¿Sabemos cómo funciona la tecnología?

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Que levante la mano el que sepa abrir un portátil e identificar de forma correcta sus elementos. Manténgala levantada el que sepa cómo funcionan cada uno de ellos. Un servidor se quedaría en señalar con éxito la hélice del ventilador. A medida que la tecnología se hace más específica, la entendemos menos. A veces hasta extremos que rozan el ridículo por puro desconocimiento.

Mi abuela levantaba físicamente el ratón para desplazarlo hacia arriba por la pantalla. Lo hacía levitar sobre la alfombrilla. En el vídeo de abajo una señora trata de echar combustible a un Tesla. En el tuit que se ve un poco más abajo se pidió a la compradora de un coche que verificase que no era un robot… usando un boli en un papel. ¿Entendemos de verdad la tecnología?

Tecnología más específica y enigmática

Hace 20.000 años las personas de una misma aldea pasaban por todos los roles de trabajo. Recoger frutos era algo para lo que se turnaban. Cazar, también. Pero a medida que hemos ido generando nueva tecnología nos hemos especializado, y viceversa.

Un panadero del siglo X no tenía ni idea de cómo fundir metal. Y uno de ahora probablemente desconozca el proceso mediante el que su proveedor le consigue la harina. En eso consiste la especialización: aportar nuestro granito de arena a la cadena de valor de un objeto o servicio, ignorando de forma deliberada el resto de pasos.

A esto se suma que el avance tecnológico a muchos les explota en la cara. La tecnología avanza tan rápido últimamente que la gente no tiene tiempo para adaptarse. Como resultado, se dan situaciones que podríamos describir como cómicas.

Los coches eléctricos no tienen depósito de combustible

El vídeo de arriba —por favor no se rían— muestra a una confusa conductora. La escena es frustrante porque pasa varios minutos buscando la abertura del depósito de combustible. Pero el problema es que su coche es eléctrico. Es un Tesla, y ningún Tesla funciona con gasolina o diésel. Tampoco tienen tubo de escape ni hacen el característico ruido de motor térmico al conducir.

Para la mayoría de los lectores, identificar un vehículo eléctrico será algo sencillo. ¿No se ha dado cuenta de la enorme T que descansa en el volante o la pantalla vertical embebida? Pues quizá, pero para identificar un coche eléctrico primero tienes que saber que existen, y al menos tenerlo en mente.

Al final del vídeo alguien de la gasolinera sale a echarle un cable, y la luz se ilumina. Ella se ríe y cae en la cuenta de su error. Pensamos que esto no puede pasarnos, que sabemos usar la tecnología, pero lo cierto es que nos puede pasar a cualquiera.

Mañana saldrá una tecnología con la que no estemos familiarizados y no sabremos cómo interactuar con ella. Alguien se nos acercará con amabilidad, nos dirá “así no se usa” y seremos conscientes de lo relajado que era el pasado. Abajo observamos a una niña muy pequeña inquieta porque su dedo no funciona en una tablet. Pero claro, no es una tablet sino una revista.

En grupo se nos da mejor aprender

Hace años un oficinista de Nueva Delhi (India) realizó un experimento en el muro de un suburbio. Hoy se conoce como ‘Hole in the Wall’. La prueba consistía en abrir un pequeño agujero a través del muro y dar la vuelta a un PC, de modo que pantalla, teclado y ratón quedaban fuera. Cualquiera podía usarlo, si sabía.

En un par de días, niños del suburbio que nunca habían visto un ordenador en su vida estaban aprendiendo a usar Windows. Lo habían configurado en su idioma y se enseñaban unos a otros a manejarlo. La clave está en el “unos a otros”. Somos animales sociales y se nos da bien aprender entre nosotros.

Si la especialización de los trabajos actúa como barrera a un conocimiento quizá demasiado concreto, el aprendizaje en red es otro mecanismo que parece suplirlo, cuando hay voluntad. Hoy cualquiera puede aprender los entresijos más profundos de un vehículo eléctrico si a su alrededor (internet también vale) hay alguien capaz de explicarlo.

¡De verdad que no soy un robot!

Si traemos a colación el siguiente tropiezo tecnológico es porque Nobbot nació al sintetizar la casilla de verificación de “no soy un robot” tan frecuente estos días. Un día de 2018 Marci Robin, residente en Florida, fue a comprar un coche a un concesionario.

Hasta ahí todo normal. Pero en el proceso de firma le imprimieron el reCAPTCHA “I’m not a robot”. Tuvo que firmar sobre la casilla de verificación y demostrar, con ello, que ella era un ser humano.

Dejando a un lado el absurdo y la vergüenza ajena que suscita, tengamos en mente lo peligroso que es el hecho de que alguien que venda coches considere coherente una casilla de verificación reCAPTCHA sobre papel. Esto va más allá de entender o no cómo funciona la casilla a nivel técnico.

Es no ser capaz de analizar para qué sirve, cuál es su propósito. Claro que Marci no era un robot. Aquello era obvio. Pero para el vendedor aquella casilla tenía sentido. Aparecía en su folio impreso, y eso era todo lo que faltaba. Sin firma, no hay coche. Demuestra que eres humano y ya hablaremos de las condiciones de financiación.

Puede parecer un hecho aislado y gracioso. Una anécdota. Pero a nuestro alrededor (a veces en el espejo) hay un creciente número de personas que no comprenden cómo o para qué funcionan las cosas.

En Nobbot | Educación digital no es alfabetización digital

Imágenes | Jonny Caspari

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