valioso en el mundo de hoy, pagando un alto precio por él. Un coste que se mide en términos de calidad de empleo, como en el caso anterior, pero también en una pérdida individual del sentido del tiempo, de la capacidad de discernir entre lo urgente y lo importante. La falta de reflexión y de sosiego nos aboca a la irracionalidad y a las malas decisiones y nos hace más manipulables.

Porque, ¿de verdad necesitamos todo ya? En uno de sus delirantes diálogos, los Hermanos Marx quizás dieron con la clave:

– Groucho: ¡Vamos, Ravelli, ande un poco más rápido!

– Chico: ¿Y para qué tanta prisa, jefe? No vamos a ninguna parte.

– Groucho: En ese caso, corramos y acabemos de una vez.

El filósofo Martin Heidegger, por su parte, apuntaba que no nos permitimos perder tiempo porque lo queremos emplear para ocupaciones cotidianas “de las que nos hemos vuelto esclavos”.

un tiempo sin aroma

Frente a esta prisa, impostada o inducida, el poeta Peter Handke nos ofrecía una definición del tiempo, lento y disfrutable, que se compadece más con nuestra naturaleza que la actual carrera hacia la nada: “Cuando nos olvidábamos de la fecha corriente: eso sí que eran tiempos”.

Vivimos un tiempo sin aroma, y quizás sea el momento de tratar de recuperar ese perfume que liberan las agujas del reloj, huyendo de lo que Byung-Chul Han llama la disincronía. En ella, cada instante es igual al otro y no existe un rumbo que dé sentido y significación a la vida. Nada concluye, todo –incluidos nosotros mismos-, se torna efímero y fugaz.

Imagen tomada en la exposición "crear/sin/prisa"
Imagen tomada en la exposición «crear/sin/prisa»

retraso en el envío de amazon

La recuperación de la lentitud también contribuiría a hacer más llevadera la jornada laboral de los que se afanan en dar respuesta al “clic” que ordena la recepción de un envío en horas. Y da igual que sea un libro o un producto perecedero, un capricho intrascendente o un regalo del que nos acordamos a última hora.

Por todo ello, se agradecería que las plataformas de comercio electrónico también nos dejaran optar por el retraso en el envío. Que Amazon, por ejemplo, incluyera una opción de “enviar cuando buenamente se pueda” o “enviar sin presionar al trabajador”.

Que la única prisa que se justifica es la de vivir y vivir es dar sentido al tiempo. Una flecha temporal que deseamos sea larga, pero también ancha. Mirar, contemplar, recrearse, fijarse en el detalle, caminar y no correr, y hacer camino al andar, en palabras del poeta Antonio Machado.

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