Algo ha salido mal. Falla uno de los motores. El impacto es inevitable. La historia del accidente quedará guardada para siempre en la caja negra del avión.
Este tipo de dispositivos de registro son hoy comunes en cualquier aeronave, tren o barco. Están hechos para resistir las condiciones extremas que se puedan dar durante un desastre (altas temperaturas, impactos o inmersión a gran profundidad) y poder sobrevivir al accidente protegiendo la información de lo ocurrido antes del suceso para poder así analizar sus causas con posterioridad. Protegen los datos del desastre. ¿Necesitamos una caja negra global y planetaria para grabar la crisis medioambiental?
Una caja negra global
En el medio del desierto de Tasmania (Australia), lejos de la civilización, se levanta un gran cubo metálico. Cuando esté finalizado a lo largo de este año funcionará como una caja negra global. En su interior, decenas de discos duros alimentados por paneles solares guardarán información actualizada y científica sobre los problemas relacionados con el cambio climático, la extinción de especies, la contaminación ambiental y los impactos en la salud.
El proyecto Earth’s Black Box quiere guardar las claves del desastre ambiental para aprender de cara al futuro (si nuestra civilización no sucumbe al desastre). Busca servir de inspiración para la acción urgente, pero también crear un relato lo más objetivo posible de los eventos que podrían estar llevando a la desaparición del planeta. Por ahora está todavía en construcción y solo funciona en fase beta, registrando la conversación sobre medioambiente en redes sociales.
Desde fuera, esta caja negra planetaria parece un monolito sacado de ‘2001: Una odisea del espacio’. Situada sobre una pequeña colina desértica, la caja es un cubo de acero de siete centímetros de grosor con unos 10 metros de largo, por cuatro de ancho y tres de alto. Su localización (aún secreta) y orientación están pensadas para que, pase lo que pase, el sol nunca deje de llegar a los paneles solares de los que depende la supervivencia del proyecto. Aun así, contará también con una batería de respaldo para que los discos duros y la conexión a internet no dejen de funcionar nunca.
¿Ciencia o marketing?
El objetivo de Earth’s Black Box es registrar cada paso que demos hacia una posible catástrofe ambiental global. Todos los datos, las investigaciones y las consecuencias de los cambios que están teniendo lugar en el planeta y que, por ahora, auguran un futuro complicado para la mayoría de especies que lo pueblan (incluyendo la nuestra). Toda la información quedará guardada y codificada para que pueda ser legible por generaciones futuras en una serie de formatos que todavía no han sido especificados.
Así, el principal objetivo de la caja negra de la Tierra sería eminentemente científico. De hecho, el proyecto está coliderado por la Universidad de Tasmania. Sin embargo, Earth’s Black Box también tiene mucho de comunicación y marketing, así como de arte. Es por eso que el proyecto también está impulsado por la agencia creativa australiana Clemenger BBDO y el colectivo de artistas The Glue Society.
“Obviamente, es un concepto muy poderoso. Cuando le dices a alguien ‘la Tierra tiene una caja negra’, la gente responde ‘¿por qué necesita una caja negra?«, señala Jim Curtis, uno de los directores del proyecto en Clemenger BBDO, en una entrevista con ABC News. “Pero, por encima de todo, debe ser una herramienta. Está hecha para sobrevivirnos a todos«.
¿Camino de un accidente inevitable?
Si necesitamos una caja negra, ¿es porque ya no podemos escapar al accidente? Cuando pensamos en la magnitud de los problemas climáticos y ambientales que hemos causado, es fácil caer en el derrotismo. Ya no podemos hacer nada más que sentarnos y esperar. Sin embargo, un avión no choca por el simple hecho de tener una caja negra. Y el rumbo de la Tierra no se dirige inevitablemente al desastre aunque exista Earth’s Black Box. Queda mucho por hacer y algunos efectos del cambio climático son ya inesquivables, pero siempre puede evitarse que vaya a peor.
Antes de que el Acuerdo de París se firmase en 2014, las proyecciones de temperaturas señalaban un planeta 4 grados Celsius más caliente en 2100 que antes de la revolución industrial. Esto dibujaba un escenario catastrófico de desajustes medioambientales y eventos meteorológicos extremos en un plazo corto de tiempo, al que se tendrían que enfrentar las generaciones más jóvenes que hoy viven en el planeta.
Hoy, con las políticas y acciones que actualmente están en marcha, ese calentamiento será ‘solo’ de entre 2,5 y 2,9 °C, según Climate Action Tracker. Si además tenemos en cuenta los compromisos sobre la mesa (las palabras, no los hechos), ese ascenso de las temperaturas para 2100 se quedaría en 2,1 °C. El objetivo del Acuerdo de París es limitarlo a 1,5 °C para escapar a los peores efectos del cambio climático. Esto, hoy por hoy, con los niveles actuales de emisiones y las dificultades para reducirlos, se da ya por imposible.
Sin embargo, todavía podemos trabajar para acercarnos lo máximo posible a esa frontera invisible entre un mundo en el que podamos sobrevivir y otro en el que todo lo que quede de nuestra civilización sean los datos de una caja negra. “De nosotros depende cómo termine la historia”, concluyen desde la web de Earth’s Black Box. “La única certeza es que, a partir de ahora, nuestras acciones y nuestras inacciones están siendo grabadas”.
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Imágenes | Earth’s Black Box, Unsplash/Matt Palmer