De Chagall a Malévich: el arte en revolución

Kazimir Malévich
Suprematismo, 1915-1916
Museo Regional de Bellas Artes Kovalenko, Krasnodar INV. ??-10432 ?-358
© The Krasnodar Regional Art Museum named after F.A. Kovalenko, 2018, provided with assistance from the State Museum and Exhibition Center ROSIZO

Hasta el próximo mes de marzo, abre sus puertas en la Fundación Mapfre la exposición De Chagall a Malévich: el arte en revolución, que reúne más de 90 obras y 23 publicaciones de los artistas acompañaron, anunciaron o glosaron lo que iba a ser el proceso revolucionario y el cambio de paradigma que conllevó su llegada, a partir de la Revolución de Octubre de 1917.

La muestra tiene como figuras de referencia a Marc Chagall y Kazimir Malévich, en la medida en que representan dos polos en las innovaciones de la vanguardia pictórica: el caso de Chagall, más poético y narrativo que abre el camino al surrealismo; el de Malévich, más radical y tendente a la abstracción geométrica. Entre ambos se despliega la obra de otros veintisiete artistas que trabajan la pintura y la escultura al tiempo que contestan los principios fundamentales de esas artes.

En el elenco de creadores es destacable la presencia de una importante nómina de mujeres artistas, cuyo trabajo resultó fundamental en el desarrollo de las vanguardias rusas previo y posterior a la Revolución de Octubre. Entre otros, Natalia Goncharova, Liubov Popova, El Lisitski, Vassily Kandinsky o Alexandr Ródchenko, así como de una selección de artistas responsables de la renovación del campo del diseño gráfico, que vive un extraordinario desarrollo en esas décadas de fervor creativo y compromiso político.

El paseo, de Marc Chagall, 1918.

Chagall, Malévich y muchos más

La exposición se organiza en torno a cuatro ejes:

  • Mujeres artistas: En la época inmediatamente anterior y posterior a la Revolución de Octubre de 1917 los artistas trabajaban unidos para acabar con tradiciones y jerarquías anticuadas e imaginar una sociedad nueva. Estos objetivos permitían y, de hecho, fomentaban la participación de mujeres. Esta exposición incluye obras maestras de Xenia Ender, Alexandra Exter, Natalia Goncharova, Liubov Popova, Olga Rózanova, Varvara Stepánova, y Nadiezhda Udaltsova.
  • Neoprimitivismo, tradición y modernidad: Bien entrada ya la primera década del siglo XX, destacados artistas rusos, ucranianos y de ascendencia judía dieron vida al neoprimitivismo, movimiento nacional que combinaba un renovado interés en las formas tradicionales del arte popular ruso con las técnicas pictóricas del posimpresionismo, tan en boga en ese momento en París y Múnich. Aunque seguían practicando géneros clásicos —tales como el paisaje, el desnudo, el retrato y la naturaleza muerta—, estos artistas, entre ellos Marc Chagall, Natalia Goncharova, Piotr Konchalovski, e Iliá Mashkov, aplicaban a sus escenas los vivos colores del expresionismo, así como las superficies planas y las texturas propias del cubismo.
  • Suprematismo, geometría abstracta: El Suprematismo era una corriente artística radical cuando fue introducida en Rusia por Kazimir Malévich alrededor de 1913. Las composiciones suprematistas basadas en formas geométricas eran totalmente abstractas. Este movimiento dotó a los artistas revolucionarios de los instrumentos necesarios para crear una estética innovadora para una nueva utopía. Libres de la carga de la representación, las formas reducidas encarnaban, según Malévich, «la supremacía del sentimiento puro en el arte creativo».
  • Pintar en cuatro dimensiones: Al igual que los cubistas, el artista Mijaíl Matiushin quería acceder a una cuarta dimensión, potenciando la conciencia respecto al entorno. Este proyecto solo podía ser implementado por un artista visionario que, mediante la práctica de sus capacidades perceptivas, fuera capaz de reconocer la complejidad y la simultaneidad del espacio y expresarlo de forma visible. Las teorías y enseñanzas de Matiushin le llevaron a crear junto a sus alumnos Borís y Xenia Ender representaciones novedosas de la naturaleza en dos dimensiones. Sus obras, basadas en entornos y fenómenos naturales, funcionan esencialmente como paisajes, aunque tienen poco que ver con las convenciones tradicionales del género.

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