Échalo en falta y verás lo que vale. La frase ya la decían los coetáneos de Maricastaña sin que en estos días haya perdido vigencia. Basta con pensar en lo que sucede cuando el barrio se queda a oscuras por una avería eléctrica, o cuando el fontanero deja a la comunidad de vecinos sin agua en grifos, duchas y cisternas. Una curiosidad parecida me asaltó hace cuatro años. Me propuse resistir un día sin móvil para luego contarlo en un reportaje del suplemento tecnológico de elEconomista.
La ayuda de las redes sociales para encontrar voluntarios fue decisiva. «¿Quién se atreve a no utilizar el móvil durante un 24 horas?«, incité a través de Twitter y un centenar de valientes se alistaron al experimento. Este año se ha establecido el 6 de julio como fecha del apagón y cada cual establecerá, como siempre, sus reglas. Durante estos años, la mayoría hizo votos para no encender el terminal, otros prometieron no conectarlo a la red, algunos extendieron la desintoxicación a las tabletas y varios optaron por no consultar Whatsapp, Facebook ni Twitter.
un día sin móvil y sin entretemiento en el váter
Esa misma jornada sin móvil se ha ido repitiendo con la misma filosofía del inicio. ¿Qué invalidez provoca la ausencia del smartphone? ¿Qué ansiedad te ofusca cuando no toqueteas el terminal las 150 veces al día habituales? ¿Cómo te entretienes en la taza del váter? ¿Cómo ocupas el tiempo con ‘guasaps’ intrascendentes? ¿Cómo demonios se utiliza el teléfono fijo si la agenda de contactos está en el dispositivo? ¿Cómo despertarse sin la alarma del celular? ¿Cómo se mide la eternidad de un viaje en transporte público sin el dichoso terminal? ¿Qué mundo nos espera si vivimos rodeados de seres asociales en las distancias cortas?
¿el principio del fin de la humanidad?
Hace cuatro años irrumpieron conceptos que el tiempo se ha encargado de consolidar. Es el caso de «nomofobia» (el miedo a salir a la calle sin el móvil), o el «phubbing» (la conducta de ignorar al prójimo por atender al móvil). De hecho, la asociación Stopphubbing.com condena el uso irresponsable del móvil, lo que puede derivar en el «principio del fin de la Humanidad».
La adicción colectiva ha crecido de forma alarmante desde aquel primer ‘Día sin móvil’. No sería extraño que los académicos de la Lengua tuvieran que aceptar el verbo ‘pokemonear’, como ya han hecho los sajones. En 2013 uno se asombraba al comprobar que el 60% de los jóvenes alemanes de entre 14 y 19 años preferiría prescindir de pareja antes que de móvil. Ese dato del Instituto Forsa ya no causa extrañeza. El asunto puede ser grave. Tanto, que la campaña viral atribuida a Coca-Cola y que proclama el ‘Media Guard’ como el mejor producto del siglo, podría convertirse en una inquietante realidad.
Desde aquí les invito a mirar la vida de frente, sin pantallas de por medio, por lo menos un día al año (que no hace daño). Así que apunten ya en su agenda el 6 de julio de 2017… si no han marcado un plan mejor en la agenda de su móvil.