¿Conmemorar el Día de la Protección de Datos cuidando de nuestra huella digital? Rotundamente sí

La información es poder, y ahora más que nunca. Casi todos nuestros datos personales están, aunque no nos demos cuenta, pululando por algún lugar de la red. Además, convivimos en un mundo repleto de pantallas y dispositivos tecnológicos que no siempre cuentan con la protección óptima.

La incorporación en los últimos años de los entornos cloud o los dispositivos conectados (Internet de las cosas) ha ampliado el posible escenario de ciberataques y ha incrementado la dificultad para frenarlos.

Tal y como contaba Ester María Mocholí Ferrándiz, Directora de Departamento de Derecho y Seguridad de la Universidad Nebrija, para Nobbot, Hewlett Packard señalaba en un estudio que el 70% de los dispositivos IoT tienen vulnerabilidad de seguridad en sus contraseñas, además de tener problemas con cifrado de datos y permisos de acceso. Además, el 50% de las aplicaciones de dispositivos móviles envían comunicaciones sin encriptar. Estas comunicaciones pueden incluir datos extremadamente sensibles, que deberían estar bien protegidos, y sin embargo son totalmente vulnerables.

El 28 de enero se celebra el Día de la Protección de Datos, una fecha en la que se nos recuerda la sensibilidad que posee nuestra huella digital y la importancia de proteger nuestros datos. Que si alguien nos los roba, no sea porque se lo pusimos fácil. Por eso, hoy vamos a hacer un repaso de algunos consejos básicos para que nuestros datos personales, contraseñas y demás información susceptible de robo no sea un libro abierto.

Cuidado con las redes wifi públicas

Cualquiera que quiera proteger su intimidad debe saber que las redes wifi públicas no son el mejor espacio para, por ejemplo, consultar nuestros datos bancarios. Raro es el espacio físico que no viene acompañado de una conexión inalámbrica a internet. Y lo cierto es que en más de una ocasión estas redes nos han hecho un favor. Pero, y aunque conservar nuestros datos móviles sea una máxima que se repite mensualmente, cuidado con aquello que introducimos mientras estamos conectados a una red wifi pública. Para los hackers es pan comido acceder a la información que se comparte a través de estos canales y, de hecho, algunas de estas redes han sido creadas con fines maliciosos. Así que, si vais a conectaros a un wifi público, hacedlo para buscar el restaurante más cercano y poco más. Ni contraseñas ni información sensible.

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DILE SÍ A UN BUEN ANTIVIRUS

Internet es un espacio lleno de estupendos estímulos pero también de otros un poco menos fiables. Muchas personas han recibido algún correo o mensaje extraño a lo largo de su vida digital o han sentido la tentación de pinchar en un determinado enlace del que sabían más bien poco. El caso es que las vías de entrada de un virus son muchas y, oigan, estos pueden llegar a ser de todos los colores y formas. Aún así, el resultado siempre es el mismo. Un usuario desesperado que, en la mayor parte de las ocasiones, pierde su información y sus archivos y que acaba llevándose las manos a la cabeza por no haber instalado un antivirus como Dios manda.

1,2,3,4,5 no es una buena contraseña

Según un análisis que realizó la firma especializada en gestión de contraseñas SplashData en 2017, las más utilizadas por los internautas fueron “123456” y “password” (contraseña). Quizá la originalidad no sea lo nuestro pero igual habría que darle una vuelta a las contraseñas que elegimos, o dos o tres. Sabemos que la enorme cantidad de perfiles que tenemos en la red nos obliga a buscar la sencillez si queremos acordarnos de alguna contraseña, pero todo tiene un límite.

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Para que una contraseña sea mínimamente segura debe incluir un número o un signo, tener seis caracteres o más y no incluir datos personales. Es decir, el nombre de vuestros hijos o de vuestras mascotas mejor descartarlo porque la cosa podría resultar demasiado obvia para cualquier hacker y, en general, para cualquier persona. Además, si queremos minimizar los riesgos será mejor que utilicemos una contraseña distinta para cada uno de los servicios que poseemos en la red. De esta forma, si una de ellas queda expuesta, mantendremos a salvo el resto de perfiles.

La importancia de una buena actualización

A nadie le gusta tener que actualizar sus dispositivos cada cierto tiempo. De hecho, todos tenemos la sospecha de que, cada vez que instalamos una actualización, las cosas se tornan un poco más oscuras. Sin embargo, y aunque pueda parecer un petardo incomparable, las actualizaciones están ahí por algo. La mayor parte de ellas incluyen una serie de novedades, especialmente relacionadas con la seguridad.

Si nuestro smartphone, tablet o cualquier otro dispositivo se queda obsoleto, será más fácil para los hackers penetrar en sus entrañas y extraer toda la información que en ellas se aloja. Por eso, y aunque a veces sea algo realmente molesto, es importante mantener nuestros aparatos actualizados. De hecho, en la página web del INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad) nos recomiendan mantener las actualizaciones automáticas para mantener un adecuado nivel de seguridad. Tal y como aseguran, estas actualizaciones permiten corregir las vulnerabilidades descubiertas, solucionar errores e incluir nuevas funcionalidades.

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Nuestros datos personales nos piden lógica

Además de todas las recomendaciones técnicas que podemos tener en cuenta a la hora de tratar y proteger nuestros datos personales, nuestra bandera en el entorno digital siempre debe ser la lógica. Es prácticamente inevitable que las amenazas digitales floten a nuestro alrededor constantemente. Es aquí donde el sentido común debe hacer acto de presencia para evitar que, inocentemente, caigamos en la trampa.

Por ejemplo, si no le revelamos a nuestro vecino del quinto el pin de nuestra tarjeta de crédito, ¿por qué lo haríamos a través de correo electrónico y con un destinatario que deconocemos?. Si no llevamos colgada en la solapa de la chaqueta una chapa en la que pone nuestra dirección exacta (con el piso y todo) ¿por qué compartimos esta información en una red social? Es para planteárselo ¿no?

Imágenes: Pixabay

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