Spotify no puede hacernos olvidar el encanto retro del casete

El casete es quizás, el peor formato que se ha inventado para almacenar sonido en la era más o menos moderna.

Introducido por Philips en el año 1962, en los años 70 se fue ganando el corazón de los amantes de la música porque, a diferencia del vinilo, se podía grabar en él. Con la llegada en los ochenta del Walkman, de Sony, la locura por el casete se tornó incontenible. Los menos discretos, se echaban al hombro un reproductor de descomunal tamaño que, los modernos de entonces llamaban «loro» y que se convirtió en la pesadilla de parques y piscinas públicas.

La gran duda entre los aficionados en esos años era si comprar una cinta virgen TDK de 60 minutos o de 90, o una de marca Sony, o Basf, o…Todo dependía de las cintas que nos dejaran nuestros amigos para copiar –con el tiempo, esa actividad pasó a llamarse piratear- o de las horas que quisiéramos pasar frente a la radio para traspasar las ondas a nuestra cinta magnética con las últimas novedades de Radio3.

el vinilo gana la batalla al casete

En los últimos años, el vinilo ha entonado una especie de canto del cisne viendo como remontaban sus ínfimas ventas, a caballo del entusiasmo de modernillos y “puretas” de las esencias del sonido. Así, según las últimas cifras, la venta de discos de vinilo en España ha aumentado un 17%, lo que anima a los dueños de esas pequeñas tiendas de reliquias melómanas que han aguantado el huracán desencadenado por los cedés, emepetreses y Spotify.

El punto de inflexión lo marcaron, una vez más The Beatles. En 2017, medio siglo después de publicar su Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club, se editó una nueva versión en vinilo y fue acogido con entusiasmo por los fans: se vendieron más de 72.000 copias en Estados Unidos y ese impulso insufló nueva vida a un formato que llevaba dos décadas olvidado. ¡Es que se escucha mejor que el CD!, ¡Es que el MP3 es lo peor!, clamaban, sin mucha razón, sus envalentonados defensores.

¿Y nuestro querido casete? En diciembre de 2008, los fabricantes dejaron de producir este soporte analógico de grabación del que ya solo se acuerdan nostálgicos irredentos como los dueños de National Audio Company, una compañía estadounidense que sigue fiel a la cinta magnética.

Casete walkmanrebobinar con un bic

Lejos quedan ya esas complejas operaciones como la limpieza de los cabezales del reproductor con un algodón mojado en alcohol y el rebobinado con un boli Bic (sí, querido joven, esas cosas se hacían). Maniobras que convertían la música algo físico, material, algo a lo que se podía amar. Un amor, que, a pesar de los indudables avances en calidad de sonido y almacenamiento aportados por lo digital, es difícil de sentir por una canción que escuchamos en el móvil, tan brillante, tan pulido, tan frío.

¿Cuánto tiempo dedicamos a dibujar con nuestro rotulador “rotring” las carátulas con las cintas de nuestros grupos favoritos? ¿Y las horas que dedicamos a grabar recopilaciones para nuestras primeras novias? En un reciente documental Cassette: A Documentary Mixtape, Lou Ottens , padre del casete, revivía ese mágico ritual que consistía en pulsar dos botones, grabar y reproducir, para copiar nuestra flamante nueva cinta, con éxitos de La Movida o de los 40 principales.

Todos esos recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia por mucho que eventos como el “Cassete Store Day” quieran mantener viva la llama de la música tangible confinada en una carcasa de plástico con dos carretes por los que pasa una cinta magnética. Tampoco sirve de consuelo que algunas grandes estrellas del firmamento musical, como Kylie Minogue o Snow Patrol sigan publicando sus éxitos en nuestro querido formato analógico.

Una anécdota con aire retro si tenemos en cuenta que las cifras oficiales de ventas en el Reino Unido –no conocemos otras que registren los logros comerciales del casete- hablan de 50.000 álbumes vendidos en este formato en 2018. Por poner en perspectiva la muy relativa importancia de estas cifras, en 1989 las cifras de venta de casetes fueron de 83 millones de unidades.

los grupos indies aman al casete

En España, intérpretes independientes como Lorena Álvarez también muestran un amor por el casete que, ya que la edad no les da para sentir nostalgia, quizás tenga más que ver con una opción artística o el simple postureo. El caso de Lorena va más allá pues junto a “la cinta” incluyó libreto, Walkman y funda diseñada por la propia autora.

Recientemente, otra cantante joven, Zahara, juguetea con el casete para dar un nuevo sonido a una de sus últimas creaciones.

Sirvan estos gestos, como dignos epílogos para el casete que murió y que, mal que nos pese a los que en su día despotricábamos contra él y ahora lo recordamos con nostalgia, no resucitará. Los más jóvenes, podéis escuchar cómo sonaba en el museo (snif) Conserve the Sound.

casete

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