Pruebas de robustez, baterías… El largo camino de un ‘smartphone’ hasta llegar a nuestra mano  

Para que un operador pueda ofrecernos un smartphone, antes ha debido de pasar exhaustivos procesos de control de calidad. Tomando como ejemplo el caso de Orange, seguimos, paso a paso, la validación de un terminal, un trabajo desconocido que lleva tres meses de tiempo medio por cada dispositivo.

Conscientes de que el dispositivo móvil es la puerta de entrada a todas las posibilidades que ofrece la conectividad, los terminales móviles y dispositivos de datos de Orange pasan por un estricto proceso que asegura su calidad.

“Este tiene como objetivo garantizar la calidad del dispositivo durante todo su ciclo de vida, así como su interacción con la Red y el correcto funcionamiento de los servicios”, nos explican desde la operadora. Para hacernos una idea de la importancia de esta labor, en Orange hay más de 30 personas involucradas en la homologación de cada terminal. En el caso de tests de la nueva red 5G, hay un equipo dedicado específicamente a estas pruebas.

Para conseguir este objetivo de asegurar la calidad de los terminales que llegan al usuario, colaboran tanto los laboratorios locales, entre los que se incluye Orange España como uno de los principales contribuidores al proceso, como la red de 20 laboratorios internacionales.

En Madrid, Orange cuenta con un equipo de ingeniería con amplia experiencia dedicado al proceso de homologación de terminales móviles y tarjetas SIM, así como al desarrollo de nuevas tecnologías y servicios basados en ellos.

los móviles de orange también son responsables

La homologación de terminales es un trabajo que no solo tiene en cuenta aspectos técnicos, sino que todos los fabricantes pasan una fase de evaluación en el que se analizan diferentes aspectos, entre los que se tiene en cuenta que las fábricas de los colaboradores de Orange cumplen con los estándares de calidad, seguridad y elementos de RSC, como la ocultación en el terminal de las llamadas al 016. Estos colaboradores también deben cumplir la normativa laboral, asegurar las condiciones salud en el trabajo o cumplir la normativa medioambiental, entre otras obligaciones.

En lo que respecta a la parte técnica, las pruebas de homologación cubren un amplio espectro que parte desde el diseño y la robustez del hardware, pasando por la interoperabilidad con la red y el funcionamiento de los diferentes servicios, hasta la experiencia de usuario tanto en el manejo del terminal como de los diferentes servicios.

Por ejemplo, como nos explican desde Orange, un modelo de smartphone se someterá a 100 pruebas de caída para comprobar su robustez, y después de cada caída se comprueban 15 características para otorgar una calificación del 1 al 5 para cada una de ellas, valorando así la respuesta del terminal.

En conectividad, realizan unas 7.800 pruebas por cada terminal y, en cobertura, se visitan distintas ubicaciones con una maleta en la que viajan 80 terminales que se someten a unas 2.700 pruebas al año, como realización de llamadas, descargas de archivos, envíos de mensajes, etc.

Otro aspecto que preocupa a los usuarios es el de las baterías. Estas son sometidas a 21 pruebas por el equipo de Orange y en cada teléfono se hacen 75 horas de prueba de duración de las baterías. Calidad de sonido y pantallas, conectividad wifi y cámaras son otros de los elementos del dispositivo que se tienen en cuenta.

Adicionalmente a las pruebas realizadas se solicitan al fabricante una serie de certificados que acreditan el cumplimiento de las diferentes normativas existentes, algunas de ellas referentes a seguridad, así como de los estándares de telecomunicación

El proceso de homologación de terminales no se restringe al lanzamiento comercial del dispositivo, cubriendo todo el ciclo de vida del mismo y por lo tanto la validación de las evoluciones del terminal: versiones de mantenimiento, versiones de seguridad y actualizaciones de sistema operativo.

Como vemos, cuando una operadora nos ofrece un terminal hay detrás un gran trabajo que excede, con mucho, la falsa idea de que solo es un puente entre el fabricante y el consumidor final.

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