De verificado en Twitter a mindundi con ínfulas: maldito seas, Elon Musk

verificación en TwitterHasta nueva ocurrencia, Elon Musk ha hecho realidad su amenaza (otra de ellas) con el lanzamiento del nuevo sistema de verificación de Twitter que ha humedecido las pupilas de quienes presumían de su viejo “check” azul.

Que la gloria del mundo es fugaz es algo que se sabe desde antiguo como demuestra el hecho de que hay una locución latina para expresar esa idea. Y cuando algo se ha dicho antes en latín es verdad.

También sirve como prueba de incuestionable validez de todo lo que se nos ocurra alguna frase escrita por un sabio oriental que respalde esa creencia. Lo más socorrido en estos casos es citar a Bruce Lee (que da menos lustre intelectual) o a Sun Tzu, ese filósofo y general que era una metralleta de soltar frases loquísimas. Uno se lo imagina en la guerra aturdiendo al enemigo con lindezas del estilo cuando se está cerca, se debe parecer lejos, cuando se está lejos, se debe parecer cerca” o “el arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”, que ya ves tú lo que pensarán en Ucrania de eso.

Pero a lo que vamos. El caso es que muchos usuarios anónimos han visto esfumarse sus sueños warholianos de notoriedad con el nuevo sistema de verificación de Twitter. Así, sin anestesia; de la noche a la mañana, su «check» azul es tan útil como el tofu para aportar sabor a una ensalada.

verificación en Twitter: ¿señor, por qué me has abandonado?

Ellos, que se codeaban con celebridades de diverso pelaje en el Olimpo de esta red social, ven como el nuevo sistema de verificación de Twitter ha pinchado el globo de su ego que solo podrán volver a hinchar pasando por la caja de Musk. O no, porque con este díscolo ricachón nunca se sabe. Lo de empezar desde cero en Mastodon es una tarea ingrata que te deja el cuerpo como a Tántalo cada vez que quería morder la esquiva fruta o sorber algo de agua y, a ciertas edades, no está uno para según qué esfuerzos.

Esta defenestrada élite podría apretar los puños y cerrar los ojos con fuerza lamentando la injusticia de esa afrenta a su blasón, señalando a Musk como su baldón y azote. Pero poco más puede hacer porque, en Twitter, palabra de Musk es palabra del Señor (te alabamos, óyenos).

Así que empieza una nueva vida para ellos en esta red social, donde ya no causan ni admiración ni envidia. Como viejos y empobrecidos hidalgos o hidalgas, pasearán su triste figura por “timelines” que ya no embellecen con su medalla azul porque, aunque aún la conserven por herencia de glorias pasadas, ha perdido su significado. Despojados de este reconocimiento, se hundirán de nuevo en el anonimato.

Se dice que, menos activo en Twitter, a uno de ellos le dio por leer y que, en elección desafortunada, decidió inaugurar su nueva afición con un libro de Quevedo. Le sonaba porque se había pasado el verano coreando su canción en las discotecas.

Al leer “miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados…” comenzó a llorar. “Esto va a quedar fatal con los arreglos y el autotune, no sé cómo hacer esta rima bailable”, dijo antes de cerrar el libro y disponerse a ensayar un vídeo para TikTok. A su edad.

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