Aprendizaje automático para saber por qué nos gusta tanto la música

Escuchar música es uno de esos sencillos placeres que hacen la vida un poco más agradable. Poca gente se imagina un viaje con dirección Valencia en pleno agosto sin una buena recopilación de canciones. Además, ¿qué sería de nuestros trayectos en transporte público sin música? Si los lunes por la mañana ya tenemos cara de acelga, imaginad sin una buena banda sonora.

Un estudio liderado por la Universidad de Bergen (Noruega) indica que el placer que genera la música deriva de la combinación correcta de incertidumbre y sorpresa que se siente ante la sucesión de acordes en las canciones.

Dejemos que la música nos guíe

Hasta ahora, no se sabía por qué nuestras expectativas sobre una canción pueden provocar placer ya que, según los autores, la mayoría de los estudios se centraban solo en la influencia del factor sorpresa.

“Las canciones que encontramos agradables son probablemente aquellas que logran un buen equilibrio entre saber lo que sucederá después y sorprendernos con algo que no esperábamos. Comprender cómo la música activa nuestro sistema del placer en el cerebro podría explicar por qué escuchar música nos ayuda a sentirnos bien”, asegura Vincent Cheung del Instituto Max Planck de Ciencias Cognitivas y Cerebrales Humanas, Alemania y primer autor del trabajo que publica la revista Current Biology.

Para evaluar conjuntamente los indicadores de expectativa y sorpresa, los investigadores estudiaron 80.000 acordes en 745 canciones clásicas de pop recogidas en Billboard, la revista semanal estadounidense especializada en información musical.

Música

Utilizaron un modelo de aprendizaje automático (una rama informática de inteligencia artificial) para cuantificar matemáticamente la incertidumbre y la sorpresa que provocaba en los oyentes la progresión de estos acordes. Además, quitaron la letra y la melodía de las canciones para evitar que los oyentes no pudieran reconocerlas. “De hecho, ningún participante lo consiguió”, reconoce a Sinc Stefan Koelsch, profesor de la universidad noruega y autor principal del estudio.

No nos anticipemos a los acontecimientos

Los resultados, publicados en la revista Current Biology, muestran que los individuos disfrutaban mucho con una canción cuando creían que sabían lo que venía a continuación y finalmente no se cumplían sus predicciones, es decir, cuando se sorprendían.

Por otro lado, cuando los individuos no sabían lo que vendría después, apreciaban más que los acordes posteriores no fueran sorprendentes. Por tanto, lo importante es que haya equilibrio en la combinación. “Hemos demostrado que el placer depende de la interacción entre los estados de expectativa retrospectiva y prospectiva”, insiste el investigador.

“Probablemente, muchos compositores como Bach o Mozart ya conocían la conexión exacta y por eso fueron tan exitosos. Pero es posible que en el futuro veamos más música producida mediante inteligencia artificial y que los algoritmos se basen en gran medida en nuestros actuales hallazgos”, declara Koelsch.

Las respuestas del cerebro ante la música

Los investigadores utilizaron la resonancia magnética funcional –que permite mostrar en imágenes las regiones cerebrales activas–, y encontraron que el placer musical se reflejaba en tres regiones cerebrales: la amígdala, el hipocampo y la corteza auditiva. Estas regiones tienen un papel importante en el procesamiento de las emociones, el aprendizaje y la memoria, y el del sonido, respectivamente.

Por otro lado, durante mucho tiempo se estudió el núcleo accumbens –un área cerebral o ‘centro de placer’ que procesa las expectativas de recompensa – y se creyó que este reaccionaba ante la sorpresa que sentían los individuos al escuchar un acorde que no esperaban. “Sin embargo, esta área realmente no reaccionaba por el factor sorpresa, sino por la incertidumbre que había en la mente de los oyentes, lo que provocaba que quisieran escuchar el siguiente acorde”, explica el autor.

Este hallazgo podría hacer que en el futuro se valore la combinación de estos dos factores –expectativa y sorpresa– en los efectos que tienen en las personas otras formas de arte como la danza o el cine. Además, los resultados podrían dar pie a la creación de algoritmos que generen música de manera artificial o ayudar a los compositores a escribir música.

El siguiente paso de los investigadores es observar cómo fluye la información a través de diferentes partes del cerebro con el tiempo y saber por qué a la gente se le pone la piel de gallina con la música.

“Creemos que hay un gran potencial en combinar el modelado computacional y las imágenes cerebrales para entender mejor no solo por qué disfrutamos de la música, sino también lo que significa ser humano”, concluye Cheung.

Artículo publicado originalmente en Agencia Sinc

Imágenes: Pixabay

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