Por qué le ha dado a todo el mundo por decir que en 2045 el hombre será inmortal

El hecho de que muchos organismos deban morir, tengan una fecha de caducidad celular, es una casualidad evolutiva que la ciencia podría subvertir muy pronto. Los más optimistas, de hecho, señalan que eso ocurrirá en una fecha tan temprana como el año 2045. Antes, sin embargo, es probable que vivamos más de cien años conservando una salud física y mental relativamente aceptable.

Es decir, que en la carrera por la inmortalidad probablemente aprenderemos a prevenir y curar el Alzheimer y otra clase de demencias, se implantarán órganos artificiales que funcionarán igual o mejor que los biológicos (algunos quizá bioimpresos en 3D) o se curarán los diversos tipos de cáncer. La esperanza de vida irá creciendo paulatinamente.

Es posible que la tecnología, de hecho, nos rejuvenezca de tal modo que ya alcancemos una pseudoinmortalidad. El británico Aubrey de Grey, autor de El fin del envejecimiento, está convencido de que las personas que nacen ahora vivirán más de mil años. Algunos científicos, sin embargo, no quieren quedarse en ese punto y su ambicioso objetivo es que nunca tengamos que morir.

¿Dónde está el secreto de la longevidad?

Los genes albergan todos los secretos que necesitamos para alcanzar la longevidad. Genes específicos son los responsables, por ejemplo, de que una mosca tenga una vida media de quince días, o que las tortugas vivan más de trescientos años. De igual modo, nuestra esperanza de vida también está influido por el ADN.

Para empezar a esclarecer los misterios de nuestro genoma, Sydney Brenner empezó a estudiar un gusano llamado C. elegans, siendo éste el primero organismo multicelular cuyo genoma completo se ha podido secuenciar. Brenner recibió el Premio Nobel precisamente por sus descubrimientos sobre genética de la división celular empleando para ello este gusano como modelo experimental, pues tienen muchos menos genes que un humano (lo cual permite que todo sea más sencillo), pero también el 40% de su genoma coincide con el humano.

Cynthia Kenyon es una genetista que logró, modificando el gen DAF-2, que el C. elegans doblara su esperanza de vida, y que su salud no se resintiera de ninguna manera por ello. Esta misma modificación se aplicó más tarde en otros animales, como las moscas de la fruta y los ratones, que también resultaron ser más longevos. A medida que vayamos descubriendo los genes vinculados al envejecimiento, pues, podremos modificarlos para obtener mayor longevidad o concebir medicamentos o terapias específicas para que se expresen como queramos. Por el momento, la base de datos genética GenAge Database ya ha descubierto 555 de estos genes en el C. elegans, 75 en la mosca de la fruta y 68 en el ratón.

Cambiar solo 150 genes determina con un 77% de certeza que se puede vivir más allá de los 100 años. Solo un gen, con el nombre de SNP rs1455311, multiplica por dos la probabilidad de una vida longeva. La Methuselah Foundation es una institución que ha conseguido extender la vida saludable de los ratones hasta los cinco años en la última década, «el equivalente a 1.000 años humanos». Las células germinales, las cancerígenas o las bacterias «no envejecen», ¿por qué no extender esta característica al resto?

Muchas empresas y farmacéuticas ya están detrás de estas investigaciones, como es el caso de Google y su división Calico (California Life Company), fundada con el respaldo de Arthur D. Levinson, presidente de Apple. Cynthia Kenyon ha sido una de las primeras investigadoras que ha contratado Calico. Actualmente, la empresa cuenta con varios equipos de investigación que están experimentando con diferentes líneas de investigación, como la biología sintética y la optogenética.

Craig Venter (el primero en el mundo en secuenciar el genoma humano) y el emprendedor tecnológico Peter H. Diamandis (uno de los fundadores de la Singularity University) también están detrás de Human Longevity Inc., cuyo objetivo es forjar una base de datos genética global para detectar las características que propician la longevidad.

Gracias a los avances en la edición del ADN, como el reciente descubrimiento del CRISPR (repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas), la posibilidad de todos nazcamos con estas modificaciones de serie podría ser realidad en pocos años.

La aspiración al ser humano inmortal

Estos objetivos, no obstante, se quedan cortos si los comparamos con los de investigadores que aspiran a lograr la inmortalidad, a fin de que el ser humano viva para siempre conservando una excelente salud. Uno de los más atrevidos sin duda es el ruso Dimitri Itskov, que se hizo multimillonario creando una compañía de medios online llamada New Media Stars.

Con sus importantes fondos, ha fundado una organización llamada 2045 Initiative que, a través del Avatar Project, promete que en esa fecha lograremos el elixir de la eterna juventud. En realidad, no será un elixir, sino tres tipos de caminos que se recorrerán a fin de escoger el más viable:

• Avatar A: consiste en crear un robot que pueda ser controlado por nuestra mente.
• Avatar B: trasplantar un cerebro humano en otro cuerpo. Esta fase es más complicada porque, para que un cerebro trasplantado continúe funcionando, debe mantener activas todas las conexiones neuronales y todas las vías que le suministran alimentos y energía.
• Avatar C: descargar el cerebro humano en un cerebro artificial. Para llegar a este punto, hay que disponer de dos cosas que aún no disponemos: suficiente capacidad de procesamiento y suficiente conocimiento del cerebro humano.
• Avatar D: crear un cuerpo virtual, al estilo Matrix. Es el camino más ambicioso, y también el que entraña mayores escollos técnicos.

¿Demasiado fantasioso? ¿Un argumento propio de una película de ciencia ficción? Martine A. Rothblatt, el fundador de United Therapeutics, ha defendido el Proyecto Avatar aduciendo que «no más salvaje que en los primeros años 60, cuando vimos la llegada los trasplantes de hígado y riñón».

Ray Kurzweil, un experto en Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial que actualmente trabaja para Google y que ha sido cofundador de la Singularity University, se ha hecho célebre por acertar tan a menudo en todas sus predicciones tecnológicas. En una de sus predicciones, sin embargo, ha hecho más hincapié que en otras: antes de que termine el siglo XXI, probablemente habremos alcanzamos la inmortalidad. En otras palabras, quizá poner una fecha tan concreta como 2045 sea un poco aventurado, pero parece bastante evidente que el ser humano, tarde o temprano, acabará viviendo para siempre.

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