Asúmelo, eres un homínido más parecido al chimpancé que a tu perfil de Instagram

Compartimos casi el 99% de nuestro código genético y hasta expertos como la primatóloga Jane Goodall, Premio Principe de Asturias de las Ciencias en 2003, o el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, creen que chimpancés y humanos deberíamos ser considerados, junto a gorilas, orangutanes y bonobos, como homínidos.

Al fin y al cabo “solo” llevamos evolucionando por separado unos seis millones de años, siendo nosotros, el homo sapiens, el único homínido superviviente en la carrera evolutiva. Somos más parecidos a los chimpancés que, por ejemplo, a ese homínido sonriente y siempre bien iluminado que utilizamos como máscara en nuestro perfil de Instagram o ese otro especímen, tan profesional y responsable, que puebla la selva de LinkedIn.

Nuestras similitudes con los chimpancés van más allá de una secuencia de ADN. Así, por citar solo algunos parecidos entre nuestras dos especies, humanos y chimpancés jugamos, sonreímos, disfrutamos del buen comer, tomamos decisiones inteligentes, tenemos sentido de la justicia y la moral, somos capaces de sentir amistad y, por desgracia, también de declarar una guerra.

El «humancé» Oliver: del estrellato a la jaula

Queda como curiosidad científica un caso extremo de similitud entre chimpancés y humanos que dio lugar al término “Humancé”: se trata de Oliver, al que en los años 70 se consideró como un híbrido de las dos especies.  Este extraño simio presentaba características físicas parecidas a las nuestras, estaba dotado de gran inteligencia y caminaba en postura bípeda.

Esas similitudes se convirtieron en una condena para el animal, que pasó de vivir momentos de gran popularidad, visitando platós televisivos, a acabar encerrado en una jaula en un laboratorio que experimentaba con simios productos cosméticos y medicamentos. En 1996, unas pruebas genéticas demostraron que poseía 48 cromosomas como el resto de los simios de su especie.

la inteligencia de humanos y chimpancés

Más allá de esta anécdota, el primatólogo Tetsuro Matsuzawa, que lleva más de 40 años dedicado al estudio de la inteligencia de los chimpancés en el Instituto de Investigación de Primates de la Universidad de Kioto, confirma que es muy parecida a la humana. Incluso nos superan en memoria visual, mostrando  una retentiva fotográfica que no existe en humanos.

Matsuzawa ni siquiera da mucha importancia a las diferencias físicas más evidentes entre las dos especies. En declaraciones a Sinc explica que “una gran diferencia es que su cuerpo está cubierto de pelo negro. Sin embargo, si te fijas en los perros, un chiguagua o un san bernardo son diferentes razas pero su genética es la misma. Es una criatura única denominada Canis familiaris».

«En los humanos -añade- en una generación se puede cambiar el color del pelo o el de los ojos, la apariencia externa es fácil de manipular. El estudio de los chimpancés nos demuestra que no podemos dejarnos llevar por las apariencias físicas. Humanos y chimpancés somos casi la misma criatura”.

Chimpancés y humanos
Tetsuro Matsuzawa y Ai. / Universidad de Kioto

los humanos tenemos esperanza

¿Pero entonces cuáles son las grandes diferencias entre humanos y chimpancés que nos sitúan a uno y otro lado de los barrotes de las jaulas? El investigador nipón da alguna pista: “La imaginación es una fuerza única del ser humano y es la base para entender la mente de los demás. Los chimpancés viven en el presente, nosotros también tenemos pasado y futuro. Ellos viven aquí y ahora, no tienen ansiedad. Nosotros tenemos esperanza”.

Más allá del aliento poético, tan japonés, de esa frase, son las diferencias entre la estructura cerebral de una y otra especie las que no han situado en un lugar diferente de la pirámide evolutiva.

Un estudio publicado en Science en 2017 concluyó que el cerebro humano no solo es una versión más grande del cerebro primate ancestral, sino que ha acumulado un gran número de diferencias. Esto lo convierte en el órgano primario que da identidad a nuestra especie. “Los cerebros humanos tienen muchas más células que las de los otros primates, y estas están más interconectadas; por ello, tienen más capacidad de procesamiento”, explica Tomàs Marquès-Bonet, profesor de investigación ICREA en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) e investigador y director del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), y uno de los autores del estudio.

chimpancés y bebés

Distintos experimentos demuestran esta diferente forma de procesamiento que inclina la balanza del lado humano, capacitado para desarrollar una cultura más compleja que la de los chimpancés. Esta forma de adquirir, acumular y compartir conocimiento solo se da en nuestra especie y ni siquiera, tal como se creyó durante un tiempo, es comparable la capacidad cognitiva de un chimpancé con la de un bebé de tres años.

En todo caso, dadas las similitudes de otra especie no son de extrañar iniciativas como el Proyecto Gran Simio que busca incluir a los primates no humanos dentro de la comunidad de iguales, garantizándoles la protección moral y legal básicas de la que solo los seres humanos gozan. Esta organización trabaja por la supresión del carácter de “propiedad” que ahora tienen los homínidos no humanos y por su inclusión inmediata en la categoría de personas.

En el caso de los chimpancés, la idea de que los humanos son sus propietarios hace que “nuestros primos peludos” sean sometidos a experimentación o, directamente, al genocidio. En Nobbot hablamos con Rebeca Atencia, directora del Instituto Jane Goodall, que nos habló de los dos grandes problemas a los que se enfrentan los chimpancés en El Congo: el furtivismo y la deforestación.

humanos y chimpancés traumatizados por el dolor

“Cuando llegué, me di cuenta de la realidad de la caza furtiva y de la deforestación. Los chimpancés llegaban con un trauma grandísimo. Han visto morir a machetazos a sus madres. Han ahumado su carne delante de sus ojos. Como humanos, nos odian”, explica Rebeca Atencia.

Rehabilitar a esos pequeños no es muy diferente de trabajar con crías humanas que han pasado por situaciones traumáticas.

Rebeca Atencia jutno a un grupo de chimpancés

“Al principio tienen mucho miedo. Por la noche, se quedan dormidos agarrados a ti y se levantan gritando con pesadillas. Los tocas y se van calmando. Notas que están pasándolo mal. Cuando llegan, se despiertan tres o cuatro veces cada noche. Poco a poco van superándolo. Necesitan la protección que han perdido”, explica Rebeca Atencia a Nobbot.

conciencia ecológica para no desbaratar el puzle de la vida

Situaciones estas que nos resultarían inadmisibles si las víctimas fueran humanas –aunque ni eso está claro– y que nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con los chimpancés pero, más allá, con nuestros planeta y todas las criaturas que lo comparten con nosotros.

Una conciencia ecológica más que nunca necesaria si queremos poner fin a la crisis climática que, más pronto que tarde, puede comprometer la vida de chimpancés y humanos, simples piezas –como todo lo que hay en la Tierra- de un puzle construido durante millones y millones de años que el vendaval de la estupidez humana se empeña en desarmar.

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