¿Cómo se hace la colada en el espacio?

Cómo se hace la colada en el espacio

Hacer la colada es una de esas tareas ingratas que cualquiera intentaría eludir. «Cuando toca colada cenamos carne fría», diría el célebre político Samuel Pepys allá por 1665. Hasta treinta años después, en 1691, no se patentó la primera lavadora. Por entonces, la ropa no se lavaba más de una vez al mes. 

Pero es algo que hay que hacer, invariablemente, bien en una lavandería con cara larga y programa corto, o desde el trastero de tu piso de estudiante.

Podría ser peor. ¿Y los astronautas, cómo lavan su ropa sucia a más de 400 kilómetros de distancia de una lavadora, en plena Estación Espacial Internacional? Imagina centrifugar sin gravedad, sin agua que cae del grifo. Olvídate de abrir la ventana para airear el dormitorio. Una odisea en el espacio. Lavar la ropa es uno de los quebraderos de cualquier tripulación. Veamos qué opciones tienen.

OLVÍDATE DE LLENAR TU NAVE DE MALETAS

Cómo se hace la colada en el espacio

Como ya nos explicó nuestro entrevistado Carlos Entrena Utrilla, el mayor coste en un lanzamiento reside en el propio lanzamiento, en el combustible necesario para propiciar un despegue. Así que ya podemos olvidarnos de mandar a la ISS todo nuestro ropero, ese armario lleno de zapatos y nuestros mejores abrigos para pasear por París.

Seis meses en órbita suponen al menos 560 pares de ropa interior. Y cada kilogramo lanzado al espacio puede costar entre treinta y sesenta mil euros. Don Pettit contaba que su solución más coherente era aprovechar bien la ropa y cambiarse cada tres o cuatro días. Algunos pasan hasta un mes con la misma camisa. Pero ahí arriba sudas menos, gracias a una temperatura y entorno controlado. Además, no te enfrentas a la problemática de la gravedad y los objetos no parecen tener la misma masa.

Aún así, para evitar atrofiamiento muscular, los astronautas deben entrenar. Y sudan. Cuando sudan, el sudor no resbala sino que se adhiere, por la falta de gravedad. Nada más acabar una sesión lo habitual es recogerlo con toallas o esponjas con alta capacidad de absorción.

Las agencias espaciales suelen mandar balizas no tripuladas cargadas de alimentos y ropa que, después, son rellenadas con toda la basura y ropa sucia —que más tarde acabará en algún Punto Nemo, en el fondo de las profundidades marinas o del insondable espacio, convertido en estrella fugaz—.

ROPA QUE EVITA EL MAL OLOR

Las fibras naturales absorben más bacterias y humedad. Es decir, nos protegen mejor del mal olor. El poliéster es plástico muy resistente a humedad. Cualquier fibra sintética acaba escupiendo nuestro mal olor a la primera de cambio.

¿Cuál es la solución? Ya existen proyectos como Sepiia o incluso crowdfundings de proyectos similares: ropa que no se arruga, no se mancha, no recoge los olores por su alta transpirabilidad y no necesita nada más que meterse en una bolsa con agua para lavarse.

Este es el tipo de ropa que usan las tripulaciones más recientes. Vestimenta a prueba de gérmenes y ropa que no necesita apenas agua para limpiarse. El agua es un enemigo natural dentro de cualquier estación espacial.

Otra opción sería recoger todo ese mal olor, gas metano emitido cuando las bacterias devoran nuestra suciedad, y convertirlo en combustible, bien para destruir los desperdicios, bien para ayudar en el día a día espacial. Ya se sabe, ahí arriba la problemática número uno se llama «falta de combustible».

REAPROVECHANDO, QUE ES GERUNDIO

Sabiendo que en el espacio la ropa sucia no se lava, sino que se quema, ¿qué mejor que darle una segunda vida como material para crear un tiesto? Ya se recicla la orina, de hecho. Se convierte en agua purificada y hace ahorrar mucho dinero.

El propio oficial Don Pettit ya documentó cómo aprovechó algunas prendas muy usadas y el papel higiénico espacial —que no es un papel normal, sino dos capas de gasa cosidas por los bordes— para alimentar plantas y mantenerlas calientes e hidratadas.

El papel higiénico y las toallitas son el aliado perfecto de los astronautas. Debemos dar las gracias a este invento chino el cual, por cierto, era considerado demasiado importante para usarlo como material de limpieza. En Europa no comenzamos a usar hojas perfumadas hasta 1391. Lo habitual, como en la Antigua Roma, era usar una esponja atada a un palo. O, como en el caso de las “servilletas sanitarias”, una tela más o menos suave atada a la cintura.

Cómo se hace la colada en el espacio

Tal vez la fórmula perfecta implique involucionar para evolucionar. Las primeras lavadoras consistían en rodillos y palas, removiendo y frotando unos contra otros. La ropa se metía dentro de un gran tambor y, desde fuera, se operaba con manivelas. Como ante una incubadora con tapa superior. No se requería ni electricidad ni gravedad.

Imágenes | Pixabay (Skeeze), NASA

En Nobbot | Medio siglo después, ‘2001: Una odisea del espacio’ aún nos ayuda a comprender el futuro

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *