Langostas, la otra catástrofe que podría llegar hasta aquí

langostasCuando todo el mundo intenta hacer frente la invasión de un pequeño virus, hay otro ser que está causando un daño enorme con sus migraciones: las langostas. Si no se encuentra pronto una solución, la humanidad tendrá que lidiar con las consecuencias de una crisis global provocada por la falta de alimentos, causada por el paso de estos insectos ‘bíblicos’.

Las langostas del desierto (Schistocerca gregaria) suelen ser habitantes solitarios de las zonas más secas del planeta. Ocasionalmente, sin embargo, se reúnen en enjambres y causan invasiones desastrosas contra las cuales hoy, como en tiempos de Moisés, las armas son pocas. La actual migración comenzó en 2019 y se extiende desde África hasta la Península Arábiga, Pakistán, India e Irán. En realidad, no es una sorpresa, pero no se tomaron las medidas necesarias.

En 2009, un artículo publicado en el ‘Journal of Geophysical Research’ reconstruyó las invasiones periódicas que han ocurrido en la historia de China. El análisis terminaba asociando el calentamiento global con un aumento más que probable en la frecuencia de estas crisis. Todo proviene del llamado ‘dipolo del Océano Índico’. El dipolo es un gradiente de temperatura entre las diferentes capas de agua, y puede ser positivo, neutro o negativo. Según cómo y cuán rápido se revierta, este factor determina el clima de un área que va desde el este de África hasta la India y Australia. En resumen: si el agua del mar se calienta, la probabilidad de lluvias violentas en el Golfo Pérsico y el Cuerno de África aumenta, así como la sequía en el hemisferio austral.

El cambio climático causará más invasiones de langostas

En 2018, la alta temperatura del agua provocó dos ciclones seguidos en la Península Arábiga. El primero, llamado Mekunu, llegó en mayo en el Rub ’Al-Khali, el desierto de arena más grande del mundo. El fenómeno fue tan intenso que dejó lagos efímeros, perfectos para la proliferación de las langostas. Unos meses más tarde, en octubre, llegó Luban, que se abatió en la frontera con Omán y Yemen. Estas condiciones excepcionales dejaron en la arena del desierto una tasa de humedad absolutamente ideal para el desarrollo de tres nuevas generaciones de langostas, cada una de las cuales puede ser hasta vente veces más grande que la anterior.

En tan solo nueve meses, las langostas de la Península Arábiga aumentaron en 8.000 veces con respecto al promedio. Comenzaron entonces a migrar en dos direcciones diferentes: hacia el Mar Rojo y África Oriental y hacia Irán, Pakistán e India. En otoño de 2019, otras lluvias del todo inusuales azotaron el Cuerno de África. Una región generalmente muy árida que en dos años se ha enfrentado a una cantidad de agua sin precedentes. Los agricultores aprovecharon para sembrar, sin darse cuenta de que estaban preparando un cebo ideal para las larvas de langostas, que adoran los brotes.

En diciembre, las langostas ya estaban en Kenia, un país que no veía una invasión de esas proporciones desde hace más de 70 años. En febrero, cuando el mundo comenzaba a cerrarse frente al avance de la COVID-19, las langostas ocupaban una gran parte de África oriental y central, Yemen e Irán, y obligaban a Pakistán a declarar una emergencia nacional. A mediados de julio de 2020, la isla italiana de Cerdeña también ha experimentado la peor invasión de langostas del último siglo y ha solicitado el estado de desastre natural.

Animales solitarios que se reúnen en máquinas perfectas

La vida de las langostas dura aproximadamente tres meses, durante los cuales pasan de ser larvas a individuos jóvenes sin causar demasiado daño. Las hembras buscan la arena para poner alrededor de 300 huevos cada una. Y esto salva a los países donde el clima es más húmedo o donde la vegetación es exuberante. Normalmente, nueve de cada diez huevos mueren, pero unas veinte larvas por madre ven la luz. En unas pocas semanas, por tanto, los actuales enjambres serán al menos 400 veces más numerosos que los existentes.

Si una langosta se encuentra con otra, comienza a producir serotonina y empieza una profunda transformación. El cuerpo se vuelve más corto y compacto y con alas más robustas, cambia de color hacia un amarillo brillante con manchas oscuras. El cerebro se agranda, tal vez para procesar mejor los estímulos que provienen de los compañeros.

Así, las langostas se vuelven gregarias y forman parte de ese superorganismo que es el enjambre. Un ser colectivo casi invencible que puede extenderse por miles de kilómetros y viajar hasta 150 por día, comiendo todo lo que encuentra. Se estima que en una nube de langostas que cubre un kilómetro cuadrado de superficie hay unos 40 millones de individuos que ingieren en un día la cantidad de alimentos equivalente a la que consumen unas 53.000 personas.

Durante la mayor infestación de langostas del desierto que azotó el Sahel entre 2003 y 2005, todos los cultivos de cereales, el 90% de las verduras y el 85% de los pastos quedaron devastados. Hoy, gracias al monitoreo de satélites de observación terrestre, podemos predecir el avance de estos animales. Sin embargo, la medida que alcanzan algunas de estas plagas es tal que las enormes pérdidas agrícolas son inevitables.

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Un desastre económico y humanitario

Si las condiciones ambientales son favorables, las invasiones pueden durar meses y cubrir largas distancias. Entre 1986 y 1989, un gran enjambre llegó de África al Caribe y otro alcanzó Londres en los años cincuenta. Se trata de eventos muy raros, determinados por condiciones de viento muy particulares. No obstante, no podemos estar seguros de que los cambios climáticos en curso no los hagan más frecuentes. Solo podemos confiar en el hecho de que, por ahora, las langostas del desierto no soportan los climas fríos y húmedos.

La FAO ha pedido fondos a la comunidad internacional para atacar a las langostas con la única arma posible en este momento: ríos de insecticida. Sin embargo, tratar grandes áreas con pesticidas es terrible para la biodiversidad y podría implicar matar a otros insectos muy importantes, como las abejas. La solicitud de la FAO también choca con las dificultades relacionadas con la pandemia de COVID-19 que, además de haber cerrado fronteras, absorbe casi todos los recursos de los gobiernos mundiales. La organización ha obtenido hasta ahora alrededor del 75% de los fondos necesarios y espera llegar antes de la próxima eclosión.

Según el Banco Mundial, en ausencia de intervenciones adecuadas, los daños podrían alcanzar en 2020 los 8.500 millones de dólares. Con el clima actual, las langostas pueden vivir solo en el 20% de las tierras del planeta, en 60 países, pero nadie puede sentirse seguro. De hecho, la degradación ambiental local, el pastoreo excesivo, la deforestación y la expansión de los desiertos están creando las condiciones ideales para el crecimiento de más y más langostas.

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Imágenes | Wikipedia/Universidad Autónoma de Madrid (portada), Joshua Hoehne/Unsplash

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