Gonzalo Fanjul: «Todos somos migrantes en busca de prosperidad y protección»

Gonzalo Fanjul es investigador y activista contra la pobreza. Actualmente dirige el área de análisis de políticas de ISGlobal e impulsa la Fundación porCausa (periodismo e investigación contra la pobreza).

 Es investigador asociado para migraciones del Overseas Development Institute (ODI) de Londres, así como del think tank español CIECODE. También forma parte de la plataforma de expertos Los 100 de Cotec, impulsada por la Fundación COTEC, en concreto en el área de reducción de desigualdades, el décimo de los 17 ODS. Hablamos con él de esta cuestión, esencial para el futuro de todos, así como de xenofobia y emergencias humanitarias

xenofobia en la política

– El auge de fuerzas políticas xenófobas parece indicar que se impone la narrativa de la cuestión migratoria como problema y no como solución.  ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cómo revertirla?

Los sentimientos xenófobos siempre han existido, incluso en nuestro país. Pero ahora se han convertido en un problema generalizado porque cabalgan a lomos del nacional-populismo, que se extiende como una peste por medio mundo. Aunque este fenómeno está espoleado por miedos e incertidumbres que van mucho más allá de la inmigración, los migrantes –sobre todo los pobres, los musulmanes y los sin papeles– son el enemigo externo que justifica más soberanía y abre la puerta a agendas proteccionistas e involucionistas que actúan como una franquicia en diferentes países.

Para revertirlo hay que atacar algunas de las causas que lo han generado, como las obscenas desigualdades sociales y la debilidad de los sistemas de protección. Y, claro, trabajar de manera activa para que sociedades más cosmopolitas, integradas y diversas sean también sociedades más prósperas y seguras. En ese camino, el desafío de las narrativas cuenta tanto como el de las leyes y los presupuestos: la movilidad de los seres humanos es un fenómeno natural, atávico y esencialmente positivo; todos somos migrantes en la medida en la que todos nos movemos en busca de prosperidad o protección, aunque no siempre lleguemos a cruzar una frontera.

La xenofobia se ha convertido en un problema generalizado porque cabalga a lomos del nacional-populismo, que se extiende como una peste por medio mundo.

– Hablemos, pues, de la migración como solución, tanto en países de origen como de llegada. ¿Qué pueden aportan los flujos migratorios a la prosperidad global?

Sería más rápido responder que es lo que NO aportan. Las migraciones son, en primer lugar, un componente imprescindible de la prosperidad económica en los países de origen y en los de destino. Existe un consenso amplio entre los especialistas acerca de los beneficios en términos de generación de empleo, aportaciones fiscales e impulso a la productividad y la innovación.

Para las sociedades de las que vienen, solo las remesas que envían los trabajadores extranjeros multiplican por tres toda la ayuda internacional que reciben los países pobres cada año. A esto hay que añadir el papel de los migrantes retornados en la reforma democrática de sus sociedades, el impulso de economías más abiertas o el estímulo de formación para sus compatriotas.

La valla de Melilla, por @lularoal

porcausa.org y los medios de información

– Desde la organización Porcausa.org, que tú cofundaste, tratáis de aportar información veraz para elevar la calidad del debate público. ¿Qué responsabilidad tiene el periodismo sobre ese clima de opinión de rechazo al inmigrante?

Dejando a un lado los pseudo-medios con agenda política, el periodismo convencional actúa en este asunto como en todos los demás en este tiempo: de manera demasiado reactiva y con pocos recursos. Muy pocos medios cuentan con periodistas especializados o con margen de maniobra para profundizar en las historias, ofrecer el contexto que exige un tema tan complejo e ir más allá de la frontera Sur, por la que entra una parte minoritaria de los migrantes.

Y eso es exactamente lo que nosotros les aportamos, uniendo las capacidades de investigadores, periodistas y nuevos narradores que trabajan de manera conjunta para influir las conversaciones existentes y, sobre todo, abrir otras nuevas. En términos tecnológicos, somos una especie de plug-in que no busca sustituir, sino fortalecer a las organizaciones periodísticas o de investigación con las que actuamos.

El periodismo convencional actúa en este asunto como en todos los demás en este tiempo: de manera demasiado reactiva y con pocos recursos.

– ¿Y la política? ¿Crees que nuestros políticos abordan esta cuestión con el rigor necesario en sus intervenciones públicas?

Creo que, en general, actúan de manera cobarde y con una pavorosa falta de imaginación. Con franqueza, creo que este es el asunto relevante de interés público en el que la pasividad, el miedo y la homogeneidad de los partidos políticos más daño está haciendo al interés colectivo. No me gusta cuando la derecha antepone los patrioterismos de bandera a los intereses de los ciudadanos que viven en esa misma patria. Tampoco cuando liberales tuertos defienden la libertad de movimiento de una lavadora o de una inversión financiera, pero no la de un ser humano. Pero es que la izquierda no es muy diferente, salvo tal vez en la defensa de los derechos humanos: en la práctica, se limitan al control de daños y han renunciado a plantear alternativas radicales a un modelo migratorio roto. Curiosamente, no era así hace medio siglo.

Rescate en el Mediterráneo. Imagen de Open Arms

open arms y la crisis del mediterráneo

– Hablando de política e información, el bloqueo del barco de Open Arms en el puerto de Barcelona ha generado un apagón informativo sobre lo que sucede en el Mediterráneo que Óscar Camps atribuyó a un intento de evitar noticias negativas antes de las elecciones. ¿Crees que el votante español está tan concienciado con la tragedia que sucede frente a nuestras costas como para que esta cambie su intención de voto?

El español –como todos los demás– tiene el corazón en el lugar correcto y responde de manera humana a una crisis como la que estamos viviendo todavía en el Mediterráneo. Pero cuando los gobiernos, de uno y otro signo, ignoran sus obligaciones de protección internacional y hacen lo que están haciendo, muy pocos dan un paso adelante. La ausencia del tema migratorio y humanitario en las recientes campañas electorales son una prueba sólida de este desinterés. Cuánto de todo eso responde a la manipulación y cinismo de los partidos, y cuánto a nuestras cojeras éticas, eso debe considerarlo cada uno.

Las redes sociales pueden ser claves para colocar las emergencias humanitarias en la agenda y demostrar el interés social.

– En tu experiencia, ¿las redes sociales son una herramienta útil para llamar a la acción a la ciudadanía ante emergencias humanitarias? A veces la sensación es que los retuits o “me gusta” reconfortan conciencias y suplen un compromiso más efectivo.

Eso es cierto y hay que aspirar siempre a ir un poco más allá, comprometiendo algo de tu tiempo, tu dinero o tu capacidad de influencia. Pero las redes pueden ser claves para colocar un asunto en la agenda y demostrar el interés social. También para generar y expandir soluciones y propuestas, además de basura e insultos. No creo que sean una herramienta suficiente, pero sí necesaria.

– Las muertes del Mediterráneo son un fracaso de todos. ¿En tu opinión hay una estrategia europea ante la inmigración o solo existen movimientos tácticos que tratan de dar soluciones al hoy sin pensar en el mañana?

Hay una estrategia y es muy clara: controlar los flujos a toda costa. Para eso se levantan muros –físicos y tecnológicos–, se multiplican los centros de detención y se amenaza o soborna a países limítrofes para que nos hagan el trabajo sucio. Todo –incluso obligaciones internacionales como el derecho de asilo– está por detrás de esta prioridad.

Cuando algunos países de la UE como Alemania trataron de poner la voluntad común al servicio de la acogida y de una racionalización de la política migratoria, la respuesta de la mayoría fue ponerse de espaldas. España en primer lugar.

xenofobia y la industria del control migratorio

– ¿Quién gana con la actual política migratoria basada en el control del flujo de personas?

Económicamente, gana una miríada de empresas y organizaciones que conforman lo que nosotros hemos llamado la industria del control migratorio: empresas de defensa y seguridad, pero también de servicios e incluso ONG. También ganan fortunas fabulosas las mafias que se aprovechan de un sistema de puerta estrecha que los potenciales migrantes van a sortear antes o después.

Políticamente, se benefician quienes promueven el miedo como fundamento de la transformación social. Ese fenómeno del nacional-populismo, perfectamente coordinado y engrasado, ha crecido de un modo que ni podían soñar hace unos años.

– Pensando en el futuro, la globalización y la automatización de los procesos productivos puede incrementar la desigualdad y eliminar trabajos –ya lo está haciendo- que hoy son desempeñados tanto por inmigrantes como por naturales del país de acogida. ¿Cómo abordar esta nueva vuelta de tuerca en la evolución del mercado laboral?

Este es uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo, no solo por la inmigración. Con respecto a la desigualdad, creo que es fundamental distinguir entre generación de riqueza y generación de empleo. Si la sociedad es capaz de repartir de manera justa los beneficios de una economía menos dependiente de la mano de obra tradicional –hay propuestas como los ingresos mínimos vitales, que debemos discutir a fondo– podremos recuperar el equilibrio del sistema.

Pero creo que aún estamos muy lejos de conseguirlo, como demuestra el esfuerzo titánico que supone gravar la actividad de las grandes empresas tecnológicas. En cuanto a la cuestión migratoria, es evidente que la robotización de las economías afectará a muchos puestos de trabajo que hoy ocupan inmigrantes, pero se expandirán otros como la economía de los cuidados. En todo caso, el hueco demográfico va a ser de tal envergadura, que estoy seguro de que en el futuro necesitaremos muchos más inmigrantes de los que ahora llegan.

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