Lobos mutantes de Chernóbil desarrollan capacidades anticancerígenas

lobo de chernóbil

La población de lobos que viven en la Zona de Exclusión de Chernóbil (ZEC) parece haber desarrollado mutaciones protectoras que aumentan sus probabilidades de sobrevivir al cáncer.

Cara Love, bióloga evolutiva y ecotoxicóloga de la Universidad de Princeton, ha estado estudiando a los lobos de Chernóbil durante una década y ha resumido sus hallazgos en un comunicado publicado en la web de la Sociedad de Biología Integrativa y Comparativa en Seattle.

En 2014, Love y sus colegas fueron a la ZEC, colocaron collares a los lobos y les extrajeron sangre para comprender las respuestas de los animales a la radiación que causa cáncer. Usando estos collares GPS especiales equipados con dosímetros de radiación, obtuvieron mediciones en tiempo real sobre dónde se encontraban y cuánta radiación recibían. Así descubrieron que los lobos de Chernóbil están expuestos a un nivel de radiación todos los días durante toda su vida que es más de 6 veces el límite de seguridad legal para el trabajador humano promedio.

El equipo liderado por Love descubrió que los lobos de Chernóbil tienen sistemas inmunológicos alterados, similares a los pacientes con cáncer que se someten a radioterapia. Y lo más prometedor es que ha identificado regiones específicas del genoma del lobo que parecen proteger frente a un mayor riesgo de cáncer. La mayoría de las investigaciones en humanos han encontrado mutaciones que aumentan el riesgo de cáncer, pero el trabajo de Love espera identificar mutaciones protectoras que aumenten las probabilidades de sobrevivir al cáncer.

más mutaciones en chernóbil

Estas posibles mutaciones de los lobos de la ZEC de Chernóbil no son las únicas que se han detectado en animales.  Germán Orizaola, biólogo de la Universidad de Oviedo, y especialista en Zoología, lleva desde 2016 investigando los efectos de la radiación en la fauna salvaje de la inesperada reserva natural en que se ha convertido la vasta zona que rodea a la central.

Tras el accidente de la central nuclear y la evacuación de las 350 000 personas que residían tanto en Chernóbil como en Prípiat, a tres kilómetros de la planta, la zona se ha convertido de forma involuntaria en una enorme reserva natural con una superficie de 4500 kilómetros cuadrados. Una extensión que supone más de la mitad de la comunidad autónoma de Madrid.

En un radio de 30 kilómetros partiendo de la central nuclear queda limitada la llamada zona de exclusión. Allí habitan en la actualidad osos, alces, linces, bisontes, caballos salvajes de la casi extinguida raza Przewalski, la mayor población de lobos de Europa y cientos de especies de aves y anfibios.

Tal como explicó a Nobbot, Oriozola ha observado que, después de 15 generaciones, muchos anfibios presentan una mayor diversidad genética, más mutaciones y, además, una coloración más oscura de la piel. «En cierto modo, estas mutaciones podrían haberles protegido de la posible radiación», señala.

En bacterias, el equipo del investigador de la Universidad de Oviedo ha comprobado que hay algunos tipos que aprovechan compuestos radiactivos para su metabolismo, convirtiéndose en radioresistentes. «Esto supone una derivada muy interesante para áreas como la ciencia espacial», afirma.

En cuanto a mutaciones en humanos, el investigador recuerda que se publicó en ‘Science’ un estudio muy potente sobre la gente que estuvo expuesta a la radiación de Chernóbil y la conclusión fue que no ha pasado a su descendencia ningún tipo de cambio genético. «Es importante saber esto, pues en la sociedad ucraniana aún había mucha incertidumbre y gente que no quería casarse con originarios de Chernóbil», señala.

Por desgracia, el COVID-19 y la guerra en curso en la región han interrumpido el trabajo de equipos de investigadores como Love u Oriozola en la zona. Esperemos que, cuanto antes, la Ciencia que busca comprender y mejorar la vida vuelva a ocupar el lugar donde hoy reina la muerte.

Image by Vincent Boulanger from Pixabay

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