Joyas FEEAS, hechas para dar repelús

La artista Remedios Vincent se ha propuesto dar una vuelta siniestra al romántico gesto de regalar una joya a la persona amada y, así, al contemplar sus obras, a uno le da por pensar que el cursi lema «un diamante es para siempre» podría mutar en «un premolar es para toda la vida» o «un ojo de cristal será testigo mudo de nuestro amor». Frases que hacen que el vello se erice y no precisamente al sentir el roce de la piel amada…bueno, o quizás sí al notar que el sujeto de nuestros desvelos se adorna la pechera con herramientas propias de un protésico dental. Como reconoce la propia artista, «no se trata de piezas de joyería al uso, sino de pequeños objetos artísticos, con apariencia algo macabra«. No es de extrañar la marca elegida para comercializar estas piezas: FEEAS.

«Mi aspiración -explica Remedios Vincent– no es que la gente se adorne con objetos más o menos estéticos, sino que luzcan sin complejo sensaciones intangibles e invisibles, en definitiva, quiero que se prendan en la solapa o cuelguen al cuello dosis de nostalgia, de recuerdos, de sueños rozando la pesadilla, paranoias, incomodidades y dudas. Cada uno lo que prefiera en ese momento».

De hecho, la artista utiliza esta actividad artesanal como una especie de terapia psicoanalítica en la que expresa sus miedos, de ahí la abundancia de «objetos médicos, todo lo que tiene que ver con prótesis, dientes que se caen, ojos vulnerables o muñecos de porcelana rotos».

FEEAS y recicladAs

Todas estas piezas de joyería, que podéis ver en su web,  han sido creadas reciclando objetos comprados en anticuarios y mercadillos, la mayoría de ellos con más de un siglo de existencia. Algunos son «bellos» sin necesidad de ninguna manipulación, y otros, “más funcionales”, adquieren un interés insospechado cuando se combinan con otros de diferente estilo, obteniendo un uso más estético.

Y el caso es que, al contemplar estas piezas de joyería excéntrica, es díficil no sentir esa atracción, quizás enfermiza, que uno identifica con la que se experimenta ante la puerta entreabierta que nos separa de un pasillo oscuro o al contemplar los ojos vacíos de vida de una lechuza disecada y colgada en la pared manchada de humedad de la tienda de un viejo chamarilero.

Puede que también haya, en la fascinación que provocan estas piezas, algo de lo que sentimos al contemplar las mejores y más oscuras películas de Tim Burton o al visitar el Museo de Cera de Madrid..Bueno, aquí me he pasado, que para esto último ya hay que tener un estómago a prueba de bomba, curtido en múltiples sesiones de cine gore de los ochenta.

Podréis entender mejor la sensibilidad e intenciones de esta artista contemplando las imágenes de su muro de Instagram o esta selección de fotografías de sus piezas de joyería, realidas por la propia autora y los fotógrafos Lola Martínez, Gosia Janik y Fernando Ocaña.

Una vez superado el primer susto, veréis que muchas de esas joyas, con cierto regusto steampunk, se podrían calificar incluso como bellas.

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