Vives en una burbuja diminuta dentro de Google: así segmenta tus búsquedas

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Dice el neurocientífico David Eagleman que el cerebro, y por tanto nosotros, está “encerrado en una bóveda en silencio y oscuridad en el cráneo”. Como animales sociales, pensamos que el aislamiento de nuestra propia sociedad se palía con las interacciones. Pero ¿y si la red de redes, que en apariencia nos conecta y libera de nuestros prejuicios personales, nos estuviese limitando?

Internet es un lugar maravilloso, no cabe duda. Pero los buscadores, que indexaron y organizaron el contenido para hacerlo accesible, pueden construir a nuestro alrededor una jaula ideológica de la que escapar es difícil. Con cada búsqueda agregamos un barrote más a nuestra burbuja y segmentamos la información que querremos conseguir en el futuro. El siguiente experimento te sorprenderá.

Reúnete con tus amigos y buscad el mismo término

Hace tiempo realicé el experimento inocente: pedí a un grupo de amigos cercanos buscar la palabra “tecnología” en sus terminales. A pesar de que muchos conseguían resultados semejantes, las noticias que aparecían no eran las mismas. La mayoría abría el buscador con la definición de tecnología, aunque a otros les aparecían anuncios. A unos pocos, noticias, y variaban según el usuario.

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“Tecnología” quizá sea un término muy neutral, pero prueba a hacer el experimento con otras palabras. Prueba con otros ejemplos interesantes y más polarizados, como “partido”. Y con personas como compañeros de trabajo, familia o amigos para ver las diferencias ideológicas entre grupos.

Buscando por este término, personas muy forofas de un deporte probablemente localicen el próximo encuentro de su equipo. Quien siga la política obtendrá las últimas novedades del partido al que esté afiliado. Además, nuestro equipo o partido político podrían aparecer por delante del resto.

Si te preguntas cómo conoce Google tus gustos, aficiones o ideología, ten en cuenta que, como Facebook, se dedica a saber. Cada vez que haces una búsqueda, aprende qué te mueve, y lo refleja. Así, teje un curioso mecanismo de resonancia a tu alrededor.

El mecanismo de resonancia: ¿es culpa de los algoritmos?

Los resultados de Google forman parte de un complejo algoritmo no desvelado con cientos de parámetros. Sabemos que las búsquedas previas, así como las webs que consultas con asiduidad, influyen. Pero para entender el mecanismo de resonancia de Google usemos un esquema más sencillo. Escuchemos música.

Pongamos que nos apasiona la clásica y que la escuchamos sin parar en YouTube. Gracias al reproductor automático, cuando acaba una pieza empieza otra. Si no nos gusta, basta con pasar pulsando la flecha. Esta red aprende, en base a nuestras búsquedas y minutos de pertenencia a una pista, qué nos gusta.

Como resultado, nada más acceder a YouTube obtendremos en la sección “Recomendados” aquellas canciones que podrían resultarnos agradables. Cuantas más horas dediquemos, mejor afina el algoritmo su respuesta. Es un tipo de búsqueda que premia contenido similar al que ya hemos consumido.

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Si seguimos canales de divulgación científica, la web nos recomendará contenido similar. Arriba pueden verse dos estructuras de tipo “atractor” que suele seguir esta web de vídeos. Si buscamos A, probablemente nos recomiende a continuación B, C… Contenido similar. Contenido que nos gusta. Agradable.

El algoritmo señalará en dirección a uno o varios grandes atractores, polarizando nuestro acceso a internet. Polarizándonos a nosotros. Y con ello nos encierra/encerramos en una burbuja diminuta dentro de Google. Pero hay algo que tiene más peso que las búsquedas previas o el tiempo de reproducción en un vídeo: el like o “manita arriba”.

No me gusta el botón ‘me gusta’

Si hemos arrancado con Google es porque se ha convertido en nuestra ventana a internet. Pero no es el único sistema que nos diseña una agradable jaula ideológica a nuestro alrededor usando algoritmos. Hace tiempo se demostró que Twitter realiza también esa función ayudándonos a polarizar nuestro alrededor.

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El gráfico de arriba muestra el “contagio moral en base a la ideología política”. Puede apreciarse cómo los tuits escritos por personas liberales (azul) son retuiteados por liberales. Y cómo los escritos por conservadores (rojo), por conservadores. Apenas una fracción logra cruzar la brecha. Gracias, Twitter.

Buena parte de esta escisión viene de que Twitter, Facebook, Google+, LinkedIn… saben lo que nos gusta. Y, como lo conocen, nos lo muestran y dejan de lado arte, opiniones, ideas o debates que, por contra, nos desagradan. El botón “Me gusta” ha contribuido a que las redes neuronales de las redes sociales nos conozcan. Quizá en demasía.

Según un estudio publicado por Wu Youyou (PhD en el NICO) y otros investigadores, algunas redes sociales son capaces de juzgar mejor la personalidad de las personas que sus propios conocidos, basándose en su huella digital. El botón “Me gusta” ha contribuido mucho a generar dicha huella. Incluso modela la sociedad de formas de las que no somos conscientes, todavía.

Adam Alter, autor de ‘Irresistible. ¿Quién nos ha convertido en yonkies tecnológicos?’, analiza la dopamina liberada tras ver un “Me gusta” en nuestras publicaciones. Llega a la conclusión de que se ha convertido en una nueva droga. Y Juan Soto Ivars ya comentó en ‘Arden las redes’ el poder de este botón, y sus consecuencias.

Universos burbuja, ofensa y agujas

Soto Ivars también advertía, leyendo las señales del presente, hacia dónde conduce la polarización social. Piel de mariposa para la mente, nos ulceramos en cuanto un atisbo de debate aparece por el horizonte para combatir por nuestra idea. Se activan entonces mecanismos poco limpios como el victimismo.

Google, con la ayuda de su algoritmo, nos ayuda a tejer una bonita realidad a nuestro alrededor que de tanto en tanto se pincha. Un tuit ajeno o una noticia externa entra en forma de aguja, nuestro universo burbuja hace ‘pof’ y surge la ofensa. La misma sobre la que la escritora Ana Ribera Molinos hablaba hace unos días en “Yo me ofendo, tú te ofendes, él se ofende, todos somos gilipollas”; o que el articulista y novelista Javier Marías analizó pidiendo un poco de calma y mesura.

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¿Hiciste la prueba de las búsquedas de Google con tus amigos? Prueba ahora con los términos más buscados en 2017. O con alguno de estos: Barça, Màxim, PP, Madrid. Ahora compáralos con las personas de tu entorno cercano, familia y amigos. Y posteriormente pide ver los resultados de compañeros de trabajo.

El experimento es interesante para comprobar y demostrar cómo nuestra interacción con el buscador segmenta nuestras búsquedas futuras y, por tanto, nos encierra en la confortable cárcel monocromática de nuestra elección. No está mal, es un lugar agradable. Hasta que alguien acerca una aguja.

En Nobbot | “Mucha gente inteligente se dedica a convertir la tecnología en irresistible”, Adam Alter, psicólogo

Imágenes | iStock/ALLVISIONN, iStock/TheaDesign

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