Auschwitz, memoria imprescindible de «los que no merecían vivir»

«Cuando escuchas a un testigo, te conviertes en testigo». De esta forma tan simple resumió Elie Wiesel, el escritor rumano y Nobel de la Paz, superviviente al holocausto nazi, la importancia del boca a boca para seguir manteniendo viva, de cara a las futuras generaciones, la memoria de aquellos que, igual que él, sufrieron el martirio de los campos de concentración y exterminio, como Auschwitz. Especialmente por los millones de personas que no sobrevivieron, hoy más que nunca, cuando a pesar de las pruebas y testigos perviven las teorías negacionistas y siguen resurgiendo los odios raciales o religiosos, resulta casi obligatorio aprovechar la oportunidad que nos ofrece el Centro de Exposiciones Arte Canal para conocer el testimonio vivo de aquella inmensa fábrica de la muerte a través de la exposición «Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos».

Estrenada en primicia el 1 de diciembre en Madrid (primero de sus catorce destinos mundiales en Europa y EEUU), esta inédita muestra itinerante del gran símbolo universal del Holocausto permanecerá en Madrid hasta el próximo 18 de junio gracias a la colaboración de Musealia, el Museo Estatal de Auschwitz Birkenau y más de veinte instituciones internacionales, coleccionistas privados e incluso supervivientes del genocidio.

MÁS DE 600 PIEZAS Y MATERIAL ORIGINAL DE AUSCHWITZ

Restos de un carrito infantil conservado por el Museo de Auschwitz Birkenau.
Restos de un carrito infantil conservado por el Museo de Auschwitz Birkenau.

Gracias a sus responsables, se ha conseguido reunir más de 600 piezas originales -incluido uno de los llamados vagones de la muerte- y abundante material gráfico y audiovisual no visto hasta ahora para que nos acerquemos de primera mano al complejo contexto nacional y mundial que llevó al surgimiento de un régimen tan inhumano como el auspiciado por Adolf Hitler y sus acólitos; a la forma en que se fraguó y llevó a cabo la llamada «solución final» que se cobró más de 6 millones de vidas de judíos, romaníes y todo tipo de etnias y colectivos considerados «prescincibles» ; las consecuencias que tuvo y sigue teniendo aquello en la manera en la que hoy vemos el mundo; y, sobre todo, para que nunca se olvide y no se vuelva a repetir, las terribles experiencias de los que murieron y sobrevieron a los campos en aquellos terribles años, gracias a su propio testimonio, a sus palabras, a sus historias y a los objetos más personales e íntimos que dejaron atrás y que los suyos guardan como tesoros.

Doble agradecimiento a sus familias, que han permitido que formen parte de esta completa exposición, así como a los equipos de expertos e investigadores designados por Musealia y por el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau (bajo la dirección de los historiadores Dr. Robert Jan Van Pelt y Dr. Piotr Setkiewicz, respectivamente), que han aportado rigor histórico a cada una de las piezas de este paseo emocional por la págna más terrible de la historia de la humanidad.

Zapato mujer Auschwitz
Uno de los miles de zapatos que aún se conservan en Auschwitz y que se pueden ver en la exposición de Madrid.

Por ejemplo, ese zapato infantil que podemos ver en el encabezado de este texto y que aún conserva el calcetín de su anónimo propietario, obligado a desvestirse rápidamente antes de morir, muy probablemente unos minutos después, en las camaras de gas. Las maletas, identificadas aún con los nombres de sus dueños, que, engañados creían que podrían recuperarlas poco después, quizá en su próximo destino de trabajo. Ese otro zapato rojo de mujer, uno de los miles de objetos personales que, junto a gafas, ropas, cubiertos y todo tipo de enseres, se conservan aún, a pesar de los esfuerzos que hicieron los carceleros al final de la guerra para eliminar las pruebas de sus crímenes, como si ni estos ni las víctimas hubieran nunca existido.

El carrito de niño, que hace estremecer al visitante al ser contemplado junto a una fotografía en tamaño real de los pequeños, ignorantes de que estaban caminando ya hacia su fatídico destino. La manta de un superviviente a las marchas de la muerte, compartida con otros para lograr todos juntos superar aquella terrible prueba con la que los nazis, avocados ya a la derrota, querían finalizar su mortal labor en los estertores de la guerra. El avión construido con la tapa de un inodoro como sorpresa en el cumpleaños del pequeño Joop, uno de tantos que junto a su familia se ocultaron de las redadas a judíos en los Países Bajos. Un ajedrez, fabricado por los reclusos, en una muestra más de rebeldía contra aquellos que les querían hacer perder la esperanza y convertir en mera mercancía desechable. Y tantas y tantas fotografías y vídeos del mundo que pudo ser y no fue, de todos aquellos que junto a sus hijos, hermanos y amigos reían y miraban a la cámara sin saber lo que vendría después.

Y en el otro lado, el material del que se valieron los asesinos para convertir Auschwitz en una cadena de montaje para matar. Las duchas, los barracones, las latas de Ziklon B… Y sobre todo, las fotos de los momentos de diversión y esparcimiento de los que trabajaban en los campos, sonrientes y felices mientras a solo unos metros de distancia morían de hambre y torturas miles de hombres, mujeres y niños; impasibles antes el dolor, como si su día a día en Auschwitz fuera una día más en la oficina.

Sin embargo, he de decir que, personalmente, lo más duro de lo visto en esta muestra son los dibujos de Jan Komski, confinado durante años en Auschwitz hasta su liberación al final de la guerra. De foma parecida a como hiciera Goya con los grabados «Desastres de la guerra», este artista polaco, superviviente al campo, logra estremecer al espectador con la fría crudeza con la que retrata las atrocidades y torturas infligidas a los prisioneros en los campos.

TESTIMONIOS DE FUERZA Y VALOR

Cruz de Hierro
Cruz de Hierro de Segunda Clase concedida en la I Guerra Mundial a Salli Joseph, muerto en Auschwitz

Pero sin duda son las historias de las personas, recordadas y repetidas por los que les conocieron, las que conmueven especialmente al visitante.

Entre ellas, las de la Cruz de Hierro que le fue concedida al sastre judío Salli Joseph en la I Guerra Mundial por el extraordinario valor personal demostrado durante el combate. El régimen nacional socialista, que culpó al pueblo hebrero de la pérdida de Alemania en la llamada Gran Guerra, quiso que se olvidara que fueron muchos los que como él lucharon por su país como un ciudadano germano más; y que hasta 12.000 judíos perdieron su vida en aquella contienda.Sin embargo, este galardón no le sirvió a Salli Joseph para salvar la vida, pues terminaría muriendo en Auschwitz junto a Martha, su mujer. Antes de ser asesinado, envió a su hija Margot esta Cruz, muestra perenne de su valor, que ahora podemos ver en la exposición junto a la fotografía de la familia.

Corazon Auschwitz
Este pequeño libro es conocido como «El corazón de Auschwitz».

Y qué decir de la conmovedora historia que hay detrás del pequeño Corazón de Auschwitz . Este diminuto objeto (reproducción del original), es todo un monumento a la amistad; un minúsculo libro en forma de corazón que, a pesar de los escasos medios de que disponía y el riesgo que suponía de ser descubierto, elaboró la prisionera Zlatka Pitluk y fue firmado por 19 mujeres más con mensajes de esperanza y buenos deseos en el cumpleaños de su compañera Fania Fainer.

O lo que puede esconder un simple anillo de hojalata. El regalo que su prometido hizo a la checa Zdenka Fantlova antes de que ella llegara a Auschwitz. Él nunca regresó, pero Zdenka sobrevivió gracias al coraje y las ganas de vivir que ese sencillo anillo le brindaron durante todo su encierro.

Historias, en definitiva, que nos acercan -aunque nunca podremos llegar a comprender del todo- a los que vivieron sus propias carnes lo peor que un ser humano puede hacer otro.

Es una exposición larga -para verla bien se necesitan no menos de cuatro horas- pero muy necesaria. Porque, como dijo, Primo Levi, otro superviviente de Auschwitz: “Ocurrió. En consecuencia, puede volver a ocurrir: esto es la esencia de lo que tenemos que decir. Puede ocurrir y puede ocurrir en cualquier lugar”.

Por eso la memoria es imprescindible. Que nadie les deje en el olvido.

Imágenes | Exposición «Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos» (Centro de Exposiciones Arte Canal)

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