¿Pulpos extraterrestres que desafían la evolución? Quizá sean inteligentes, pero son terráqueos

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Dice un estudio científico que los pulpos son extraterrestres porque “calamar más virus alienígena es igual a pulpo”, casi tal cual. Desde entonces, la noticia de que los pulpos son alienígenas ha recorrido el mundo. Por supuesto, la comunidad científica, la seria, ha tenido que salir a desmentirlo.

Cabe la posibilidad de que alguna de las formas de vida conocidas tengan cierto componente exógeno. Quizá moléculas orgánicas. Algo así no se descarta. Pero el estudio es un salto de fe basado en rarezas del pulpo como especie. Parece inteligente, es visualmente muy extraño e incluso tiene cierta plasticidad en su ADN. Pero el pulpo es terráqueo.

La teoría del retrovirus alienígena

La polémica investigación, firmada nada menos que por 30 científicos de diferentes universidades, tiene como título ‘Causa de la explosión cámbrica: ¿terrestre o cósmica?’ y plantea abrir el debate de qué ocurrió hace entre 542 y 530 millones de años.

Durante este periodo ocurrió algo bastante extraño que todavía no tiene una explicación formal clara, aunque hay muchas teorías. Hubo una enorme diversificación animal. Los registros fósiles del Cámbrico son mucho más ricos que cualquier otro periodo histórico anterior o posterior. La última teoría, un retrovirus alienígena sacado de la chistera y sin pruebas sólidas.

Usando como referente al pulpo, un animal ciertamente extraño, aparentemente inteligente y que tiene propiedades curiosas en su ADN, los científicos buscaban dar con otra hipótesis más para la explosión cámbrica. De modo que plantearon que un retrovirus extraterrestre podía haber caído aquí, infectado a un calamar y dado como resultado un pulpo.

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Los retrovirus no son una herramienta de la ciencia ficción. Lo cierto es que están por todas partes. Son partes interesantes de ARN dentro de una cápsula proteica que consiguen suplantar parte de nuestro ADN original gracias a enzimas transcriptasa. (Sí, “transcriptasa” proviene de “transcribir”).

Podemos verlos como las tijeras de ADN del CRISPR/Cas9 pero en la naturaleza: entran en el organismo del anfitrión, buscan una marca de ADN concreta, cortan y editan. El pulpo se ha mostrado como un animal muy plástico, en el sentido de flexible, con sus transcriptomas, y quizá por eso lo han elegido para el estudio.

Cuando un retrovirus modifica el ADN, puede llegar a despertar el ADN basura y dar lugar a una mutación. Si esta es más estable que la forma de vida original, voilà, la evolución ha dado un pequeño salto. Sin embargo, el estudio es más filosofía que ciencia, y da por hecho muchos factores que hemos de asentar previamente y que no están demostrados.

¿De verdad los pulpos son inteligentes?

A menudo los seres humanos caemos en la trampa de pensar que nuestra especie está en la parte alta de la evolución. Hace unos días nos preguntábamos si la depresión –respaldada por nuestra inteligencia– supone una ventaja evolutiva. Como consecuencia, asignamos valores humanos a animales.

Cuando vemos a un pulpo resolver un problema, automáticamente sospechamos que es inteligente. Todos hemos visto cómo los pulpos abren un tarro, aunque nunca se ha demostrado que lo hagan pensando de forma consciente. Aunque se sabe que lo hacen, no se sabe por qué o cómo lo hacen. Las hormigas edifican, pero no las consideramos inteligentes, porque sabemos cómo y por qué lo hacen.

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Lo que sí se sabe es que estos animales eligen su terreno de caza previendo las futuras presas, almacenan sus recuerdos visuales o se refugian ante los predadores. Pero esto también lo hacen otros animales. ¿Por qué el pulpo es distinto a ellos? Probablemente porque los antropomorfizamos.

Es decir, al ver sus ocho brazos repletos de ventosas, pueden usarse para manejar herramientas. Una de las teorías más aceptadas sobre la inteligencia humana proviene del hecho de que, cuando nos levantamos en la sabana africana dejando libres las manos, pudimos agarrar objetos.

El salto de fe en los estudios científicos

Los estudios científicos no son infalibles. Aprendemos de nuestros errores y planteamos hipótesis a veces descabelladas. La diferencia entre una hipótesis y un hecho demostrado es, precisamente, que puede seguirse una demostración que da por buena una respuesta. Se comprueba el resultado.

El artículo del pulpo extraterrestre, por contra, da por buenas numerosas hipótesis que no resuelve. Es como construir castillos en las nubes. Por ejemplo, el estudio construye sobre hechos falsables:

  • La panspermia, no demostrada porque no hay pruebas.
  • La inteligencia de los pulpos, no demostrada porque no sabemos qué hace al pulpo comportarse como lo hace (si tiene consciencia, si sabe lo que hace, si no actúan mecanismos como los reflejos…).
  • Que el calamar más un retrovirus dio lugar al pulpo, no demostrada al faltar pruebas. De hecho, existen sólidas pruebas en contra que indican que el pulpo evolucionó más tarde.

Asimismo, hay puntos que no resuelve. Por ejemplo, ¿por qué un retrovirus que afecta a los pulpos también afecta al resto de la fauna? El grueso de los virus solo afecta a algunas formas de vida, pero la explosión cámbrica fue generalizada en todas las ramas. ¿Acaso había pulpos en el planeta de origen del retrovirus?

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El artículo, que al principio se tomó en la comunidad científica como una broma del Día de los inocentes (April’s fool), resulta que va en serio. Aunque un rápido vistazo a los investigadores, señala que son defensores mayoritarios de la hipótesis de la panspermia. De nuevo, no demostrada.

¿La teoría de la evolución en entredicho?

El principal autor, Edward J. Steele, incluso se ha declarado en varias ocasiones en contra de la teoría de la evolución, sí demostrada. Incluso redacta frases muy llamativas en el artículo como “toda la galaxia (y puede que todo nuestro grupo local de galaxias) constituye una única biosfera conectada”. La comunidad científica se echa las manos a la cabeza y espera las llamadas de los periodistas.

Cierto, los pulpos son raros, pero no más que los calamares. Existe una especie de calamar llamada calamar hawaiano (Euprymna scolopes) que emite cierto resplandor de noche para evitar crear sombras cuando nada, como un avión sombra. Esto se debe a que, cuando nacen, una bacteria llamada Vibrio fischeri coloniza tanto el exterior como el interior del calamar. El exterior para modificar la flora bacteriana de la piel, pero lo interesante ocurre dentro.

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Euprymna scolopes – Laboratorio de Margaret McFall-Ngai

Según Margaret McFall-Ngai, que lleva décadas estudiando ambas especies, la bacteria se abre paso por un sistema de tuberías, ductos y criptas que va reclamando como suyos, cambiando físicamente al calamar en el proceso. Un ejemplo de simbiosis entre especies quizá más sorprendente que un retrovirus hipotético o la capacidad de abrir tarros de mermelada.

Si bien es cierto que no se puede rechazar tajantemente que los pulpos tengan cierto componente externo –probablemente todos nosotros lo tengamos–, no se puede asegurar que un virus extraterrestre cambió al pulpo. Hay un trecho.

Espera, ¿qué? ¿Somos extraterrestres?

Es un apunte que apenas soluciona nada pero da mucha tensión a los problemas sobre la aparición de la vida. Se sabe que esta arrancó hará unos 4.000 millones de años en el planeta. Pero hemos de tener en cuenta que durante muchos miles más los meteoritos siguieron bombardeando la Tierra. ¿Cómo sobrevivieron las primeras formas de vida durante el bombardeo?

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Hay bastante consenso científico en que el espacio, entre colisión y colisión, pudo haber sido una buena escapatoria. Como hipótesis no demostrada. Llega un meteorito, arranca buena parte de la corteza y manda la vida unicelular sobre ella al espacio en órbita cercana. Cientos de años después esta cae y continúa su labor. Hay vida muy resiliente, como los tardígrados.

Esto no señala el espacio como el origen de la vida, pero sí como un curioso backup para resistir las peores condiciones. La panspermia, por otro lado, señala directamente hacia fuera, diciendo que la vida viene de ahí arriba.

Tampoco es un disparate si tenemos en cuenta que la atmósfera se creó gracias a la ayuda de meteoritos, que todo el oro que tenemos en las joyerías es extraterrestre, o que los meteoritos están repletos de sustancias consideradas el origen de la vida (como moléculas orgánicas solubles).

De momento el pulpo sigue siendo terrestre y la comunidad científica considera un disparate el artículo de Edward J. Steele por falta de pruebas y justificación de hipótesis con otras hipótesis. Habrá que esperar a nuevos descubrimientos para ir apuntalando cada teoría, aunque de momento se le han caído unas cuantas hojas.

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Imágenes | iStock/Plateresca, iStock/wrangel, iStock/marnikus, Margaret McFall-Ngai, iStock/celafon

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