Lucien Freud y su pintura hecha carne en el Museo Thyssen

Lucien FreudEl Museo Nacional Thyssen-Bornemisza reúne más de medio centenar de obras de Lucien Freud que muestran las siete décadas de producción de uno de los artistas europeos más significativos del siglo XX.

 Subversiva, incisiva y en ocasiones indecorosa, la pintura de Lucian Freud, a contracorriente de las tendencias abstractas o conceptuales que se fueron sucediendo a su alrededor, estuvo siempre dedicada a la representación del cuerpo humano y a retratar al hombre contemporáneo. Lo que verdaderamente le interesa a Freud es descubrirnos la pintura sobre la pintura, su personal reflexión meta-artística y la “intensificación de la realidad” que siempre quiso alcanzar.

Desde sus primeras obras, de mediados del siglo XX, de una minuciosidad primitivista y un cierto aire neorromántico y surreal, Freud toma partido por el arte figurativo y adopta una postura de resistencia en medio de las corrientes abstractas dominantes. El artista muestra ya su personalidad y su forma de pintar, con un trabajo lento y una pincelada meticulosa para las que utiliza pinceles muy finos.

lucien freud y francis bacon

Los retratos de Caroline Blackwood, su segunda mujer, como Muchacha en la cama (1953) y Muchacha con vestido verde (1954), o la inquietante escena de Habitación de hotel, expuesto en el pabellón británico de la 27ª Bienal de Venecia, en 1954, marcan el final de su primera etapa. A partir de entonces pinta de pie, moviéndose alrededor de sus modelos, con una proximidad física que le permitía apreciar los más mínimos detalles. Utiliza pinceles más gruesos y, por influencia de Francis Bacon, su pincelada se vuelve suelta y empastada, pero su forma de trabajar sigue siendo precisa, lenta y pausada, para captar la esencia de sus modelos.


A medida que crece su fama, en contadas ocasiones Freud acepta encargos de personajes que le merecían respeto o admiración. Previamente debían aceptar sus severas condiciones sobre la forma de posar o la duración de las sesiones, siempre en su estudio. Estas obras siguen la tradición de los retratos de poder de Rubens o Velázquez, con los modelos sentados con las manos apoyadas en los brazos de la silla o sillón y una actitud de introspección.

“Quiero que la pintura actúe como si fuera carne”, manifestaba el artista en 1982, un lema en consonancia con la carnalidad matérica de sus rostros y cuerpos y con su habilidad para pintar la textura de las carnaciones.

La vigorosa representación de la carne en el lienzo es quizá el elemento más destacado y repetido en la larga carrera de Lucian Freud. Comienza a pintar desnudos en los años 1960, pero es sobre todo en las últimas décadas cuando sus retratos de Leigh Bowery y Sue Tilley le convirtieron en pionero de la representación de cuerpos no normativos con gruesos empastes, como sedimentos del paso del tiempo.

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