La forma en la que los usuarios están relacionándose con la tecnología está pasando de una etapa de admiración por los dispositivos y el hardware, a otra en la que el centro de atención está puesto en los servicios y los contenidos.
Es una tendencia generalizada, consecuencia de haber alcanzado la madurez en áreas que hace tan sólo una década apenas si existían. Los procesadores, los smartphones, los portátiles, los televisores, las redes de telecomunicaciones e incluso los coches, están dejando de tener interés en sí mismos, para pasar a ser un instrumento.
No es que no se les preste atención, sino que confluyen diferentes factores que hacen que dejen de ser noticia. Por un lado, las mejoras entre generaciones sucesivas van haciéndose imperceptibles al haber llegado a un techo de desarrollo difícil de superar. Por otro, hay un vació de revolución tecnológica que están dejando vació el espacio para el asombro ante las novedades en el sector. Incluso eventos como el CES, en las últimas ediciones han estado huérfanos de hitos.
En el pasado, hace apenas un lustro, cada nueva generación de smartphones era una exhibición de I+D. El paso de las televisiones con resolución SD al HD, y del HD al Full HD tenía carácter casi de revolución. En las redes de comunicaciones, se pasó del módem al ADSL, y de ahí al cable, siendo el cable el paradigma de las redes de alta velocidad. Hasta que ha llegado la fibra, con velocidades de hasta 300 Mbps en modo simétrico.
Esos cambios fueron espectaculares en su momento, pero ahora ya están consolidados y funcionando de un modo transparente para los usuarios. Casi invisible. Ya nos hemos acostumbrado a estas tecnologías, y las damos por supuestas, hasta el punto de que son lo mínimo a lo que tenemos que aspirar, y además por un precio al alcance de todos.
A medio plazo, de cara al futuro, tecnologías como 5G se erigen como un atractivo de cara a la evolución de las redes de comunicaciones móviles, así como los wearables o la robótica, pero son excepciones dentro de un mundo tecnológico maduro en muchas áreas.
Los servicios y los contenidos son los nuevos gadgets
Una vez que ya tenemos un móvil bueno, una buena tele, una conexión de banda ancha, un ordenador solvente o cualquier otro dispositivo tecnológico que cumpla con su función correctamente y para el que no haya una mejora notable a corto o medio plazo, el siguiente movimiento natural es el de sacar partido a estos recursos para algo tan simple como “hacer cosas”.
Nos comunicamos a través de la mensajería de nuestro smartphone, hacemos fotos, las compartimos, registramos nuestra actividad física, vemos la televisión, YouTube, Netflix o Waki.tv en nuestras pantallas HD, FullHD o 4K, manejamos nuestras finanzas online a través de nuestros ordenadores, compramos entradas, nos educamos a través de cursos online como los MOOC, y al final del día, el hecho es que vamos ampliando el repertorio de tareas que abordamos usando tecnología.
Pero la tecnología se hace invisible, pasando el testigo del protagonismo a los contenidos y los servicios. A medida que podemos disfrutar de más servicios y contenidos, ya sea en casa o en movilidad, los temas de conversación se polarizan en direcciones nuevas, como las series de televisión. O cambiamos nuestros hábitos y rutinas para flexibilizarlas: nos reunimos con los amigos en casa, en vez de en el bar, para ver un partido de fútbol. O nos quedamos en casa para trabajar en vez de ir a la oficina, gracias a que tenemos una velocidad de conexión suficiente para acceder a todos los recursos del trabajo remotamente.
En particular, fenómenos como el de las series de televisión se han convertido en los nuevos gadgets, como objetos de deseo que esperamos con impaciencia a que se emitan a través de nuestra plataforma de contenidos para luego comentarlas en nuestros grupos de colegas y amigos.
Conectividad y algo más
Las operadoras de telecomunicaciones, como protagonistas de excepción en el proceso de transformación digital en la que estamos inmersos, se han hecho eco de esta tendencia para poner también su foco de atención en los servicios y contenidos.
Hay que ofrecer una tecnología de conectividad rápida, convergente, fiable y con un precio justo, pero también servicios y contenidos para “hacer cosas” con esa conectividad, que precisamente por su bonanza tecnológica, se hace invisible para el usuario.
En esta dirección camina Orange, que ha ido construyendo una oferta de contenidos y servicios por encima de su infraestructura convergente de conectividad de fibra y 4G+ donde tienen cabida desde cursos de formación MOOC hasta eventos deportivos, canales temáticos para series, o el acceso a miles de películas a través de plataformas como Waki.tv.
Este cuidado por los contenidos, se escenifica también a la hora de comunicarlo a los usuarios. Si los contenidos son una parte esencial, hay que contarlo bien. Y para ello, Orange ha contado con el director, guionista, productor y escritor Daniel Sánchez-Arévalo para dirigir sus más recientes spots publicitarios, creados por la agencia Leo Burnett.
Además del director Daniel Sánchez-Arévalo, Orange ha contado con la imagen popular, reconocible y familiar del futbolista David Villa para poner en escena las situaciones alrededor de las cuales gira el mensaje “la mejor conexión”, contadas para poner en valor las virtudes de las redes fija y móvil de Orange («mejor donde tú quieras») y la calidad de la oferta de televisión («mejor con mejores contenidos»).
El primer anuncio está centrado precisamente en la oferta de contenidos de Orange, y en él se presenta una situación habitual y cotidiana como es la de hacer prevalecer nuestras preferencias a la hora de cambiar de canal. David Villa, en este caso concreto, pierde la batalla del mando frente a su familia, haciendo que tenga que esperar para ver el fútbol.
El siguiente spot, por su parte, estará centrado en la calidad de las conexiones de fibra con hasta 300 Mbps simétricos de velocidad tanto de subida como bajada, así como la velocidad y cobertura de su red 4G+.
Los contenidos son un aspecto que las operadoras cuidan tanto como la infraestructura de red, y es una tendencia que está dando pie a su vez a que se creen más y mejores contenidos en un proceso donde el que gana es el cliente.