Una explosión creativa revolucionó como un vendaval la escena del cómic español, desde mediados de los años 60 a los 80 del pasado siglo. La exposición «De Valencia al Cairo», que abre sus puertas en el Palacio de Valdecarzana de Avilés da testimonio de ello.
En esta muestra nos encontramos con artistas como Mariscal, Daniel Torres, Sento, Manel Gimeno, Mique Beltrán, Micharmut y Miguel Calatayud, así como con las revistas y los fanzines que los vieron nacer, nombres fundamentales y fundacionales de una nueva forma de hacer cómic, empapados de las vanguardias internacionales y convirtiéndose ellos mismos en vanguardia.
Las páginas de Bésame Mucho, El Víbora, Cairo o Complot se convirtieron en el altavoz de una generación que pronto se apartó de las corrientes imperantes para reivindicar una forma nueva de hacer historieta que miraba con respeto ese pasado de géneros juveniles, para reivindicarlo desde una aproximación de constante experimentación estética y formal que reescribía los géneros clásicos proyectándolos hacia una nueva modernidad.
la tradición valenciana del cómic
Valencia y el cómic desarrollaron una intensa relación durante la década de los años 40 y 50, gracias a los populares cuadernillos de aventuras que convirtieron a la ciudad en el núcleo del tebeo español. Las publicaciones de Editorial Valenciana y Maga marcaron la educación infantil de una serie de jóvenes autores, forjando un bagaje al que más tarde se añadiría la fascinación del momento creativo vanguardista que se vivía en la ciudad a finales de los años 60, pero también la rebeldía contracultural que llegaba desde los EE.UU. y Francia con el cómic como bandera de provocación.
Un cóctel de influencias que caló en una serie de autores que tendrían en la figura de Miguel Calatayud al perfecto guía y alentador, una auténtica mecha para una bomba con nombres y apellidos: Sento Llobell, Micharmut, Daniel Torres, Manel Gimeno y Mique Beltrán se convertirían en un grupo cohesionado en el que hay que incluir siempre el raudal creativo de Javier Mariscal, tanto por origen como por cronología y filosofía creativa.
Su llegada al mundo del cómic coincidió con un momento de reivindicación de la historieta como arte y medio adulto, como forma de expresión completa que inundaba las decenas de revistas de cómics que proliferaron en los primeros 80.
Vuelta a los clásicos revestida de riesgo y atrevimiento que, junto a un estilo gráfico que se encuadraba en el recién nacido Movimiento de la Línea Clara, definía un eje común mucho más certero que la exitosa pero insuficiente etiqueta editorial de la “Nueva Escuela Valenciana” con la que se les denominó.
Su obra rebasó el espacio de las viñetas para inmiscuirse en la propia imagen de Valencia, creando una vinculación de reciprocidad que aún hoy pervive como marca de ciudad.