Si pasáis por Valencia este verano, sería un pecado casi imperdonable no abandonar la playa aunque sea por un rato para visitar la exposición Valencia Línea Clara, que abre sus puertas en el Institut Valencià de Art Modern hasta el próximo 2 de octubre.
VLC. Valencia Línea Clara reúne 200 cómics originales, una amplia selección de obra gráfica y fotográfica, objetos y otras referencias sobre la generación de autores valencianos que en los años 80 se erigió en vanguardia de la renovación y ruptura del cómic español y europeo. Sento Llobell, Mariscal, Micharmut, Daniel Torres, Manel Gimeno y Mique Beltrán son los principales nombres de esta generación, un grupo de autores a los que les une la influencia de Miguel Calatayud.
anécdota viejuna
Ahora sonará a anécdota viejuna, pero hubo un tiempo en el que algunos éramos capaces de defender a bofetadas la «línea chunga» frente a este cómic colorido, de trazo limpio y definido que buscaba nuevos limites expresivos para el lenguaje de la historieta pero que, al mismo tiempo, reivindicaba géneros clásicos del tebeo de aventuras. ¿El Cairo?..¡puaj!
Jóvenes madrileños aficionados al cómic, como el autor de esta información, peregrinaban a El Rastro en esos días buscando los fanzines más cutres o los últimos ejemplares de Víbora o Makoki para disfrutar con las viñetas de Crumb, Shelton, Gallardo o Mariscal (sí, el del Cobi). Nazario era dios y sus páginas salvajes servían para expiar el placer culpable que nos proporcionaba la lectura de las aventuras de Blake y Mortimer, de Tintín, Freddy Lombard o de algunos de los personajes de esos autores valencianos que también encontraban hueco en nuestras revistas favoritas, como Madriz. Que no todo iba a ser muerte y destrucción.
LOU REED PASADO DE VUELTAS
Y así, sin comerlo ni beberlo, las páginas se fueron llenando de personajes con hombreras y flequillos imposibles, pantalones subidos hasta las axilas, mujeres fatales con silueta de pin-ups y coches con carrocería de los años 40 rugiendo motores por paisajes futuristas. Y el rock callejero dio pasó al tecno-pop y nos enamoramos de la moda juvenil porque era más divertido mover las caderas que acodarse en la barra de un bar a medianoche con gesto patibulario en plan Lou Reed pasado de vueltas. El negro riguroso dio paso a un estallido de color que debemos agradecer a autores como los representados en esta exposición.
En fin no nos pongamos nostálgicos y leamos lo que dice de esta exposición su comisario, Álvaro Pons al que algunos debemos agradecimiento eterno por su blog, La carcel de Papel, o por su incansable labor para que el cómic alcance en España el reconocimiento artístico que tiene otros países de nuestro entorno.
espectacular momento creativo
Explica Pos que «durante los años 60 y 70, Valencia vivió un espectacular momento creativo. Las vanguardias explotaban a través de grupos como el Equipo Crónica y Realidad, que influían decisivamente en los jóvenes que por aquel momento comenzaban a cursar sus estudios artísticos. Unos jóvenes creadores que, además, se habían formado en la cultura del tebeo, que tuvo en Valencia un centro neurálgico durante los años 40 y 50. Los tebeos de la Editorial Valenciana, los Jaimito y Pumby, el TBO o las publicaciones de Bruguera como Pulgarcito generaron un bagaje visual que se amalgamó durante su etapa formativa con las nuevas tendencias artísticas que inundaban la ciudad y con las que llegaban del exterior: el cómic que durante su niñez les atrajo se convertía en Francia y en los EE.UU en un exponente de contraculturalidad y modernidad, en un mensaje de libertad e innovación que tuvo en Miguel Calatayud su primer gran exponente».
cómics herederos del underground
«Sus cómics -sigue Álvaro Pons- en la revista Trinca inspiraron definitivamente a una generación que comenzó a expresarse a través de fanzines herederos del underground, pero con una personalidad propia y distintiva. Javier Mariscal inició un camino al que pronto se unieron otros creadores como Sento Llobell, Micharmut, Manel Gimeno, Mique Beltrán o Daniel Torres. Autores que tomaron la bandera de la experimentación desde esos fanzines para pronto dar el salto a publicaciones nacionales aprovechando el boom del cómic adulto que se vive en la España de los 80. Revistas como Bésame Mucho, El Víbora, Cairo o Complot se convirtieron en el eje fundamental de expresión de esta generación de autores de cómics de línea clara que, desde su trazo limpio y definido, rompía los cánones establecidos para encontrar nuevas expresiones de la historieta donde el riesgo formal era la constante, pero también buscando la reivindicación de los géneros clásicos del tebeo de aventuras. Una explosiva unión que asombró a una Europa inmersa en la decisiva reivindicación del cómic de autor».