Del 3D a la realidad virtual: el camino hacia un cine sin pantalla y a medida

Corría el 8 de abril de 1953 cuando, en el Teatro Globe de Nueva York, se estrenó Man in the Dark, una mediocre película de cine negro que se considera la primera película en 3D realizada por un estudio cinematográfico. Lejos de entusiasmarse con la novedad, el público recibió el filme con náuseas y dolores de cabeza causados por las imágenes que llegaban a sus cerebros a través de unas gafas de cartón. En los últimos años hemos vivido una revitalización del cine en 3D gracias a los avances en la filmación y en los dispositivos de visualización, y ya hablamos de realidad virtual y neurocine. El futuro parece que será un cine sin pantalla y a medida de cada espectador.

La idea de romper las barreras entre la pantalla y espectador no es nueva. En 1924, Buster Keaton hizo que su personaje Sherlock Jr. penetrara en la película como si tal cosa, con el simple pero muy eficaz truco de rodar la escena desde un plano general en el que, en realidad, no había ninguna pantalla. Años después, en 1985, el talento genial de Woody Allen hizo que los personajes de La Rosa Púrpura del Cairo entraran y salieran de la película como Pedro por su casa.

“Oye, pues sería divertido que un personaje saliera de la pantalla para entrar en la vida de una espectadora que no tiene nada. Y sería muy romántico que la hiciera entrar en la película”, pensó un Allen decepcionado con un público que rechazaba ese placer de acudir al cine, de confundir fantasía y realidad. Eran los tiempos de los videoclub y del VHS y el genio nos propuso una historia protagonizada por un cine sin pantalla, para que recuperáramos la fascinación por…la gran pantalla.

realidad virtual y cine sin pantalla

El caso es que esta idea de borrar la frontera entre el mundo real y el imaginario es vieja en el cine y, poco a poco, se va haciendo realidad. En este sentido, ya tal como explicamos en nobbot, la realidad virtual ofrece grandes posibilidades, que suponen un cambio radical para espectadores pero también para los productores de las películas. La posibilidad de que un espectador esté envuelto en la burbuja de VR supone que puede girar su cabeza hacia derecha o izquierda. Así, el director de la película ya no podría “dirigir” el foco de la mirada solo y exclusivamente hacia donde él quisiera, sino que tendría que prestar dedicación a esos espacios que dejarían de ser secundarios y que podrían llamar la atención del espectador.

Poco a poco, estas innovaciones van llegando a los cines. Así, en marzo de 2017 se inauguró en Amsterdam VR Cine. Se trata de una sala de exhibición en la que las butacas son giratorias. Y la gran pantalla se sustituye por unas gafas de realidad virtual Samsumg Gear VR y unos auriculares. Por su parte, IMAX inauguraba en febrero de este año su primera sala de cine en realidad virtual en Los Ángeles. Se trata de una instalación con 14 espacios para poder ver diferentes clips sobre películas ya estrenadas o cortometrajes que experimentan con la realidad virtual.

Hasta el festival de Sundance, siempre atento a los nuevos talentos y apoyando la originalidad, presentó The VR Palace en su última edición, un espacio creado especialmente para obras de realidad virtual.

Tal como declaró a Retina Julien Nicault, CEO de Cinemur, una startup francesa que trabaja en nuevos formatos en narrativas audiovisuales, “la cuestión es que en los próximos 10 años, los cines como los conocemos podrían dejar de existir”.

Pero este empeño por sumergir a los espectadores en la obra cinematográfica no solo afecta a los ojos, sino que ahora se dirige también más adentro: al cerebro. Aquí nos encontramos con el neuromarketing, que permite al director seleccionar secuencias en función de la respuesta neuronal que causan en los espectadores.


La película ‘Resort Paraíso’, dirigida por Enrique García, es el primer largometraje español realizado con técnicas de neuromarketing. Más de 30 espectadores voluntarios se prestaron para medir el impacto emocional del filme, incluyendo un proceso comparativo de distintas escenas. Se han usado gafas eye-tracking’, capaces de medir las fijaciones oculares o la dilatación de las pupilas en cada escena, y otros sensores cerebrales-EEG. Con ellos, los voluntarios han aportado inconscientemente datos que han servido para darle un mayor atractivo a esta nueva película de la productora Puraenvidia Films.

Está claro que queda muy lejos el primer visor estereoscópico que, en 1838, fabricó Charles Whetastone, basándose en unos estudios sobre la perspectiva de la época del Renacimiento. Este visor tenía dos espejos separados por un cierto ángulo y contenía dos dibujos montados uno junto al otro. Al utilizar el visor lo que el sujeto observaba eran las imágenes fusionadas, que podrían considerarse como la primera experiencia cinematográfica en tercera dimensión.

En todo caso, y más allá de la evolución y revolución de experiencia audiovisual cinematográfica, cada vez más cercana al mundo del videojuego, esperemos que los creadores del futuro no se olviden de lo que realmente importa en una película: una historia que emocione y deje huella. Que el cine sin pantalla puede estar bien pero el cine sin historia no tanto.

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