La cibercondría nos trae de cabeza: ¿qué hacer para combatirla?

Cibercondría es un neologismo que todavía no está en el diccionario de la RAE, pero que se ha convertido en un mal que persigue a muchos internautas. En realidad, es la versión digital de la hipocondría de toda la vida, es decir, de esa preocupación constante, angustiosa y enfermiza por la salud. Esa angustia a la que Woody Allen ha dado tanto protagonismo en sus películas y que el director neoyorquino ha convertido en un rasgo definitivo del hombre contemporáneo. De hecho, muchos llaman “hipocondría digital” a la cibercondría. 

Aunque no esté en la RAE, el término cibercondría tiene más de 40.000 entradas en Google, lo que muestra la preocupación que despierta. Se puede decir que todos nosotros (o casi todos) en algún momento hemos acudido de forma obsesiva y repetida a internet para intentar calmar la incertidumbre que nos producía un dolor, por mínimo que fuera, o simplemente una enfermedad de la que habíamos oído hablar, pero que ni siquiera padecíamos. 

 

Para el hipocondriaco clásico un dolor de cabeza se acaba convirtiendo en un tumor cerebral intratable, y solo porque en algún sitio (internet quizás) leyó que entre los síntomas del tumor están las cefaleas. Pero volvamos a Woody Allen, el hipocondriaco más famoso de los últimos 50 años.

Las obsesiones de Woody Allen

En la obra maestra de 1986 ‘Hannah y sus hermanas’, Woody Allen, que encarna a Mickey, un productor televisivo con serios problemas de identidad, empieza a oír un pitido, en realidad un acúfeno temporal, y su médico le pide que se someta a un TAC cerebral para descartar complicaciones.

Fuente: Wikimedia Commons / Autor: Jerry Kupcinet.

Sin embargo, Mickey no puede evitar pensar en lo peor e imagina que está engendrando literalmente un tumor del tamaño de una pelota de baloncesto en su cabeza. En un giro melodramático, el personaje intenta quitarse la vida con un rifle en medio de la noche, pero, afortunadamente, el sudor de su frente hace que el arma resbale y que el tiro salga desviado. La historia tiene final feliz: el médico le comunica después que no ha visto nada relevante en el TAC y que el pitido desaparecerá sin que se dé cuenta.

Paula Rueda, psicóloga, trabaja para la app mediQuo, un chat médico que atiende a sus usuarios en horario 24×7 y que emplea solo a profesionales. Rueda asegura que, efectivamente, la espiral de la cibercondría puede comenzar con un síntoma o una percepción física que lleva a pensar que se puede padecer algún tipo de enfermedad.

Internet antes que el médico o el farmacéutico

Aunque también se puede caer en ella por el simple miedo a enfermar de los que están perfectamente sanos y no muestran ningún tipo de síntomas. Y es que son muchas las personas que “están expuestos a informaciones o noticias sobre enfermedades que son asintomáticas y que se pueden evitar mediante la prevención”.

La preocupación clásica del hipocondriaco de siempre ahora tiene en la cantidad masiva de información que hay en internet sobre cualquier tipo de enfermedad o dolencia un caldo de cultivo peligroso. En España, y según Paula Gubern, médico internista del Hospital Valle de Hebrón de Barcelona, que hace poco participaba en un foro sobre el impacto de la tecnología digital en la sociedad, el 80% de los ciudadanos acude a internet para informarse sobre salud, más de los que van al médico y el doble de los que consultan a un farmacéutico. El llamado Dr. Google no tiene competencia hoy en día.

Un par de consejos

El mejor consejo para el hiponcondriaco digital es evitar las búsqueda por internet, que además suelen llevar a una mala interpretación de los síntomas. Otro buen consejo es acudir a profesionales que van a valorar adecuadamente estos síntomas, de forma desapasionada y científica, y que pueden ayudar también a cribar la información que hay en la red, poniendo en tela de juicio los falsos mitos que se propagan por ella.

No obstante, es muy probable que los más obsesivos desconfíen de la valoración del médico si la respuesta no coincide con lo que ellos creen o piensan, es decir, si no confirma sus prejuicios. De hecho, tenderán a imaginar que incluso el médico comete errores. Esto llevará a que sigan en el círculo vicioso, buscando más por internet o visitando diferentes médicos hasta encontrar una opinión que les satisfaga.

Para los reincidentes, el consejo es el mismo: buscar un profesional en el que confiar al cien por cien y que escuche y conozca nuestra situación personal. “El establecimiento de una buena relación terapéutica médico-paciente ayudará indiscutiblemente a mantener una buena salud física y mental a largo plazo”, zanja la psicóloga Paula Rueda.

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Imágenes | mediQuo, Wikimedia Commons (Autor: Jerry Kupcinet), iStock

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