Marc Argemí, autor de ‘El sentido del rumor’: «Hay que atreverse a confrontar nuestros prejuicios con informaciones fiables»

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Cambridge Analytica saltó a la palestra pública, en marzo de 2018, tras encontrarse cierta conexión entre el triunfo de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, el big data y la vulneración de la privacidad de usuarios de Facebook. Pronto aparecieron todo tipo de artículos que magnificaban cualquier pequeño bulo surgido en lo más recóndito de internet. Algunas voces críticas han levantado la mano para tratar de explicar qué es lo que ocurrió (Mauricio Schwarz) o qué es lo que de verdad está en juego (Borja Adsuara) con relativa baja repercusión. 

Fake news, bulos, manipulación (consciente o inconsciente), propaganda, sesgos, burbujas de pensamiento, poscensura, radicalización, posverdad… El periodismo moderno está repleto de términos y neologismos que parecen entorpecer que la información fiable llegue a las personas. Barreras que se instalan en los rotativos digitales y que mediante nuevas tecnologías parecen reforzarse.

Para intentar comprender este nuevo mundo, hablamos con Marc Argemí (@marcargemi), doctor en Periodismo y autor de ‘El sentido del rumor’ (2017), un libro que traslada buena parte de la responsabilidad del clic rápido al lector. Actualmente, Argemí es SEO en Sibilare, una consultora de comunicación estratégica.

Construimos nuestras propias burbujas aislacionistas y radicalizadas a golpe de clic, enjaulando nuestro juicio poco a poco. Si Facebook nos muestra algo es porque previamente hemos dicho que aquello nos gusta… Además, al volcar nuestros pensamientos en redes sociales como Twitter constituimos un pulsómetro de la actualidad política, cultural e ideológica que herramientas de data mining y big data pueden interpretar mejor que las clásicas encuestas.

– En Sibilare tratáis de predecir tendencias políticas a partir de conversaciones en Twitter y otras redes. Resulta increíble que acertéis más que los sondeos de intención de voto.

En realidad, las conversaciones en las redes sociales son una ventana para conocer las preferencias políticas de los votantes, complementaria a los sondeos de opinión. No me atrevería a decir que son mejor o peor método; son distintas, porque uno recoge opiniones espontáneas –redes sociales– y otro respuestas a preguntas directas.

– Cuando salió Trump, muchos nos sorprendimos, por decir algo. No podíamos comprender cómo había pasado. ¿Hemos perdido la capacidad de analizar la información o es que nunca la tuvimos?

El relato que predominó en la opinión publicada no coincidió con lo que la conversación en redes indicaba ni con lo que finalmente sucedió. No creo que hayamos perdido capacidad de análisis. Quizás lo que está faltando es información fiable que podamos analizar luego. Vivimos en un entorno de sobreinformación y de desinformación.

“la metodología que desarrollamos intentaba traducir en estimación de voto el tono y el volumen de la conversación en redes”

– Vuestro sistema arrojaba cierta luz a este tipo de resultados políticos. También analizasteis en su momento las elecciones españolas, el Brexit o el procés.

El entorno de las redes, donde los usuarios tendemos a dialogar y a compartir información con personas que tienen opiniones parecidas, facilita la expresión más espontánea de opiniones. Y en algunos casos aparecen puntos de vista que quizás no son percibidos políticamente correctos en una respuesta a una encuesta. En este sentido, la metodología que desarrollamos intentaba traducir en estimación de voto el tono y el volumen de la conversación en redes.

– Da la impresión de que estamos a merced de la propaganda, término que aparece en tu libro y que matizas con cariño.

La propaganda nos acompaña desde hace décadas. De hecho, la propaganda aplicada a ideas políticas alude al hecho de que nos quieren convencer de que pensemos algo… Cosa que no dista mucho del objetivo del marketing comercial, que nos quiere convencer de que compremos algo.

Quizás lo nuevo es que las redes facilitan mucho el trabajo del propagandista: consumimos la propaganda política que nosotros mismos elegimos consumir. Y claro, si nosotros no lo hacemos, nadie nos protege del propagandista que llevamos dentro.

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La propaganda clásica se ha suavizado mucho y ahora somos quienes elegimos qué clase de propaganda deseamos recibir.

-También hablas en el libro del sentido del rumor estableciendo un paralelismo con el sentido del humor. Lo defines como “la capacidad crítica que incorpore el hábito de verificar la información”, entre otras funciones. ¿Tenemos sentido del rumor?

Esta pregunta se la tendrá que hacer cada uno. No lo sé. En el fondo tiene que ver con cómo manejamos nuestras capacidades de confiar y de sospechar de lo que oímos y de quién nos transmite información.

– Las redes sociales, “el atrio por el que deambulan miles de rumores y revuelan confusas palabras”, ayudan a mantenernos al día, pero también fomentan las noticias falsas, las burbujas de realidad o las cajas de resonancia.

Como en una tertulia en un bar: podemos aprender unos de otros en una reflexión ponderada o documentada, o podemos pelearnos cerveza en mano porque el Barça ha ganado al Madrid. La tecnología en sí misma ayudará más o menos a que estas cosas ocurran, pero en último término, también cada uno de nosotros, somos responsables y podemos decidir en qué medida nos afecta.

– Destacas las “multitudes polarizadas”, grupos de personas que carecen de “voluntad de dialogar con un oponente”. ¿Nos estamos aislando en nuestros universos burbuja? ¿Necesitamos grises moderados?

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La polarización es un inconveniente para la convivencia y el pluralismo y trasciende la problemática de las redes: quizás las redes sociales nos están permitiendo documentar hasta qué punto vivimos en universos paralelos. La discrepancia es natural y hasta saludable, porque cada uno ve la realidad desde su perspectiva. Con la aportación de distintas perspectivas, el puzzle queda más completo.

El problema no es este. Es llegar a una polarización tal que lo distinto no solo sea la opinión, sino la realidad sobre la que se opina. Una máxima del periodismo moderno sostenía que los hechos eran sagrados y las opiniones libres. Ahora estamos en la situación inversa: los hechos son libres y las opiniones sagradas.

– ¿Qué responsabilidad tenemos los lectores de noticias para evitar quedarnos en nuestras cavernas mentales?

Dependerá del uso que cada uno dé al consumo de noticias. Si lo que queremos es la confirmación de nuestros prejuicios es distinto de si lo que queremos es conocer lo que ha ocurrido realmente. Lo bueno es que la misma tecnología que te permite encerrarte en tu burbuja también te da acceso a medios de comunicación distintos a los que consumes normalmente. Hay que atreverse a confrontar nuestros propios prejuicios con datos e informaciones fiables, aunque puedan cuestionarlos.

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– ¿Y los medios como nobbot?

Es importante una visión de los avances tecnológicos que se plantee críticamente el sentido de cada nuevo paso. No todo lo que se puede hacer debe considerarse necesariamente un progreso. En realidad, el establecimiento de límites ahora nos puede permitir llegar más lejos después, y con menos perjuicios.

“Lo ideal es saber qué pasará, pero también hay un conocimiento útil en saber qué será imposible que ocurra”

– En nobbot hemos hablado muchas veces de la ciencia como una construcción aditiva. Sin embargo, tú planteas un ángulo distinto: la sustracción como validador de conocimiento. ¿Cómo funciona esto?

Me refiero al conocimiento que se obtiene cuando tenemos certeza de que algo no será posible o no funcionará. Lo ideal es saber qué pasará, pero también hay un conocimiento útil en saber qué será imposible que ocurra. Parece un conocimiento mucho más modesto, pero es enormemente robusto en entornos de gran incertidumbre, donde las previsiones y predicciones positivas muchas veces se equivocan.

– ¿Crees que el modelo de Facebook cambiará ahora que Zuckerberg se muestra arrepentido de lo que ocurrió? Se trata de un modelo de negocio consolidado…

Aún es temprano para aventurarse a predecir. La clave estará en el uso que los usuarios den a la plataforma, que es el factor que permite atraer la publicidad, que a su vez es la clave del modelo de negocio. Si la gente deja de usar Facebook, se acaba. Si la plataforma continúa reteniendo usuarios y horas de estos usuarios, no tiene por qué cambiar.

– El problema con Cambridge Analytica no es que ayudase a segmentar las noticias que queremos leer o incluyese rumores en nuestro, sino que usase para ello datos privados.

Más que datos privados, que utilizara datos para usos no autorizados en el momento de la cesión. Eran informaciones que debían servir para fines académicos, y acabaron en manos distintas.

– Yéndonos un poco por las ramas, y cerrando la entrevista: al igual que el pensador Noah Yuval Harari, hablas del ser humano como un conjunto de algoritmos. Es una tendencia que cada vez se oye más.

Somos mucho más que un conjunto de algoritmos, porque tenemos libertad, conciencia, reflexividad, voluntad y sensibilidad. Cosa distinta es que en muchas rutinas cotidianas funcionemos con algoritmos automatizados. No en vano son personas humanas las que programan a las máquinas.

– Muchas gracias por tus respuestas, Marc.

El libro ‘El sentido del rumor’ (2017) es un volumen interesante para todo aquel que busque tener una relación más saludable con los medios de comunicación. Pero también ayudará a periodistas, especialistas en política o estadistas a tener un prisma más desde el que observar la realidad.

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Imágenes | ©Marc Argemí, Library of CongressPedro Ribeiro Simões, Moritz320

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