El pasmo ante el Cosmos, en el libro más espectacular del siglo XVI

La belleza del Cosmos: Astronomicum CaesareumDesde el comienzo de los tiempos el hombre observa el cielo y se pregunta ¿qué ocurre ahí arriba?, ¿qué son y porqué se mueven esas luces brillantes?, ¿cómo sale y se pone el Sol? Hoy, hablamos de “Fenómenos astronómicos” regidos por leyes, pero hasta hace unos años la contemplación del Cosmos causaba un gran desconcierto.

La Biblioteca Nacional de España expone una joya impresa que refleja este pasmo ante la inmensidad del Cosmos y también la curiosidad del hombre por desentrañar sus misterios. El Astronomicum Caesareum de Petrus Apianus, publicado en 1540 y dedicado al emperador Carlos V. Está considerada una obra maestra de la imprenta del siglo XVI y una verdadera obra de arte por el cuidado de su impresión y el valor de sus ilustraciones, siendo el trabajo astronómico más importante antes de la edición del libro de Nicolás Copérnico De revolutionibus orbium coelestium, 1543. Es una representación lujosamente ilustrada del modelo astronómico de Ptolomeo.

Este magnífico libro, reconocido como el libro impreso más espectacular del siglo XVI, explica el uso del astrolabio y otros instrumentos utilizados para calcular la posición de los planetas. Para ello el autor recurre al diseño de unos discos móviles de papel, coloreados a mano, que crean impresionantes ilustraciones simulando verdaderos astrolabios, siendo el aspecto más llamativo de la obra.

Quizás el visitante de esta exposición se sienta el centro del Universo pero las obras que le rodean le harán volver a la realidad, el ser humano es un punto en el infinito nada más.

las rutinarias leyes del cosmos

El sencillo hecho de mirar el cielo y saber que cada noche veremos las estrellas y cada día saldrá el Sol; que el otoño dará paso al invierno y éste a la primavera, convierte a todos estos procesos en un patrón que se repite con regularidad, en una rutina a la que se deja de prestar atención. Sin embargo, esta certeza que tenemos hoy es muy reciente, ya que, hasta hace poco tiempo, no conocíamos tan detalladamente el Cosmos, ni las leyes y esquemas que lo rigen, por lo que el mundo resultaba incierto e inexplicable.

Las primeras observaciones generaron creencias religiosas, se pensaba que el cielo estaba habitado por dioses, que los fenómenos celestes y su comportamiento en el Universo eran mensajes divinos que influían en la conducta y en el destino del hombre. Se comienza a venerar a los astros durante siglos, hasta que la continuidad en las observaciones y los avances tecnológicos dieron paso al uso de la razón.

Astronomicum Caesareum
197 – Principal

astronomía y astrología

Este hecho conllevó el desarrollo conjunto de la astronomía y de la astrología, la creencia de que mediante la observación de los astros se podía predecir el futuro del hombre. Ambas se favorecieron mutuamente y convivieron hasta el siglo XVI; a partir de este momento, la astronomía se convertirá en ciencia, separándose de la astrología. No sabemos con certeza, en qué instante el hombre empezó a poner orden en el “caos” del cielo, creando un sistema para reconocer las estrellas agrupándolas formando un dibujo o constelación y estableciendo así puntos de referencia.

La franja del firmamento por la que se mueve el Sol fue la primera en ser codificada por la importancia dada a este astro como elemento regulador de la vida. Las estrellas comprendidas dentro de esta franja se dividieron en doce constelaciones llamadas zodiaco (representando figuras alegóricas o animales). De estas constelaciones del zodiaco ya hay manifestaciones en Babilonia y Egipto pasando después a Grecia, donde se aportó, entre otras cosas, la codificación de un sistema de constelaciones de la zona situada al norte de la franja del zodiaco (el descubrimiento y catalogación de las estrellas del hemisferio sur no se realizaría hasta los siglos XV-XVI durante las grandes exploraciones).

1.000 estrellas y 48 constelaciones

Pero será Ptolomeo, con su obra Almagesto, quien sentará las bases del sistema actual de constelaciones, describiendo un total de mil estrellas agrupadas en cuarenta y ocho constelaciones, que fueron recogidas de antiguos catálogos estelares. Esta recopilación supondrá el texto básico, en materia de astronomía, hasta el siglo XVII.

Durante la Edad Media, los estudios sobre las proyecciones, coordenadas, calendarios, etc., que habían formado parte de la ciencia, se mantuvieron olvidados, reapareciendo a partir del siglo XVI con el resurgimiento de la obra de Ptolomeo. Además, este avance de la ciencia, coincidió con el desarrollo de la imprenta y de la astronomía, asociada con las nuevas teorías de Copérnico, Brahe, Kepler o Galileo, y posteriormente con la invención del telescopio.

Los grandes atlas del Cosmos surgen a partir del siglo XVI, en ellos se ve ya un avance respecto a la obra de Ptolomeo. También, con las constelaciones, se describen los eclipses, cometas, etc. observándose una doble tendencia, por un lado, los editores, como Andrea Cellarius, preocupados por impresiones de elegante diseño, en detrimento de su utilidad científica, y por otro lado, astrónomos como Hevelius, Flamsteed o Bode, con atlas muy precisos, basados en la observación y en la investigación.

El declive de los atlas celestes empieza en el siglo XIX, cuando las imágenes artísticas de las constelaciones empiezan a perder importancia para los astrónomos profesionales y comienzan a desarrollarse formas, más sobrias y funcionales, para la representación de la esfera celeste.

la caída de los dioses

El sistema cosmológico de Aristóteles, perfeccionado por Ptolomeo y basado en el geocentrismo, fue la visión del Universo predominante hasta el siglo XVII. A partir de este momento, primero con los trabajos de Copérnico y Kepler y más tarde con los de Galileo se puso fin a este modelo cosmológico de Ptolomeo defendido por la Iglesia desde la Edad Media. Dios ya no es el centro de todas las cosas, sino el Hombre. La Tierra ya no ocupa el centro del Universo, sino el Sol. Un cambio en la forma de concebir el Universo, que afectó profundamente a la mentalidad y a las convicciones religiosas y filosóficas de toda una época.

La belleza del Cosmos: Astronomicum Caesareum

La primera ruptura surge con Nicolás Copérnico (1473-1543) quien propone un sistema heliocéntrico con el Sol en el centro del Universo, si bien sostenía que las órbitas eran circulares y acopladas en esferas cristalinas tal y como mantenía Ptolomeo. Su obra, De revolutionibus orbium coelestium (1543) fue uno de los tratados más revolucionarios de la historia del ser humano. Sus teorías fueron muy controvertidas y disputadas por la Iglesia, aunque, al final, se revelaron como ciertas.

Johannes Kepler (1571-1630), astrónomo alemán, fue el primer hombre en la historia que explicó cómo se movían los planetas descubriendo su naturaleza elíptica, y cómo funcionaba el sistema solar. Kepler encontró en las ideas de Copérnico la simplicidad y armonía del Cosmos y, si bien sus concepciones rompieron con la creencia de siglos de que los planetas se movían en órbitas circulares, defendió su teoría heliocentrista desde el punto de vista de la “heliolatría”. Consideró el Sol como la sede de Dios y el Universo como imagen de la Trinidad establecida en sus tres leyes, reflejando así la perfección y el plan de Dios por medio de la geometría.  Esta ruptura con el círculo, como figura perfecta para explicar el modelo cosmológico, iría en contra de todo ideal estético de la época.

Destaca también la astrónoma polaca María Cunitz (1610-1664), grande entre las grandes. Recibió una esmerada educación, aprendiendo matemáticas, medicina e historia, algo poco común para una mujer en aquella época, además hablaba siete idiomas con fluidez. Su objetivo fue proporcionar soluciones a las dificultades de la ciencia más avanzada de la época.

Logró que Kepler fuera fácil de entender y su obra Urania Propitia, supone el primer trabajo científico realizado por una mujer con un nivel técnico muy elevado para su época. Sus investigaciones demostraron un claro dominio de las matemáticas y la astronomía.

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María Cunitz

el padre de la ciencia moderna

Por su parte, Galileo Galilei (1564-1642), matemático y astrónomo italiano, es considerado el padre de la ciencia moderna. Galileo apoyó y confirmó el sistema copernicano mediante sus observaciones y reflexiones, perfeccionó la construcción del telescopio logrando una nueva visión del Universo, sobre la base de un Universo infinito y llevó a cabo minuciosas observaciones astronómicas de las manchas solares, la topografía de la superficie lunar, los satélites de Júpiter, las fases de Venus, etc.

La revolución científica llegó a su cima con Isaac Newton (1643-1727), que puso fin al sistema geocéntrico y describió las leyes que rigen el movimiento de los objetos descubriendo, a su vez, la Ley de Gravitación Universal, esa fuerza que atrae todo hacia el suelo y es la responsable de sostener a los planetas en órbita. Los resultados de sus descubrimientos se publicaron en su obra Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, considerada una de las obras científicas más importantes de la historia.

polvo de estrellas en el cosmos

A partir del siglo XVII muchos otros astrónomos siguieron y siguen ordenando el Universo, investigan y proporcionan información cada vez más detallada y precisa, y nos hacen sentir como una pequeña partícula en medio del Cosmos. Los últimos avances rechazan la teoría heliocentrista, las estrellas no están quietas, nacen y mueren, vivimos en una galaxia entre miles de millones, y a pregunta, que ya se hicieron nuestros antepasados, y hoy nos la seguimos haciendo ¿de dónde venimos?, tiene su respuesta en la Teoría del Big Bang, en la que radica el origen del Universo. Somos polvo de estrellas…

Este texto ha sido elaborado por la BNE para la exposición La belleza del Cosmos: Astronomicum Caesareum

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