Se conoce como cripsis el fenómeno por el cual algunos seres vivos se ocultan en el entorno, adoptando parte de sus cualidades, con el fin de pasar inadvertidos ante otros, bien como mecanismo de defensa, bien para facilitar su labor depredadora.En una sociedad convertida en escaparate permanente por obra y gracia de internet y las redes sociales, en la que la invisibilidad, incluso la simple discreción, en un valor a la baja, resulta aún más excéntrica y comprometida la propuesta del artista chino Liu Bolin, que expone su obra en Madrid.
Tal como explica Ronnie Saravo, directora de la galería Odalys, «en la obra de Liu Bolin la figura y el fondo se diluyen, haciéndose constar la presencia humana de manera casi imperceptible, pues esta ya no es un factor determinante con su entorno y su existencia no es más que un simple testigo mudo ante los fenómenos que suceden, inevitablemente, a su alrededor. Su entidad se desvanece en un halo de misterio presente entre la realidad de su ser y el escenario que subyace a sus espaldas».
liu bolin nos invita a la clandestinidad
«La obra de Liu Bolin -añade- se manifiesta como una invitación formal hacia la clandestinidad, pero no como vía de escape ante el sistema establecido, sino como una acción de protesta activa que evoca nuestro instinto básico de supervivencia».
Saravo nos cuenta, en la presentación de la exposición, que este camuflaje, más allá de suponer un reto a algunos de los conceptos teóricos más trabajados en el arte contemporáneo, como es la figura y el fondo, engloba una metáfora referente a la imposibilidad del ser humano tradicional, en la sociedad contemporánea, de intervenir en las decisiones que definen su forma de vida.
En la exposición de la galería Odalys destacan obras con carácter político y social como Gun Rack o aquella realizada con el apoyo del artista urbano Rero, obras de discurso ecológico-social como Forest y Bull-dozer y, muy especialmente, obras que nos trae reminiscencias a íconos del arte universal como Starry Night y Liberty Leading the people cuya maestra reinterpretación rinde homenaje en el contexto actual postmoderno.
una sociedad líquida
Dice Liu Bolin que “a veces el arte no es sólo un reflejo del pasado, puede ser también una alarma para el futuro”. Así, según el crítico de arte Víctor Zarza, «su afán de desintegración se deriva de la disolución psicológica del ciudadano actual como consecuencia de los distintos procesos (sociales, políticos, económicos, tecnológicos…) a los que se encuentra sometido, tras la cual se asoma esa condición líquida que define la incertidumbre y precariedad de la existencia humana desde la perspectiva de Zygmunt Bauman«.
«Sin embargo -puntualiza el experto- Liu Bolin no quiere presentarnos un horizonte cuyo único punto de fuga sea la catástrofe. Si su discurso se formula en términos críticos (“la crítica social ha sido siempre el tema central de mi obra”, afirma Bolin) es para efectuar una llamada de atención, en la misma medida que para promover la reflexión en torno a los problemas -locales y universales- del hombre actual. Como artista, lo hace a través de la imagen».
liu bolin y el teléfono móvil como metáfora
En esta colección de fotografías, señala Víctor Zarza, «no podían faltar algunos de los elementos de mayor uso masivo, como el teléfono móvil, en el que se concentran una serie de circunstancias que pueden definir el signo de nuestro tiempo: la hiperconectividad (abordada por Jean Baudrillard en clave apocalíptica), la multifuncionalidad, el auge de lo tecnológico y su vertiginoso desarrollo -que ha instituido una nueva categoría para la obsolescencia- así como la imparable guerra comercial entre las numerosas empresas. El teléfono móvil ha traspasado la barrera del objeto utilitario para convertirse en uno de distinción, sin el cual resulta casi imposible estar integrado en el mundo actual».
En varias ocasiones Liu Bolin se ha retratado con el cuerpo cubierto de teléfonos y otros objetos que inundan nuestra existencia y que hablan de la avidez consumista, componiendo una figura metafórica bien elocuente a este respecto; en sintonía con lo que ya planteara, en medio de un escenario terrorífico, el realizador Shinya Tsukamoto en el film “Tetsuo” (1989), donde el ser humano desaparece bajo un indescifrable cúmulo de chatarra tecnológica.