El E3 2014 ya ha mostrado prácticamente toda su artillería y, salvo sorpresa final inesperada, en el tema de los videojuegos ya está todo el pescado vendido. Ha sido una pesca con más espinas que escamas realmente impactantes por su belleza, y pese a ello, pese a seguir viviendo una next-gen que sólo se nota en el precio, los jugadores estamos más que agradecidos.
Gran culpa de ello la tiene el abandono de esa fiebre por los gráficos que hace unos años parecía apoderarse de todo y de todos. Los que no lo hicieron entonces ahora tienen más claro que nunca que lo importante es la jugabilidad, la innovación y la vuelta de tuerca a géneros con decenas de años a sus espaldas.
La evolución de un género
Cada época tiene su moda: la de los plataformas de los 16 bits, los mundos abiertos de la era de PS2 o los shooter de la pasada generación y la actual. Con todas hemos pasado de la admiración al tedio por la avalancha de títulos similares y sorprendentemente ninguna parece haber quemado todos sus cartuchos.
Si alguna se acerca a ese punto en el que lo creemos haber visto todo sólo necesita un nuevo juego que nos haga cambiar de opinión. Uno que mantenga un mismo espíritu desde una óptica distinta o que simplemente sume dos géneros aparentemente incompatibles para crear el juego definitivo.
Los sandbox de conducción son un ejemplo más que destacable para ese último punto. Lo que antes sólo eran circuitos cerrados ahora son extensiones tremebundas de terreno en las que competir con amigos o huir de la policia. Hasta los RPG han pasado de ser un género completamente cerrado a adoptar la acción o los mundos abiertos como sello diferencial.
Y qué decir de aquellos que reinventan la rueda, los Journey, Flower o Minecraft que se sacan de la manga una nueva forma de jugar y disfrutar las experiencias únicas que proponen. Puede que los gráficos ayuden a su masificación, pero sin una jugabilidad a la altura serían una demo técnica más entre todas las que hay en el mercado.
Entonces llegó el online
La llegada de internet al mundo del videojuego es sin duda alguna el mejor cambio que estos han podido adaptar a sus necesidades. Se acabó el pasear por escenarios pasilleros matando monstruos cuando puedes hacer lo mismo disparando a los avatares de tus amigos. Ya pocos recuerdan lo que significaba tener que comprar un adaptador para poder jugar un partido de fútbol a tres bandas en una misma consola. Incluso la inteligencia artificial ha dejado hueco a sistemas como los Drivatar de Forza 5, que leen tu forma de jugar y la suben a la nube para que la próxima vez que juegues en solitario puedas hacerlo contra el espíritu de tus amigos.
Juegos como el anteriormente citado Minecraft le deben todo al abrazo de internet, y es que aunque la construcción de poblados y estructuras en solitario puede llegar a ser posible, nada tiene que ver con lo que supone hacerlo en compañía de otros usuarios, por amenidad y rapidez.
Internet ha cambiado incluso la forma de disfrutar de los videojuegos, que aunque sigue siendo más agradecido con un mando en las manos, plataformas como Twitch o YouTube han demostrado que aquello de ver jugar al resto en un salón recreativo podía tener también su réplica en nuestra época.
Y sin embargo Mario sigue siendo el rey
Puede que los avances y las evoluciones sean las que copen las portadas de los medios especializados, pero a la hora de la verdad todos seguimos viendo con mejores ojos a aquellos juegos que sólo se limitan a mantener vivo el espíritu que les vio nacer.
Jugar un Mario de plataformas o un Mario Kart sigue siendo más divertido que cualquier otro juego con gráficos de órdago que nos puedan plantar ante las narices, y si miramos las ventas y descargas en plataformas móviles algo tan básico como el género de los puzles sigue copando los primeros puestos de las listas.
En los videojuegos, como en casi cualquier otro tipo de obra, el reciclaje de ideas que se limitan a mejorar lo presente sigue siendo el pan nuestro de cada día. Visto lo visto, sobre todo por el creciente apoyo de los desarrollos independientes a esa máxima, no veo razón para quejarnos por ello. Larga vida a los juegos de nuestros abuelos.
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Al final muchas veces en la sencillez está el éxito del juego