Lucas Gortázar: «La tecnología debe adaptarse a los procesos de aprendizaje y no al revés»

Hablamos con Lucas Gortázar, profesional independiente, especializado en el análisis de políticas públicas relacionadas con la educación, el mercado de trabajo y las políticas sociales. Trabaja como consultor para la Práctica Global de Educación del Banco Mundial. Además, ha colaborado en otros proyectos con el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el Departamento de Educación del Gobierno Vasco y la firma de consultoría KSNET y es un habitual del colectivo Politikon. Colabora con el Proyecto Atlántida de innovación educativa y la Fundación COTEC en una encuesta sobre el modelo profesional docente, para construir una propuesta lo más plural posible.

Diversos analistas coincidís en la necesidad de alcanzar un pacto educativo para adecuarlo a las nuevas necesidades de la sociedad actual y prepararla para el futuro. ¿Cuál debe ser el objetivo final de este pacto? ¿Qué elementos deben vertebrarlo? ¿Por qué no hemos llegado ya a ese pacto?

Después de las experiencias fallidas de pactos, que le transfieren a la palabra pacto un valor político grande y que por tanto lo ponen en riesgo, creo que hay que empezar a hablar de necesidad de política educativa de estado o política educativa transversal. Respondiendo a la última pregunta, el hecho de que no se haya llegado a ese consenso tiene mucho que ver con la politización del debate educativo por parte de los líderes políticos: cuando conviene polarizar, la debilidad del sector educativo ante la opinión pública hace que sea una de las banderas a agitar, en base a luchas ideológicas relevantes pero que siempre acaban secuestrando lo fundamental.

Dicho esto, el objetivo de dicha política parte de una premisa: que la superposición de modelos educativos trae inestabilidad, falta de claridad y caos en el sector. Y que, paradójicamente, esta superposición no han llegado a transformar del todo aquellos elementos fundamentales para que el sector educativo sea fuerte y a la vez flexible para afrontar los retos que vienen.

Hay muchas voces que han esbozado de varias maneras lo que podría suponer un corpus de la estructura de ese sistema educativo con la que una amplia mayoría de agentes y partidos políticos estaría de acuerdo: (i) un modelo de profesionalidad docente; (ii) un currículum sencillo y común para aprender más y aprobar menos; (iii) un modelo de evaluación interna y externa orientado a la mejora; (iv) un modelo de centro que combine participación y profesionalización en la gestión; (v) un sistema de financiación suficiente y equitativo, adaptado a las políticas y no al revés

– Has comentado en alguna entrevista que el modelo de gestión de la educación está obsoleto y debemos repensar nuevas fórmulas para innovar. ¿A qué fórmulas te refieres?

Creo que la política y administración educativa han estado ocupadas, desde los años 80, en gestionar recursos para universalizar el acceso de todos los alumnos, desde los 3 a los 18 años. Pero sabemos que ya no se trata tanto de derecho a la educación (del derecho al acceso a la escuela) sino más bien que ese derecho sea también un derecho a aprender. Para eso, toca que la administración se incorpore a esta agenda adaptando y ampliando sus estructuras y funcionalidades.

Hace falta que la administración sea un dinamizador de redes de centros, de innovadores locales, en definitiva, que conecte y facilite el trabajo a los que verdaderamente saben lo que hay que hacer.

Esto significa, probablemente, varias cosas. Por un lado, hace falta profundizar en las estrategias y objetivos de aprendizaje, desarrollar indicadores de hacia donde se quiere llegar y en qué momento, qué acciones se deben ir tomando y cómo vamos a monitorizarlo. Por otro lado, dar mayor flexibilidad y autonomía (y más capacidad y recursos) a los centros y redes de centros para organizarse de forma más orientada al aprendizaje. Y finalmente, dar más protagonismo a los agentes intermedios, como la inspección y los centros de formación de profesorado, que pueden jugar un papel fundamental en la implementación y apoyo de dichas estrategias.

– ¿Cómo ha afectado la reducción presupuestaria en estos años de la crisis en la calidad del sistema educativo?

Aquí se produce una paradoja, que es que la reducción presupuestaria y la crisis no han venido acompañadas, en media, de peores resultados. Se ha producido una reducción del abandono temprano (porque ya no había demanda de trabajo para jóvenes) y a su vez, los resultados en las pruebas competenciales, nacionales e internacionales, se mantienen e incluso mejoran. Esa es una parte de la historia, no hay duda.

La otra parte es que la calidad y la equidad van de la mano, y en ese sentido, la equidad de varios indicadores (como repetición, abandono o segregación) se está resintiendo mucho. Probablemente, la reducción presupuestaria haya tenido que ver, porque en muchos casos los recortes no han sido neutrales. Es decir, se han producido recortes en centros donde cada recurso extra marca la diferencia y esto hace que el gasto sea menos eficiente.

– ¿Hay una educación para alumnos pobres y otra para ricos? ¿Qué elementos se deben tener en cuenta para asegurar la calidad y equidad del sistema?

Creo que calidad y equidad son el reverso de la misma moneda. Si la equidad se resiente, se resiente la calidad, porque prácticamente no hay sistema educativo de calidad que no tenga buenos resultados de equidad.

Tenemos un sistema rígido que provoca a la vez falta de equidad y un porcentaje bajo de alumnos con muy buenos resultados. Y lo que ocurre es que en periodos con desafíos importantes (como la crisis económica) quien más se resiente son los alumnos de bajo nivel socioeconómico y eso es probablemente lo más sangrante.

– ¿Crees que informes como PISA o análisis de lo que se hace en otros países nos aportan pistas reales sobre qué hacer con el sistema educativo en España, con un contexto social diferente a, por ejemplo, el de Finlandia que siempre se toma como ejemplo?

Sin duda. Aportan mucho y también nos dicen muy claramente lo que no aportan. Desde el año 2000, España apenas ha variado su desempeño en PISA y otras pruebas internacionales, si tenemos en cuenta el error de medición de la prueba. Por tanto, a partir de un punto, PISA sirve para poco. Pero también es cierto que valdría la pena estudiar aquellos países que han mejorado mucho (o empeorado) y tratar de comprender, sin trampas ni selecciones ad hoc, qué han hecho países como Portugal, Polonia o Turquía para mejorar tanto en tan poco tiempo.

El problema de PISA trae consigo la apertura de un debate basado en datos que en muchos casos, no sabemos interpretar y, en otros, no aceptamos con honestidad. Pero eso no es culpa del mensajero. PISA es una bombilla más en el debate, pero no puede cegarnos de otros indicadores clave. En España, por ejemplo, repetición y abandono son mucho más importantes para entender ciertas dinámicas.

– No nos podemos olvidar de la formación de los profesionales docentes, ya que tiene  un papel esencial en el sistema educativo.  La Fundación Cotec  y el Proyecto Atlántida han realizado una encuesta donde invitan a toda la comunidad educativa a reflexionar  sobre la valoración de la situación actual, la visión profesional y los elementos que integran el ser profesor. ¿Crees que la voz de los docentes se tiene en cuenta a la hora de desarrollar políticas educativas?

Creemos que la docencia es la cuestión permanentemente aplazada desde la llegada de la democracia. Los docentes quieren y deben participar, y en eso estamos, porque hasta ahora se han contado poco. Estamos poniendo esfuerzo en abrir el debate de la manera más amplia posible, sin reducir la cuestión a un MIR si o un MIR no, o hablar exclusivamente de condiciones laborales.

De lo que se trata es que los docentes se sientan satisfechos de ejercer su profesión y que sientan orgullo de su carrera profesional y su trabajo.

– ¿Cuál es tu opinión sobre la introducción de elementos de competitividad y evaluación continua de la capacitación del profesorado en el sistema educativo público?

Son dos términos muy distintos. La competitividad en la gestión de la educación ha traído, en general, resultados muy por debajo de lo esperado en aquellos países desarrollados que lo han intentado. Y en el peor de los casos, dinámicas de frustración entre los docentes y aumento de brechas sociales entre los alumnos.

La evaluación continua del profesorado (y también de directores, inspectores, todos en definitiva) es un paso imprescindible para la mejora. Y en eso, debemos mejorar en el modelo de responsabilidad por el cual cada uno debe asumir un papel cuando los resultados de un centro educativo no son los adecuados. No para que eso implique más o menos remuneración, sino porque aceptar la responsabilidad que  tiene cada uno es el primer paso para poder mejorar. No se puede echar permanentemente la culpa, según se prefiera, a profesores, políticos o PISA cuando llegan unos resultados por debajo de lo esperado para un centro educativo o una comunidad autónoma.

– ¿Qué piensas sobre el uso de la tecnología en los centros educativos? ¿Y sobre la sustitución de la docencia presencial con formatos de aprendizaje online?

Creo que como en todos los ámbitos de la sociedad, y en la educación todavía más, el factor humano es insustituible. De hecho, es la tecnología la que debe adaptarse a los procesos de aprendizaje y no al revés. Aquellas herramientas que lo hagan serán útiles y tendrán impacto.

Fotografía: OLMO CALVO

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