¿Qué le ocurre a nuestro cuerpo cuando se despresuriza la cabina de un avión?

Viajar en avión es una de las cosas más cómodas y seguras que se han inventado en la historia de la humanidad. Cruzar el charco en apenas unas cuantas horas o visitar las Maldivas en otras tantas nos ha facilitado la vida hasta límites insospechados y nos ha permitido conocer lo lugares más recónditos de este, nuestro largo y ancho mundo.

A pesar de ello, muchas personas sienten un pánico inexplicable a volar y es que, con tan solo vislumbrar la idea de que ese pájaro de hierro puede caerse, nuestro cuerpo experimenta una sensación de angustia nada recomendable. Estamos seguros de que aquellos que tienen miedo a volar se lo han planteado alguna vez pero ¿y los demás? ¿os habéis preguntado qué pasa cuando un avión pierde presión en la cabina? Un vídeo realizado para la Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco nos lo cuenta en apenas un minuto y medio

ALGUNOS DETALLES

Si se produjese una brecha en la cabina, la misión del comandante sería la de igualar la presión interior a la exterior, un proceso conocido como despresurización. Eso sí, que nadie se piense que esta situación está exenta de sensaciones para los pasajeros. Estos no solo tendrían que enfrentarse al tremendo susto que supone encontrarse en un momento semejante, sino que además experimentarían hipoxia, es decir, falta de oxígeno. Se marearían, se les nublaría la vista, tendrían un incómodo hormigueo en los dedos y perderían audición.

Que nadie se crea que la cosa termina aquí porque los pasajeros que se enfrentasen a tan traumática experiencia sufrirían también un agudo dolor consecuencia de la expansión de los gases internos y, en casos más excepcionales, podrían formarse burbujas de nitrógeno en sus cuerpos. Todo esto acompañado de una sensación de frío bastante extrema que no ayuda en lo más mínimo a mantener la calma.

¿Qué hacer en estos casos?

Si os enfrentáis a un desagradable caso de despresurización de la cabina, debéis saber que disponéis de 1 minuto, aproximadamente, para colocaros las máscaras de oxígeno que tantas veces habéis visto en las demostraciones realizadas por la tripulación. Si tardáis más tiempo del estimado, lo más probable es que perdáis el conocimiento y la cosa se ponga aún más fea. Mientras tanto, el comandante entrenado para responder ante situaciones como esta, intentará realizar un aterrizaje lo más suave posible para que la cosa no pase a mayores.

Imagen de Thomas Zbinden en Pixabay

¿Qué le ocurre a nuestro cuerpo en un vuelo tranquilo?

Volar no es algo demasiado natural para el ser humano por lo que, aunque hay situaciones que claramente nos ponen en una tesitura complicada, nuestro cuerpo experimenta una serie de cambios en cualquier avión, incluso si vamos tumbados disfrutando de una película tras otra. Siguiendo las leyes de la física, a medida que el avión asciende, la presión de la atmósfera se reduce. Esto hace que el aire tenga menos oxígeno que a nivel del mar. Por ello, las personas acostumbradas a estar a altitudes bajas pueden sentir fatiga, dolores de cabeza o incluso mareos.

La expansión de los gases es otro de los problemas a los que se enfrentan los pasajeros. Esto puede provocar dolor en el estómago y en ocasiones, aunque no es muy habitual, en los dientes. Ocurre cuando existe alguna cavidad entre empastes o en un implante, por ejemplo. Además, durante el aterrizaje es normal sentir dolor en los oídos o los senos nasales como consecuencia de la presencia de estos gases.

Imagen de Jan Vašek en Pixabay

De nuevo en relación a las cavidades nasales, debemos avisar de que la sequedad de la cabina afecta a esta parte de nuestro cuerpo y, en consecuencia, a nuestro sentido del gusto. La sensibilidad de las papilas gustativas ante alimentos dulces y salados puede llegar a reducirse hasta un 30%. Aunque esto tampoco resulta un problema porque así nos libramos de saborear en todo su explendor el «poco apetitoso» menú de los aviones.

La mayor parte de vosotros habréis escuchado hablar del síndrome de la clase turista, relacionado con el hecho de permanecer sentados en una butaca minúscula durante un tiempo prologando. Esta inmovilidad continuada, sobre todo al estar sentados, impide que la sangre fluya a través de las venas con facilidad. Esto puede causar hinchazón, rigidez y malestar.

Dicho así, de forma tan clara y directa, lo más probable es que se nos quiten las ganas de subir a un avión pero que nadie se preocupe porque la mayor parte de estos efectos, normalmente, desaparecen al poner nuestros pies en tierra firme.

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