La «dismorfia de Snapchat», filón para los cirujanos plásticos en la era digital

Si en los últimos días has oído hablar de algo llamado «dismorfia de Snapchat», no creas que se trata de una aplicación de la popular red social para hacer stories o de un nuevo filtro para parecerte a Cara Delevingne o a Jon Kortajerena. No, lamentablemente es algo bastante menos positivo y glamuroso, aunque sí que tiene mucho que ver con esas imágenes y vídeos que subimos cada día a Instagram, Snapchat o YouTube, para, a modo de escaparate, mostrar nuestra vida a propios y extraños. Y por supuesto, buscando la perfección: si existen los filtros, el «modo  belleza» o apps tipo Facetune, por qué no voy a compartir mi mejor versión, ya que se me da la oportunidad.

Hasta aquí todo sería más o menos normal, si no fuera porque nos estamos acostumbrando demasiado a esa perfección artificial que nos proporcionan las herramientas digitales. Y es que la omnipresencia de las fotos retocadas puede generar una distorsión de la propia imagen que, en personas con baja autoestima o en adolescentes y jóvenes cuya personalidad está aún en desarrollo, puede derivar en lo que se conoce como «trastorno dismórfico corporal».

Lla dismorfia de la propia imagen es una preocupación excesiva por lo que se percibe como un defecto físico y se clasifica en el marco de los trastornos del espectro obsesivo-compulsivo. Llevada al extremo, las personas con este tipo de distorsión mental pueden adoptar  conductas para «arreglar» lo que ven como una imperfección, acudiendo incluso a dermatólogos o cirujanos plásticos con el fin de que modelen su cuerpo en la esperanza de parecerse a su yo ideal digital.

EL SELFIE, CATALIZADOR Y SÍNTOMA DE LA DISMORFIA CORPORAL

¿Exagerado? Pues parece que no tanto, a la luz de un artículo publicado por la doctora Neelam A. Vashi, miembro del Departamento de Dermatología de la Universidad de Medicina de Boston, en el número de agosto de la Revista de la Asociación Médica Estadounidense (Journal of the American Medical Association).

Esta experta se hace eco de un reciente estudio, en el que, a través de entrevistas a chicas adolescentes, se analiza el impacto que tiene el fenómeno de la exposición a los selfies editados. Los resultados no pueden ser más reveladores: las jóvenes que más recurren a la manipulación de las fotos antes de subirlas a una red social son también las que manifiestan un mayor grado de preocupación por su cuerpo, peso o imagen.  Más aún, aquellas que sufren de esta denominada dismorfia corporal son las que más recurren al respaldo de las redes sociales, utilizando esas fotos retocadas para validar el atractivo del que creen carecer. Finalmente, las más activas en el mundo digital -ya tratando de dar una determinada imagen de sí mismas, ya analizando y comentando la de otros- son a menudo también las que muestran una mayor insatisfacción hacia su propio físico.

UN 55% DE LAS CIRUGÍAS PLÁSTICAS EN EEUU SON YA PARA «MEJORAR MI SELFIE»

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Aumentan los pacientes que quieren cirugías plásticas para mejorar sus selfies.

Aunque nos parezca increíble, esta preocupación por conseguir en la vida real esa perfecta imagen de damos en el mundo digital está empezando a llenar las consultas de los cirujanos plásticos. Según indica la doctora Vashi, las primeras pruebas de esta creciente tendencia se empezaron a ver ya en los resultados de la encuesta anual que publicó en 2017 la Academia Americana de Cirugía Plástica Facial y Reconstructiva (AAFPRS, por su siglas en inglés). Según este sondeo, mejorar la apariencia en los selfies había sido el motivo esgrimido por el 49% de los pacientes en 2016 (y el 42% en 2015) para acudir a las clínicas de estos especialistas.

Sin embargo, datos más actuales citados por la dermatóloga autora del artículo indican que el porcentaje ha aumentado ya hasta el 55%; y de la misma forma, también había crecido el número de pacientes que comparten en redes sociales los resultados de la cirugía para mejorar su apariencia digital sin necesidad de recurrir a filtros.

Es más, la mejora de la apariencia digital influye incluso en el tipo de intervenciones que piden los pacientes. Antes de la popularidad de los selfies, una de las principales preocupaciones de estos era corregirse la giba o caballete nasal. Sin embargo, hoy lo principal es conseguir una simetría perfecta de la nariz o del rostro en general, hacerse un transplante de cabello o recurrir a procedimientos quirúrgicos para cambiar la forma de los párpados; todo ello, según los expertos, consecuencia directa de una fijación por mejorar la apariencia de los autorretratos digitales que luego se comparten en la red.

DISMORFIA DE SNAPCHAT O «QUIERO UN ROSTRO COMO EL DE MI SELFIE CON FILTROS»

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Conseguir el «selfie perfecto» se ha convertido en una obsesión para algunos.

La cosa no se queda ahí. No es solo que los pacientes hagan ese tipo de peticiones. Es que si antes acudían a las consultas de sus médicos con la foto de Brad Pitt o Angelina Jolie para conseguir esos pómulos o esos labios perfectos. ahora lo hacen con el selfie que se han hecho con su smartphone de última generación. Este fenómeno, que los especialistas han bautizado como «dismorfia de Snapchat» ha sustituido el anhelo de parecerse a un ideal externo de belleza por el de querer ser nosotros, pero «con filtros».

«Esta es una moda alarmante -advierte la doctora Vashi-, porque los selfies mejorados presentan a menudo presentan una apariencia imposible de conseguir y están difuminando la línea que separa realidad y fantasía en la mente de estos pacientes».

«En tales casos – añade-, la mejor recomendación por parte del especialista es no realizar la cirugía, porque eso solo puede agravar el trastorno subyacente, si es este existe. El tratamiento, si es así, es el psicológico, con inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (un tipo de antidepresivo), a menudo combinados. La gestión del trastorno debe ir acompañada, además, por un enfoque empático y no crítico por parte del médico».

Y es que las aplicaciones para retocar imágenes, como Facetune o los filtros de Snapchat están generando un nuevo ideal de belleza, que además se consigue al instante, conformando una imagen propia a menudo inalcanzable. Una cosa es añadir unas orejas de gatito o unas estrellas para decorar la foto y hacerla más atractiva y otra muy distinta es la utilización de esos filtros, en general inocuos para la mayoría de la gente, pero que pueden ser peligrosos en el caso de personas con baja autoestima o trastornos subyacentes, que podrían perder el contacto con la realidad.

Un caso especialmente sensible es el de los jóvenes y adolescentes, para los que la llamada «dictadura del like» o la aceptación social por parte de sus amigos y conocidos en redes sociales puede llegar a convertirse en una verdadera obsesión. Educación, confianza y diálogo son las mejores medicinas en estos casos.

Y disfrutemos de nuestras vacaciones, de los momentos en familia y sí, también de esas fotos para recordarlos siempre, con o sin filtros, pero siempre muy conscientes de que la perfección no existe y que incluso puede ser muy aburrida.

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