Isidoro Tapia: “La tecnología permitirá afrontar el cambio climático sin renunciar a los estándares de vida que tenemos”

Isidoro Tapia, experto en energía.

Resumiendo mucho, se podría decir que existen dos aproximaciones al cambio climático. La optimista, que asume el problema, pero dice que aún estamos a tiempo de solucionarlo y que existen soluciones (sobre todo tecnológicas) para ello. Y la pesimista, que dice que ya hemos ido muy lejos y que no hay marcha atrás en la degradación del planeta. 

Isidoro Tapia, experto en temas energéticos que ha asesorado al Gobierno español y que ha sido secretario general del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), acaba de publicar ‘Un planeta diferente, un mundo nuevo’. Es un libro optimista, aunque no esconde que el desafío medioambiental es gigantesco y necesita una respuesta rápida y sobre todo coordinada. Y que ya ha empezado a alterar la forma en que vivimos. 

  

– Usted cree que el problema climático tiene solución. ¿Por qué?

Me apunto sin complejos la versión más optimista, aunque creo que el reto que tenemos por delante es gigantesco, porque se trata de transformar la estructura productiva a nivel mundial. Básicamente, transformando economías muy basadas en combustibles fósiles en economías donde el impacto del CO2 se reduzca prácticamente a cero. 

Y es que tenemos en los últimos años razones para ser optimistas. Uno mira cómo ha progresado en los últimos años la energía fotovoltaica y la reducción de los costes ha sido espectacular. En la fase experimental, estas tecnologías suelen tener crecimientos planos, pero cuando llegan a una cierta escala, todo avanza muy rápidamente.

Esto también lo vemos con el almacenamiento eléctrico. Y está habiendo muchos avances con el hidrógeno. El arsenal de tecnologías para lograr nuestros objetivos es muy amplio. 

La pandemia, además, nos deja una buena enseñanza. Lo que realmente ha funcionado en el último año es la tecnología, sobre todo la de las vacunas. Mucho más que la acción de los estados, por ejemplo. Y con el cambio climático nos podemos encontrar con algo parecido. Yo confío en que si alguna vez nos asomamos al abismo climático, seamos capaces de responder tan rápido como lo hemos hecho con la pandemia y las vacunas. 

“Cada vez vamos a pasar más tiempo dentro de edificios y en casa porque el clima va a ser menos benigno”

Creo que la tecnología permitirá afrontar el cambio climático sin renunciar a los estándares de vida que hemos alcanzado. Más que dejar de comer carne, por ejemplo, creo que tenemos que aprender a producir la carne con menos CO2. De hecho, la Agencia Internacional de Energía cuantifica esto. Y dice que un 60% de la solución al problema de la carne vendrá de tecnologías que no conocemos al día de hoy, un 30% vendrá de tecnologías que sí conocemos y solo un 10% será debido al cambio de hábito de los consumidores.  

– Usted reconoce que el cambio climático no es la única encrucijada a la que se ha enfrentado la humanidad, pero sí quizá la más compleja de gestionar. Sobre todo porque se necesita coordinar a muchas partes: ciudadanía, economía, política… Y todo al mismo tiempo. Sin embargo, por el momento el resultado no es muy alentador. La mitad de los países del G-20 se saltan los objetivos del Acuerdo de París, que es la hoja de ruta mundial para el evitar el calentamiento global. 

Es peor incluso de lo que comentas. No es solo que los países no estén cumpliendo. Hace poco la Agencia Internacional de Energía sacó el informe ‘Net Zero para 2050: una hoja de ruta para el sector energético mundial’, donde decía que incluso si los países cumplen con los objetivos ya marcados, solo llegaremos a una reducción del 50% de las emisiones necesarias para que el incremento global de la temperatura se quede en el rango de entre 1,5 y 2 º C, que es lo que se entiende por un riesgo manejable.

Efectivamente, vamos lentos. Se trata de descarbonizar la economía y de que un sector como el del transporte cambie por completo en cuestión de 20 o 30 años. Son miles de millones de vehículos que deben cambiarse. Y lo mismo deberá pasar en sectores como la construcción o la industria. 

“La manera más rápida de reducir emisiones es tener menos hijos. Si hay menos población, hay menos efectos sobre el clima” 

La montaña que tenemos que subir es tan alta que es difícil ponernos de acuerdo sobre por dónde tenemos que hacerlo. Y sobre cómo nos vamos a repartir el esfuerzo. El Protocolo de Kyoto, que es el gran acuerdo anterior a París, le decía claramente a cada país cuántas emisiones debía reducir. Y aquel sistema, más rígido, tampoco funcionó. Por eso en París se apostó por un modelo más flexible, que partía de un mínimo común denominador y con la esperanza de ir generando luego una dinámica positiva, con países en avanzadilla que fueran seguidos por el resto.  

– Esta dinámica de objetivos alcanzables que comprometen a muchos fue la que, por ejemplo, logró solucionar el problema del agujero de la capa de ozono ¿verdad?

Efectivamente. Tuvimos una reducción importante del ozono, pero en el año 2050 se calcula que podría haberse recuperado el nivel perdido. Las lecciones que nos deja este episodio son dos. Por un lado, funcionó que la cooperación internacional fuese muy flexible y que los objetivos se fueran incrementando poco a poco. Y esto inspira luego el Acuerdo de París. Y, por otro lado, el caso del ozono dejó claro que la solución pasa por la implicación de las empresas industriales. Las empresas interiorizan que tienen que cambiar las formas de producción.   

– ¿En qué punto del cambio climático estamos hoy y de cuánto tiempo disponemos realmente para reaccionar y evitar lo peor?

Yo en el libro intento hacer al revés de lo que proponen otros libros o documentales. En vez de irnos al año 2050 y describir cómo va a ser el planeta en ese momento, yo propongo partir del presente y tratar de ver cómo va a cambiar el planeta conforme el cambio climático se va produciendo. Y qué cambios va a tener en la manera de vivir, incluso si no se llega a las peores consecuencias. En el libro hablo de cómo va a cambiar la vida personal, familiar, empresarial, ciudadana, etcétera. E incluso cómo va a cambiar la discusión política. 

– ¿Y cómo cambiará nuestra vida cotidiana? 

Cada vez vamos a pasar más tiempo dentro de edificios y en casa porque el clima va a ser menos benigno. Este cambio climático se va a notar mucho en algunos lugares, con más episodios de calor y momentos de precipitaciones torrenciales. Además, habrá más confinamientos por olas de calor extremo o porque sea necesario reducir el transporte y evitar la contaminación en las ciudades. 

Con la pandemia hemos tenido que vivir mucho en casa y hacer mucho teletrabajo. Y eso ha sido un pequeño ensayo de lo que tendremos que afrontar en el futuro con el cambio climático. 

También va a cambiar la demografía. Cada vez vivimos más años y, al mismo tiempo, cada vez tenemos menos hijos. Y estos fenómenos se van a intensificar con el cambio climático. A temperaturas más altas, menos capacidad reproductiva. Además, cuando pensamos en reducir nuestra huella climática, pensamos en reducir el uso del coche o el avión o en reciclar más. Pero un estudio polémico de hace unos años decía que la manera más rápida de reducir emisiones es tener menos hijos. El cambio climático es un fenómeno antropogénico, que tiene como causa al hombre. Con lo cual, si hay menos población, hay menos efectos sobre el clima.  

– Por todo esto usted dice que caminamos todos hacia una sociedad como la japonesa. 

Sí, efectivamente, en Japón ocurren cosas hoy que serán mucho más habituales en el resto del mundo en los próximos años. Una es la baja natalidad. Otro fenómeno es el de la esperanza de vida. Y el tercer elemento es el de la escasez de espacio. Japón, al ser una isla, desde siempre ha tenido un escasez secular de todos los recursos. 

La población se va a concentrar cada vez en menos sitio y, sobre todo, en torno a ciudades. Si ahora hay un 50% de la población del planeta en las ciudades, a finales de este siglo estará el 90% viviendo en urbes.

Además, en Japón es mucho más habitual que en muchos países que tres generaciones convivan en una misma casa. Se trata, otra vez, de optimizar espacio y recursos, compartiendo gastos. En Japón, el 30% de las personas mayores de 65 años viven con sus descendientes, que es el doble que en Estados Unidos. En España estamos en un término medio, y yo espero que cada vez vayamos acercándonos más a Japón.   

– ¿Por qué ha sido la de Siria la primera ‘guerra climática’? ¿Y qué otros conflictos podríamos ver en el futuro desencadenados por el medio ambiente?

En Siria hubo una sequía muy fuerte en los años inmediatamente anteriores a 2011, cuando se desencadena el conflicto armado. Como consecuencia, se produce un desplazamiento interno de la población, que es lo que altera el equilibrio político. No es la única razón del problema, pero sí es lo que ha llevado a algunos autores a hablar de la primera guerra climática. 

“En Japón, el 30% de las personas mayores de 65 años viven con sus descendientes. Y yo espero que cada vez vayamos acercándonos más a ese modelo”

Creo que estos episodios los seguiremos viendo en el futuro. La ausencia de agua o de territorios habitables provocará desplazamientos súbitos de la población súbitos. Estas migraciones no solo supondrán el traslado de gente joven y en edad de trabajar, que siempre suele ser bien recibidas en los países de acogida. También moverán a población mayor que está en un momento más de recibir que de aportar. Y esto creará muchas tensiones. 

– Adaptar el sistema económico es clave para frenar el cambio climático y reducir el consumo energético y las emisiones. ¿Están las empresas moviéndose al ritmo que debieran o por el momento hacen más marketing (el famoso greenwashing) que otra cosa en torno a la sostenibilidad?

Yo diría que todo ayuda. Incluso las actividades más decorativas pueden acabar arrastrando a las propias empresas. Además, hay una transformación profunda en muchos sectores empresariales en los últimos años. En el sector financiero, la preocupación por los riesgos del cambio climático y la respuesta de las empresas está en la agenda. 

Los bancos prestan dinero a compañías que están expuestas a la evolución del clima. No hay banco que no tenga en cuenta aspectos medioambientales a la hora de hacer su plan de negocio, preguntándose cuánto riesgo tiene acumulado en su balance relacionado con este tema. 

En el sector de los seguros también esta preocupación está muy presente. Hoy las pólizas cubren una mínima parte de los daños que podrían tener las propiedades aseguradas con inundaciones producidas por el cambio climático. 

“Seguimos viendo este escenario de cambio climático como algo muy lejano. Como algo apocalíptico”

Las empresas energéticas, como las petroleras, tienen el problema de los los llamados ‘activos varados’. Hay un gran volumen de reservas de hidrocarburos que están apuntadas en sus balances, como parte de su patrimonio, y que podrían no ser extraídas del subsuelo por acuerdos como el de París. Y esto es una pérdida grande de valor para estas corporaciones. 

En el sector eléctrico se va a replantear cuándo y cómo consumimos. Lo estamos viendo ya con el cambio de franjas horarias en la factura de la luz. Afortunadamente, habrá sistemas inteligentes que desplazarán el consumo de luz del día a la noche y no tendremos que levantarnos a planchar a las cuatro de la mañana. 

Isidoro Tapia, experto en energía.

– ¿Cuál es el papel de los ciudadanos en este escenario de emergencia climática? 

Seguimos viendo este escenario de cambio climático como algo muy lejano. Desgraciadamente las películas y los documentales casi siempre nos lo cuentan así. Siempre vemos ciudades apocalípticas con un sol infernal o donde siempre está lloviendo. 

Y esto no es así. El cambio climático probablemente no ocurrirá de manera abrupta, aunque igual sí. Porque se deshielan los glaciares de la Antártica o porque el permafrost libera el metano que tiene almacenado y esto provoca una reacción climática en cadena. 

Pero yo quiero pensar que esos escenarios no ocurrirán. Y en ese caso, van a seguir pasando cosas. A mí me gusta más contar el cambio climático que está ocurriendo y está cambiando nuestra vida ya. Como una tendencia, como la digitalización, con la que tendremos que convivir. Y esto no lo tenemos interiorizado como consumidores.

– ¿Cuál es la relación entre ideología y la consideración del problema del cambio climático? Tengo la impresión de que la politización de la lucha por la sostenibilidad es el primer escollo para buscar consensos y soluciones. 

En mi libro hago un pequeño repaso y hablo de que el ecologismo en sus comienzos es un movimiento más escorado a la derecha que a la izquierda. En las elecciones americanas del año 1988, George Bush (padre), que era el candidato republicano, se presentaba como el candidato verde, mientras que Michael Dukakis, en representación del Partido Demócrata, llevaba como propuesta estrella incentivar la producción de petróleo y gas natural. 

“El cambio climático es como la digitalización. Ya está ocurriendo y está cambiando nuestra vida”

Luego, 20 años después, era Sarah Palin, del Partido Republicano, la que hacía famoso el eslogan “drill, baby, drill”, con el que llamaba a aumentar la producción de hidrocarburos.  

Yo creo que no es cuestión de derechas e izquierdas. Y lo ideal es que el cambio climático se convierta en algo transversal. Que haya un consenso claro sobre lo que está realmente pasando y que la discusión se centre en la mejor manera de darle respuesta.  

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Imágenes | Editorial Deusto

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