Bacterias visibles y planetas que no lo son: el problema de la catalogación humana

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A los humanos se nos da genial catalogar. Por la forma en que hemos evolucionado, nos es fácil agrupar objetos en conjuntos. Así, hay una serie de factores que hacen que un animal sea un animal, que distinguen lo que es y lo que no un planeta y que determina que algo es una bacteria. El problema, claro, es que la naturaleza no responde a estos sistemas.

Todos los sistemas humanos para catalogar objetos de la naturaleza (y buena parte de los antropológicos) son arbitrarios. Es decir, podrían haber sido elegidos de otra manera. Y, por ello, todos tienen problemas evidentes a la hora de encajar con la realidad, donde hay elementos atípicos. Analizamos algunos ejemplos, empezando por el ornitorrinco.

El ornitorrinco: ¿un mix de la naturaleza?

El ornitorrinco es un animal curioso. Es un mamífero semiacuático y tiene pelo. Su hocico recuerda a la de los patos, aunque no guarda ninguna relación con ellos. Como es obvio, no es un ave. Las patas son palmeadas, pero los dedos sobresalen. Pone huevos, aunque sus crías maman. No tiene dientes, y los machos disponen de un espolón con veneno en las patas traseras. Además, poseen cloaca.

Es considerado ‘raro’ porque cuando se realizaron las primeras clasificaciones de mamíferos no se sabía de él. Tampoco se conocían tigres con marsupio (león marsupial, extinto) ni de peces con dentadura (pez pacu chino). ¿Qué se hizo cuando se descubrió su rareza? Se creó un nuevo tipo de animal, los monotremas, un tipo de mamífero con características de reptilianas.

Thiomargarita magnifica, la bacteria visible a simple vista

Thiomargarita magnifica

Las bacterias son un tipo de microorganismos (microbios, ‘vida microscópica’) cuya definición es la de “organismo unicelular únicamente visible al microscopio”.

Esta definición ha sido válida hasta que un equipo de científicos localizaron la Thiomargarita magnifica, una bacteria de 9000 milésimas de milímetro (0,9 centímetros) visible a simple vista y 50 veces más grande que las bacterias hasta hace poco consideradas gigantes. El esquema se ha roto. Incluso se ha encontrado un ejemplar de dos centímetros.

La Thiomargarita magnifica no solo pone en duda el esquema de tamaños asociados a las bacterias. También rompe con la clasificación de procariotas y eucariotas. Hasta ahora, las procariotas (dominio al que pertenecen las bacterias) y las eucariotas se diferenciaban, entre otros factores, en que el ADN de las segundas está recogido en un núcleo compacto protegido por una membrana nuclear.

Pues resulta que la Thiomargarita magnifica tiene algo bastante similar. Y, para más inri, dispone de cerca de 12 000 genes, más o menos el triple de lo habitual en una bacteria. La Escherichia coli, por ejemplo, tiene 403 genes.

Plutón, planeta enano desde 2006

Descubierto en 1930 por Clyde William Tombaugh, Plutón fue clasificado por el noveno y más pequeño planeta del sistema solar según la Unión Astronómica Internacional. Se consideró planeta porque por aquel entonces el único requisito era que orbitase el Sol y fuese más o menos grande.

Sin embargo, a medida que se descubrían cuerpos más pequeños como Ceres, Eros, Makemake y Haumea, en 2006 se decidió que Plutón era un planeta enano. La palabra clave es ‘decidió’. La actual clasificación para planeta es, como el resto de jerarquías, arbitraria.

Si se observa la lista de exoplanetas ordenada por su masa o radio, se verá también que el radio va de 0,1 a 28 veces el radio terrestre. Por otro lado, la masa va de 0,1 a  20 125,6 masas terrestres. Es el caso de CoRoT-15 b. Llama la atención que la estrella TRAPPIST-1 tiene unas 0,089 masas solares o 29 632 masas terrestres.

A medida que se descubren más y más cuerpos celestes, se observa también cómo los sistemas de clasificación se vuelven borrosos y menos útiles. Un ejemplo de ello es el planeta WD 1856 b, que orbita la estrella WD 1856 + 534 y que tiene un diámetro siete veces mayor que esta.

¿Está este virus vivo?

Desde que fueron descubiertos, los virus han sido un dolor de cabeza a la hora de clasificar su existencia. Sin ser inertes, a lo largo de la historia se ha considerado que no están vivos. Los virus no tienen células, así que no forman parte de los tres grandes grupos o dominios de la vida. Aunque, por otro lado, tienen genoma y se replican, lo que satisface muchas de las condiciones de la vida.

Una de las definiciones de vida que excluyó a los virus fue aquella que dijo que vida era aquello que disponía de sistemas de regulación homeostática. Aunque esto ya planteaba muchos problemas porque hay células que no tienen estos sistemas. Cuando a principios del siglo XXI se descubrió que había un tipo de virus que atacaba a otros, todo se complicó bastante.

Es el caso de los virófagos, virus que atacan a virus gigantes. Estos últimos también rompieron todos los esquemas, cuando se descubrieron algunos más grandes que bacterias. Y en 2019 se encontró algo aún más raro: algunos virus gigantes tenían ribosomas, una de esas características que distinguían de modo inequívoco las células y los virus. El esquema ya no servía.

Lo que es y lo que no es un pueblo

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Por descontado, los problemas de catalogación humana no funcionan mal solo en la naturaleza. Expresiones humanas como el arte, los movimientos sociales y los asentamientos urbanos plantean dificultades cuando la teoría colisiona con la realidad. Por ejemplo, ¿es Plasencia, por ejemplo, un pueblo o una ciudad?

Comparado con Madrid, Plasencia, con sus 40 000 habitantes, podría clasificarse como un pueblo. ‘Únicamente’ tiene el 1 % de su población. Sin embargo, comparado con Tokio (Japón), con algo más de 13 millones de habitantes, Madrid es un municipio pequeño. Durante algunos siglos la catalogación de pueblo o ciudad venía dada por el sector predominante. Agrario, ganadero y artesano eran pueblos, mientras que industrial y de servicios eran ciudades.

Esta forma de ver los municipios quedó obsoleta cuando casi todos abandonaron los sectores primarios. Desde hace un tiempo, ONU-Hábitat define ciudad como un entorno de más de 50 000 habitantes y una densidad media de unos 1500 habitantes por kilómetro cuadrado. Mientras que los municipios de 5000 habitantes o menos de 300 habitantes por kilómetro cuadrados son pueblos y ‘lo rural’ es lo que queda. Es muy probable que vuelva a cambiar pronto, por motivos diversos.

Por lo general, cualquier sistema de clasificación o catalogación tendrá limitaciones conceptuales notables, porque catalogar implica simplificar la información de manera que todos los objetos quepan bien en un esquema mental que, con frecuencia, no existe más que sobre el papel. Científicos e investigadores llevan varios siglos revisando y actualizando sus sistemas de clasificación, todo lo que estudian. La vida, los cuerpos celestes, el urbanismo, la sociedad. Por descontado, seguirán haciéndolo en el futuro, persiguiendo a la realidad.

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Imágenes | Pawel Czerwinski, Thiomargarita magnifica, Sven Fischer

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