Ana Freire (Wisibilízalas): «La tecnología necesita equipos mixtos para reducir los sesgos de género»

Ana Freire

Con 37 años, Ana Freire es doctora en Informática, docente e investigadora en la Universidad Pompeu Fabra, directora del Centro de Estudios de Sostenibilidad del mismo centro y fundadora del proyecto Wisibílízalas.

En 2016 comenzó con el proyecto STOP (Suicide prevenTion in sOcial Platforms) para la prevención del suicidio a través del análisis de mensajes en redes sociales. Una iniciativa que ha ido creciendo y que ya se está utilizando para la detección de otras enfermedades mentales.

Freire acumula varios premios que reconocen un trabajo en el que la tecnología y las causas sociales van de la mano. En esta entrevista reconoce que su familia ha sido una pieza fundamental para llegar hasta donde está ahora. Y reclama el protagonismo de la mujer en un sector donde ellas, poco poco, ganan relevancia, pero en el que aún queda mucho por hacer para dar visibilidad al talento femenino.

– No habrá sido fácil llegar hasta aquí.

No, no ha sido fácil. El éxito profesional es como las redes sociales: solo muestra la parte más agradable. Sin embargo, para poder mostrar esa cara, primero has trabajado muchas horas, te has ‘olvidado’ de comer muchos días, no has dormido porque tu cabeza solo quería resolver los problemas pendientes… Aunque el mundo académico parezca tranquilo, es todo lo contrario. Es exigente, competitivo y con menos recursos de los necesarios. Esta combinación es un cóctel explosivo que aprendes a manejar con la experiencia.

Pero como el cerebro siempre selecciona lo mejor, veo todo este camino como una etapa muy enriquecedora en mi vida. Mi trabajo me ha permitido viajar y vivir en diferentes países, aprender idiomas, conocer a gente extraordinaria y formarme, sobre todo, como persona.

Ana Freire premio

– Una de las constantes en su carrera es la aplicación de la tecnología a problemas concretos en el ámbito social, uno de ellos el suicidio. ¿En qué consiste este proyecto?

STOP es un proyecto que comencé en 2016, con un carácter totalmente multidisciplinar. Psicólogos e ingenieras trabajamos conjuntamente para dar un sentido social a la tecnología. Aplicamos técnicas de inteligencia artificial para detectar patrones de comportamiento suicida en redes sociales. Analizando las palabras que utilizan los usuarios, su actividad en las redes o las imágenes que publican, podemos identificar conductas suicidas con un 85% de precisión. Poco a poco el proyecto se ha ido expandiendo para estudiar la detección de otras enfermedades mentales como la depresión y los trastornos de la conducta alimentaria. Ahora mismo somos un grupo numeroso de investigadores de diversos centros: Universitat Pompeu Fabra, Hospital Parc Taulí, Centro de Visión por Computador (Universitat Autónoma de Barcelona), Fundación FITA, y tenemos colaboradores también en la Universidad de Lyon y en la Universidad de la Suiza Italiana.

– En unos días se cumple un año desde que ganó el Premio al Talento Joven Femenino que otorga la Fundación de la Real Academia de Ciencias y unos meses antes le concedieron el Ada Byron Joven. ¿Qué ha supuesto para su trayectoria profesional recibir estos galardones?

Un gran impulso profesional y personal. Aunque puedan parecer una simple medalla más, son una prueba de que tu trabajo está siendo reconocido. Estos dos, en concreto, resaltaron mucho el impacto social de mi investigación, cuando en Academia se suele valorar más la investigación teórica. Esto ha sido un claro ejemplo de que si tienes motivos suficientes para creer en tu trabajo, acabará dando sus frutos. Además, la repercusión mediática que tienen estos dos premios me ha permitido ponerme en contacto con gente muy interesante con la que, incluso, he empezado nuevos proyectos.

«Cada vez que en una red social o en prensa se publican los nombres y el trabajo de ingenieras o científicas, los lectores están descubriendo investigaciones punteras y avances en el sector tecnológico, además de estar rompiendo estererotipos»

– Detrás de este tipo de iniciativas no solo está reconocer el trabajo de profesionales como usted, también buscan dar visibilidad a las mujeres en el sector TIC. ¿Tienen repercusión en este sentido?

Por supuesto. Muchas científicas y el trabajo que desempeñan se han dado a conocer gracias a este tipo de galardones que están haciendo una labor social de gran importancia. Están acercando la investigación, la ciencia y la tecnología a la sociedad. Cada vez que en una red social o en prensa se publican los nombres y el trabajo de ingenieras o científicas, los lectores están descubriendo investigaciones punteras y avances en el sector tecnológico, que mucha gente probablemente desconozca.

Al mismo tiempo, están rompiendo estereotipos. Muestran ejemplos claros de que la ciencia y la tecnología tienen nombre de mujer. Las mujeres somos más del 50% de la población y las profesiones tecnológicas acaparan ya una buena parte del mercado laboral. No podemos quedarnos fuera de esta gran oportunidad. Además, la tecnología necesita equipos mixtos para reducir los posibles sesgos de género presentes ya en muchos productos desarrollados por equipos mayormente masculinos.

Ana Freire premio Ada Byron

– Según el ‘Libro Blanco de las mujeres en el ámbito tecnológico’, en Europa solo el 30% de los empleos tecnológicos están ocupados por mujeres, un porcentaje que en España se reduce al 15,6%. Una de las razones es la falta de interés de las niñas por materias STEM en las primeras etapas educativas. No fue su caso, ¿de dónde le viene la inquietud?

Mi vocación se desarrolló en el ámbito familiar, a lo largo de mi infancia. Mi familia tenía un negocio en el sector de la automoción, al que siempre estuve muy ligada. Crecí entre cajas de piezas mecánicas, viendo cómo se montaban y desmontaban para resolver averías. Yo jugaba entre tornillos, motores, cables… y mi familia jamás me dijo «esto no es para ti». En este mismo negocio, había un ordenador, el segundo que había llegado al pueblo, con la pantalla en color negro y naranja, muy diferente a lo que puede ser un ordenador actual, pero que yo usaba como entretenimiento. Esta máquina fue despertando en mí la pasión por la tecnología.

Me gustaría resaltar la influencia del ámbito familiar en las decisiones de las niñas. Nunca se deberían dividir los entornos de juego por género. Como siempre digo, a un niño le puede gustar cocinar y a una niña montar un robot.

«Crecí entre cajas de piezas mecánicas, viendo cómo se montaban y desmontaban para resolver averías. Yo jugaba entre tornillos, motores, cables… y mi familia jamás me dijo ‘esto no es para ti»

– El proyecto Wisibilízalas trata precisamente de romper estereotipos de género asociados a las carreras STEM.

Todo empezó en 2012, cuando fui finalista de la Google Anita Borg Scholarship, y me invitaron a ir a la sede de Google en Zúrich. Allí entré en contacto con muchas mujeres, estudiantes de tecnología, con grandes inquietudes. Desde ese momento, Google nos ofreció apoyo para organizar eventos con el objetivo de promocionar la tecnología entre el público femenino. Cuando estudiaba el doctorado en la Universidade da Coruña, organizamos un concurso dirigido a colegios de Secundaria de Galicia. Después, cuando entré en la Universitat Pompeu Fabra, quise hacer algo más grande y lancé Wisibilízalas.

Su objetivo principal es generar referentes femeninos en estudiantes (chicas y chicos) de Primaria y Secundaria. Grupos, de un máximo de 10 estudiantes, deben crear una página web con el perfil de mujeres trabajando en STEM. Pero, además, estos referentes deben ser mujeres actuales y cercanas, para que puedan incluso entrevistarse con ellas para que el impacto sea aún mayor.

A punto de lanzar la quinta edición, se ha convertido en un concurso internacional, en el que han participado más de 2 000 estudiantes de cinco países (España, México, Ecuador, Colombia y Venezuela), y se han creado páginas web con los perfiles de más de 600 mujeres referentes en STEM. Este proyecto me ha regalado momentos muy emocionantes, como otorgar el primer premio de la categoría júnior en 2019 a un centro de Venezuela, a pesar de todos los inconvenientes que tuvieron durante la realización del proyecto por los cortes de luz constantes en su país.

«Cuando trabajaba como ingeniera de ventas, acudía a congresos tecnológicos para hacer demostraciones técnicas. En más de una ocasión me preguntaron quién era el ingeniero, pensando que yo era la azafata»

– Otro de los obstáculos llega con la incorporación de las mujeres del ámbito TIC al mundo laboral. ¿Cuáles son los principales sesgos que existen a día de hoy en las empresas?

Se tiende a asociar a la mujer a puestos de trabajo de menor responsabilidad o complejidad. Sin ir más lejos, cuando trabajaba como ingeniera de ventas, acudía a congresos tecnológicos para hacer demostraciones técnicas del software que producíamos. En más de una ocasión me preguntaron quién era el ingeniero, pensando que yo era la azafata. Cuando les aclaraba que yo era la ingeniera, me pedían disculpas por ese sesgo inconsciente (pero nocivo). La sociedad necesita conocer referentes femeninos desempeñando altos cargos, para erradicar ese concepto erróneo que asocia a la mujer a puestos de menor envergadura.

– La percepción que tenemos de nuestras capacidades también puede llegar a ser un freno para avanzar profesionalmente. En el informe ‘Mujeres jóvenes ante el empleo’ se afirma que las generaciones más jóvenes, en las que en teoría debería existir un avance con respecto a estas consideraciones, siguen pensando que hay diferencias ‘biológicas’ que acaban segregando el mercado laboral por género. ¿Hemos retrocedido o todavía no habíamos avanzado lo suficiente?

Todavía queda mucho por hacer. Está claro que todas las iniciativas actuales para promover las carreras científico-tecnológicas están empezando a dar su fruto, pero no se puede bajar el ritmo. Un ejemplo de éxito en este sentido ha sido el lanzamiento del Grado en Ingeniería Matemática en Ciencia de Datos hace cuatro años en la Universitat Pompeu Fabra. Hicimos un esfuerzo especial para atraer talento femenino. Desde asignar las charlas informativas a profesoras hasta diseñar por completo el material informativo. Se consiguió un 50% de alumnas en el primer curso, que se mantiene cuatro años después del lanzamiento del grado. Además, he visto destacar a las chicas en la mayoría de grupos en los que imparto clase, así que es posible que esas dudosas ‘diferencias biológicas’ jueguen a nuestro favor.

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Imágenes I Ana Freire

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