Los ordenadores míticos que prometía la ciencia ficción: ¿qué profecías se han cumplido?

Si por algo destaca la ciencia ficción, es por imaginar nuevas tecnologías que inunden nuestra vida. La computación ha sido desde hace tiempo uno de los terrenos abonados para imaginar ordenadores inteligentes, tan inteligentes que hasta pudieran pensar por sí mismos, con los que mantener conversaciones y que respondieran a nuestras preguntas con datos precisos o, simplemente, poder controlarlas con la mente. Vamos a ver algunos de los ordenadores míticos de la ciencia ficción y en qué se han traducido en la realidad.

Porque todos queremos tener algunos de los inventos que hemos visto en el cine, donde siempre se imaginan muchas de las ideas que luego los ingenieros informáticos tratan de trasladar a la realidad, con mayor o menor fortuna. Hay que tener en cuenta que no todo es positivo, por eso vamos a empezar con algunas de las computadoras más malvadas del mundo del cine.

Skynet, HAL 9000 y Matrix, el paradigma del ordenador malvado

Dentro del mundo de las supercomputadoras, con capacidad de computación inmensa para manejar estaciones espaciales, se encuentra Hal 9000, el ordenador de a bordo de la nave espacial Discovery en 2001, una odisea en el espacio. Programada para no recibir respuestas que tengan dudas y estructurada como una computadora heurística, lo que la hace muy semejante al pensar humano, está creada para cumplir sin objeciones la programación y, por esto, eliminar a los que dudan o son escépticos considerándolos “mecanismos fallidos”.

Matrix es otro de los paradigmas del ordenador malvado. En esta película, un superordenador mantiene cautivos a los humanos, ya que los necesita para poder obtener la energía eléctrica que generan y así funcionar. Pero los humanos precisan un potente programa de simulación, de realidad virtual, ya que, si descubren su verdadera vida, acaban por morir al poco tiempo. Una realidad virtual llevada al extremo, lo que hoy en día se comienza a apuntar junto con los problemas que podría generar competir con una vida virtual perfecta o el transhumanismo, donde las limitaciones de nuestro cuerpo se sustituyan por componentes cibernéticos.

El mundo de los superordenadores ha dado mucho que hablar. Un ejemplo es la película Juegos de Guerra, en la que un simulador emprende una guerra al conectarse con un superordenador soviético de las mismas características, pero que trabaja con misiles reales. Sin embargo, si que se tiene constancia del uso de estos simuladores o consolas de juego para entrenamiento o planificación de atentados terroristas, como ya hemos visto con la PS4, algo desde luego muy poco alentador.

Algo similar ocurría con Skynet, el ordenador de Terminator, que aprendía de sí mismo y acabó por desencadenar una hecatombe nuclear. Lo cierto es que estamos bastante lejos de ordenadores que sean capaces de aprender por sí mismos, a pesar de las mejoras en la computación y los recursos que tienen disponibles los superordenadores.

Pero lo cierto es que las supercomputadoras se suelen utilizar sobre todo en investigación, con una potencia de cálculo que ni siquiera la ciencia ficción ha logrado imaginar. Y, sin embargo, no se han vuelto contra los humanos o se han resistido a dejar de ser útiles.

Blade Runner y los replicantes, ¿qué robots tenemos ahora?

Si hablamos del mundo de la robótica, existen multitud de ejemplos en la ciencia ficción, pero nos vamos a fijar en Blade Runner, cinta en la que los replicantes eran unas unidades tan avanzadas que apenas se podían distinguir del resto de los humanos. Pero lo cierto es que, hoy por hoy, estamos bastante lejos de tener robots mínimamente parecidos a los que nos prometía la ciencia ficción.

La robótica está más enfocada a trabajar en la producción industrial o realizar tareas de bajo nivel añadido, aunque lo cierto es que a día de hoy no suponen un peligro como el que nos ha trasladado la ciencia ficción durante años.

2001 y la profecía de los tablets

Otras veces han sido las propias compañías las que han llamado la atención sobre alguna escena de la ciencia ficción para luchar en sus pleitos por las patentes. Este es el caso del iPad y Samsung, que utilizó una escena de 2001 para indicar que se había inspirado en este diseño y no en el dispositivo de Apple. En otras series o películas de la saga de Star Trek también aparecen las tabletas como una evolución tecnológica, en este caso cumplida ya que los incorporamos a nuestra vida con normalidad.

Lo mismo podríamos decir de otras tecnologías como la videoconferencia, que también aparece en la película de Kubrick, en la que uno de los tripulantes de la nave realiza una comunicación con su hija desde la estación orbital, con la Tierra como fondo. De todas formas, la videconferencia ya aparecía en un libro de Julio Verne, aunque la comunicación no tenía a Internet como protagonista.

Holly, la computadora de Red Dwarf

El humor también ha llegado al mundo de las computadoras asociado a la ciencia ficción, un ejemplo es la serie británica el Enano Rojo y su ordenador de a bordo Holly. Lo cierto es que resulta tremendamente complicado hacer que una máquina sea graciosa, aunque no han faltado algunos intentos, como Cortana, el asistente de Micorosft que es capaz de contar chistes, aunque quizás no son del gusto de todo el mundo.

El ordenador de Minority report, ¿hasta dónde llega la realidad?

Otro de los ordenadores míticos de la ciencia ficción es el de Minority Report, sobre todo por la forma de control que tenía dicho equipo, el control mediante gestos. Lo cierto es que tenemos la posibilidad de encontrar algún desarrollo parecido pero muy lejos de lo que podemos ver en películas como la antes mencionada u otras como Iron Man.

Lo cierto es que a veces es tan complicado imaginar la tecnología como hacerla funcionar. No es sencillo poder atisbar las posibilidades que nos ofrece el mundo de la informática, de la inteligencia artificial o la robótica en los próximos años. Algunos visionarios como Negroponte han dado en el clavo en muchas de sus pronósticos, otros sin embargo fallaron estrepitosamente.

Imagen | Chris Monk

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