Ainara Zubillaga (Cotec): «La actual crisis ha revalorizado la escuela como constructora de una sociedad plural, justa y democrática»

Ainara Zubillaga

La Fundación Cotec puso en marcha hace unos meses el proyecto ‘La escuela, lo primero’, una plataforma de encuentro para docentes donde compartir y buscar soluciones innovadoras en el escenario generado por la covid-19. Para conocer más detalles sobre esta iniciativa, la situación del sistema educativo español y los efectos de la pandemia, conversamos con Ainara Zubillaga, directora de Educación y Formación de la entidad.

Doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid, Zubillaga ha desarrollado su carrera profesional en diferentes instituciones universitarias como docente, investigadora y responsable de puestos de gestión. Entre sus líneas de investigación destacan la innovación educativa, la formación del profesorado y la utilización didáctica de la tecnología en entornos de aprendizaje inclusivos.

– Durante la pandemia se ha demostrado que la escuela es mucho más que el sitio donde se adquieren conocimientos. ¿Cuál es y cuál debería ser su papel en la sociedad?
Cuando hablamos de lo que se enseña en la escuela, lo que nos viene a la cabeza son fundamentalmente aprendizajes académicos. Pero cada vez se abordan más otro tipo de aprendizajes relacionados con lo que podemos denominar competencias blandas, como trabajo en equipo, cooperación, escucha, empatía, colaboración, capacidad crítica o capacidad de innovación. Sin la escuela toda esta dimensión más emocional se resiente.

Además, la escuela ha de concebirse como un espacio de igualdad de oportunidades y equilibrar la desigualdad de las familias. Un rol que ha saltado por los aires durante los meses en los que han estado cerradas y en muchos casos el único escenario que queda son situaciones familiares complejas. Y, por último, una función clarísima, que forma parte de ese proceso de aprendizaje, es que se trata de un espacio de socialización. Algo sobre lo que la pandemia ha impactado en gran medida limitándose a las relaciones telemáticas.

Ainara Zubillaga Cotec

– ¿Cuáles son esos impactos?
Hay aprendizajes en infantil y primaria que solo se adquieren estando con otros, como escuchar, respetar turnos, gestionar conflictos o hablar con los demás. Se aprende a tener otros patrones de conducta diferentes a los de casa, a respetar otras formas de hacer las cosas. Eso es ganar en autonomía. La base del aprendizaje de esas competencias es experiencial y se resiente cuando no pueden tener esa experiencia.

En el alumnado de más edad, la docencia online es más sencilla porque son más autónomos y tienen mayor capacidad de organización, pero también tiene un coste. En tercero y cuarto de la ESO, con su modalidad semipresencial, demandan poder asistir a clase. El escenario de estos meses de atrás les ha hecho valorar mucho el hecho de poder estar en contacto con los otros de manera física. Y no hay que olvidar que para muchos chavales de los últimos cursos de la ESO, estar en las escuelas es garantía de que no se desconectan del sistema educativo. Esto ahora mismo está en peligro.

Por último, otro de los impactos sociales que ha tenido la pandemia, relacionado con el ámbito educativo, es el relativo a la conciliación. Es una cuestión que no se puede ignorar y que tiene un coste considerable sobre la brecha de género. Las últimas investigaciones han puesto de manifiesto que son las mujeres las que llevan una gran parte de la carga.

«La escuela ha de concebirse como un espacio de igualdad de oportunidades y equilibrar la desigualdad que existe entre las familias. Un rol que ha saltado por los aires durante los meses en los que han estado cerradas».

– Entre las carencias del sector educativo que han salido a la luz durante estos meses, una de las más palpables es la brecha digital. Si no se solventa, ¿qué consecuencias puede tener a medio y largo plazo?

La brecha digital tiene tres vertientes. Por un lado la del acceso, que es tener o no tener dispositivos; y por otro cómo se usan, con qué tiempo y calidad. Y aquí hay un aspecto curioso: hay un menor número de dispositivos en los colectivos más vulnerables, con niveles socioeconómicos más bajos, pero es donde se ha detectado un mayor uso en horas. La razón es que no hay otras alternativas de ocio más saludables que la absorción pasiva a través de las pantallas. De ahí que la brecha digital sea solo la punta del iceberg. Es una manifestación de la brecha educativa que, a su vez, es una manifestación de la brecha social. La pandemia ha puesto sobre la mesa esa desigualdad.

Por último, está la brecha de centro, en cuanto a la capacidad que tienen los equipos directivos y docentes de organizar procesos educativos online, aunque sea parcialmente. Muchos de ellos porque no se sienten suficientemente preparados o no cuentan con los recursos para llevarlo a cabo. Esta creo que es la gran brecha que se va a jugar este curso, que es la brecha de los centros.

Ainara zubillaga

– ¿Influye la titularidad del centro?

Según los datos de PISA, que son los que manejamos en Cotec, sí es una variable importante que refleja que los centros públicos están en peores condiciones para afrontar esos procesos. Sin embargo, más allá de ese dato objetivo, otra variable clave es que el centro ha de funcionar como colectivo con un proyecto compartido, independientemente de su titularidad. Los equipos que ya compartían un proyecto educativo se han organizado rápidamente después del shock inicial. Y en este curso van a ser capaces de responder mejor a la incertidumbre que en aquellos centros que han funcionado de manera individual, en los que cada profesor ha autogestionado su clase.

«Una de las vertientes de la brecha digital es la brecha de centro. Entendida como la capacidad que tienen los equipos directivos de las escuelas y sus docentes para organizar procesos educativos ‘online’, aunque sea parcialmente».

– ¿El sistema educativo español no es lo suficientemente innovador? ¿Cómo debería ser una escuela innovadora?

Aunque hay muchas experiencias innovadoras, el sistema en sí no lo es. Es decir, se producen muchas iniciativas protagonizadas por profesores de manera aislada que pueden seguir en sus propios centros o, cada vez más, por centros que tienen ese proyecto compartido. Pero se pierde mucha capacidad de transformación porque no están conectadas y, por tanto, no hay evaluación. Es habitual encontrar casos en los que alguien se plantea un reto innovación y parte de la misma casilla de salida que otro que ya lo hizo hace tres años y que no le funcionó.

La construcción de un sistema innovador no solo requiere de experiencias innovadoras, también precisa de estructura, coordinación, recursos compartidos, sinergias… Por ejemplo, el sistema de I+D+i no es la suma de los grupos de investigación o de proyectos potentes, hay algo más detrás: sus agentes, procesos, organizaciones, recursos, etcétera, y eso no pasa en el sistema educativo. Es más, la innovación educativa se da a pesar del sistema, no gracias a él, ya que se mueve en unos marcos legales que muchas veces la dificulta.

«La construcción de un sistema innovador no solo requiere de experiencias innovadoras, también precisa de estructura, coordinación, recursos compartidos, sinergias… A día de hoy, la innovación educativa se da a pesar del sistema, no gracias a él. Se mueve en unos marcos legales que muchas veces la dificulta».

– ¿La comunidad educativa está abierta a esa innovación o todavía existen reticencias?
Cada vez hay una mayor demanda de las familias ante la necesidad de crear entornos innovadores. Y una mayor conciencia de que la educación de sus hijos va más allá de aprender matemáticas, lengua, ciencias naturales, sociales, física, química. Aunque evidentemente no es la visión de todas las familias. Tampoco se percibe de la misma manera cuando los niños están en infantil o primaria que cuando cursan secundaria o bachillerato.

La reticencia en los últimos niveles del sistema es mucho mayor porque ven que hay unos requisitos en el mercado laboral que van a pedir a sus hijos. Una palanca importante para el cambio tiene que venir de parte de las familias. Ahí los centros tienen que hacer pedagogía para demostrar con evidencias que otro modelo de escuela es posible. Por ejemplo, que el alumnado demuestre sus conocimientos en un solo examen a lo mejor no es la herramienta ideal. Normalmente son pruebas memorísticas y no de competencias.

Cotec Ainara Zubillaga

– El proyecto ‘La escuela, lo primero’ de Cotec recopila soluciones diseñadas por docentes y directores de centros para hacer frente a los retos que plantea la pandemia de la covid-19 al sistema educativo.

En Cotec analizamos el impacto que estaba produciendo la pandemia en el sistema educativo con el cierre de las escuelas. Detectamos que a medida que se acercaba el final del curso, y se estaba intentando planificar el siguiente, había mucha incertidumbre, con directrices poco claras y a veces incluso contradictorias. Por eso decidimos poner en marcha el proyecto ‘La escuela, lo primero’, con espacios donde los docentes pudieran crear y compartir con otros docentes.

Se definieron 10 retos que creíamos que eran los que se iban a encontrar cuando se iniciara el curso. Sobre ellos se crearon grupos de trabajo de cuatro o cinco profesores que trabajan en ellos. En ese trabajo colaborativo se desarrolla una propuesta práctica disponible en la web para aplicarla en clase. Está previsto que a final de año hayan pasado por este laboratorio de innovación alrededor de 300 docentes.

Los retos son tan prácticos como cómo organizar los tiempos y los espacios, cómo trabajar en equipo, cómo mapear recursos, cómo crear comunidad, cómo atender necesidades educativas especiales, cómo hacer un plan de acogida, cómo incorporar a las familias en los procesos de participación o cómo desarrollar metodologías activas. Es un proyecto que nació con la covid-19, pero que está previsto que tenga continuidad.

– Al margen de sus consecuencias negativas, toda crisis también implica un aprendizaje. ¿Cuál o cuáles están siendo los de esta pandemia en el ámbito educativo?

La escuela no pasaba por muy buen momento. En primer lugar, la actual crisis la ha revalorizado no solamente como espacio de aprendizaje, también como espacio de igualdad de oportunidades, como espacio social. Ha puesto en valor el rol que juega en la construcción de una sociedad plural, justa y democrática.

Es indudable que también ha permitido visibilizar las limitaciones en el uso de las tecnología. Los centros han sufrido un proceso de innovación forzada y forzosa, y parte de ella ha venido para quedarse. No solo porque han tenido que mejorar su equipamiento o utilizar herramientas online, sobre todo porque muchos profesores escépticos han cambiado el chip. Además de que ha ayudado a fomentar ese trabajo colaborativo entre los docentes.

Estos tres meses han hecho más por la integración de las tecnologías en el aula que la década anterior de políticas de tecnología educativa. Ahora la clave es que ese impulso esté dirigido con una estrategia sensata de medio a largo plazo, y no solo para resolver este curso.

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Imágenes | Fundación Cotec para la Innovación

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