El Miró más metódico y el más indisciplinado, unidos en el IVAM de Valencia

El IVAM (Institut Valencià d’Art Modern) acoge la exposición Miró. Orden y Desorden con el objetivo demostrar la faceta más heterodoxa del artista a través de 200 obras entre pinturas, esculturas, dibujos, cerámicas, carteles y piezas vinculadas con las artes escénicas, procedentes de una quincena de instituciones nacionales e internacionales, como el Museo Reina Sofía, el Museo Thyssen Bormemisza, la Fundación Juan March de Madrid, el MACBA, la Fundació Joan Miró, la Fundació La Caixa de Barcelona, el museo Es Baluard, la Fundació Pilar i Joan Miró de Palma, o el Museo Boijmans Van Beuningen de Róterdam.

Se trata de la primera exposición que dedica el museo valenciano a quien es considerado uno de los máximos representantes de la pintura española del siglo XX, precisamente en el año en el que se cumple el 125 aniversario de su nacimiento. La exposición, comisariada por Joan Maria Minguet Batllori, doctor en Historia del Arte y profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona, trata de mostrar la capacidad que el artista ejerce sobre el espectador para perturbar, activar, revelar o transformar su mirada. Miró fue capaz de crear un mundo ordenado para luego subvertirlo.

Fue una persona metódica, tal y como atestiguan la documentación, fotografías y dibujos preparatorios de sus obras. Pero al mismo tiempo, ese orden y ese método se alteraban con unos ingentes deseos de experimentación. Fue un artista que quiso ‘asesinar la pintura’ en 1927, pero que no dejó de pintar durante cuarenta y cinco años. Maldijo la perversión del mercado del arte, pero sostuvo su economía a través de galeristas de gran proyección.

Orden y desorden

La muestra se divide en cinco salas. La primera de ellas aborda los primeros años del artista, que se pueden considerar como una etapa de su vida en la que imperó el orden. El creador no puede destruir, desordenar lo ordenado, sin haber pasado antes por el aprendizaje del arte como técnica, del oficio como amarre. Los inicios de Miró fueron balbuceantes, pero dentro del orden pautado. Estudió en la Escuela Superior de Artes Industriales y Bellas Artes (La Llotja); más tarde se inscribió en la Escuela de Arte de Francesc d’Assís Galí y asistió a sesiones de modelo en el Cercle Artístic Sant Lluc. Participó en exposiciones colectivas y colaboró con revistas del momento. Por último, cabe destacar su primera exposición individual de obras figurativas de tradición  mediterránea, que fue un todo un fracaso. No vendió ni una obra y fue vapuleado por la crítica.

Es en aquel momento cuando decidió marchar a París en 1920 donde se liberó de los corsés de la tradición en la que había querido situarse y se concentró en buscar su propio lenguaje pictórico. A partir de entonces en sus obras se produjo un desapego mayor hacia los referentes y una transformación de ésto en signos. Aquí es donde viene el desorden dentro del orden. Miró parte de la realidad, pero la transmuta, la traduce a una serie de signos que lo acercan a una abstracción inquietante para el espectador. Y así fue capaz de crear un alfabeto visual propio, aparentemente sencillo, pero de granprofundidad y variedad de sentidos. Un alfabeto que nace de la observación de la realidad y de la poetización o, como a él le gustaba decir, de la espiritualización de la realidad.

Figuras y monstruos

La segunda sala muestra la experimentación en su obra pictórica en el trabajo de representación. En los años treinta algunos de sus signos empezaban a mostrar rasgos que
representaciones de seres humanos. Unas veces se trata de personajes dislocados, de monigotes turbadores o garabatos deformes, que encierran un debate entre realidad y ficción, entre fascinación y monstruosidad, entre orden y desorden. Obras como Composición (mujer, tallo, corazón), 1925 o Pintura (sobre masonite), 1936 incluidas en la exposición muestran ese diálogo, debate o pugna entre la realidad y un mundo propio.

Lo simple como solución a la complejidad

La tercera sala aborda la explosión de indisciplina absoluta que supuso la serie de telas quemadas para su exposición en el Grand Palais en 1974. A los ochenta años, cuando se suponía que un artista que empezó en el mítico período de vanguardias ya estaba en declive, quiso demostrar que estaba más vivo que nunca. Y lo planteó utilizando el fuego para desmantelar la representación, para situar el lienzo en otro orden. O en otro desorden, como se observa en obras como la obra de 1973 titulada Tela cremada. Era un intento de llevar la pintura a sus últimas consecuencias, a su más absoluta desmaterialización. Quiso cuestionarse de qué modo la pintura es un buen instrumento para concebir la representación.

Miró grafitero

La cuarta sala aborda una de las obsesiones de Miró: desplazar el gestocreativo desde el mundo minoritario del arte a la calle y al teatro. Lo consiguió en 1969 con una performance pictórica en el edificio del Colegio de Arquitectos de Barcelona. En colaboracion con el grupo Stuio PER, realizó una pintura efímera en los cristales exteriores del Colegio sobre unas inscripciones de claro contenido político, de reivindicación de las libertades. Sobre esa base, tal como se puede ver en el documental de Pere Portabella ‘Miró, otro’, que se exhibe en la sala, fue esparciendo por medio de una escoba los colores básicos de su imaginario.

Miró también fue un apasionado del mundo del espectáculo, un interés que se observa en su producción pictórica con series como la de los caballos de circo o su colaboración con los ballets rusos de Diaghilev. Esa dedicación al mundo de la escena tiene su colofón en la obra Mori el Merma, un espectáculo de la compañía Claca teatre con decorados, máscaras y polichinelas diseñados y pintados por Miró.

Ceramista y cartelista

La última sala presta atención a la cerámica y los carteles de Joan Miró. El artista encontró en la cerámica un laboratorio de experimentación paratrabajar con unas materias y unos procedimientos en los que el azar del fuego tenía la última palabra. En la obra de Miró, el cartel supone la captación instantánera de su mundo iconográfico y la posibilidad de llevar la provocación que sus signos generaban en las galerías o en los museos al centro de la vida pública. La muestra incluye el cartel titulado Aviat l’instant, 1919, pertenecientente a la Colección del IVAM, que Miró realizó para anunciar la aparición de la revista L’Instant.

Imagen: Joan Miró | Monsieur et Madamme, 1969. Museum Boijmans van Beuningen. © Successió Miró 2018

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