Así es TikTok, la red social para gente sin sentido del ridículo

Pequeños videoselfis de 15 segundos. ¿Se puede conquistar el mundo con una aplicación que permita esta función? Otras han llegado y han caído. ¿Alguien recuerda Snapchat? ¿Vine, te suena de algo?

TikTok presume de ser actualmente la red social más activa, la que ha logrado el mayor crecimiento mundial, con 500 millones de usuarios —entre ellos alguna que otra estrella mediática— y presencia en 150 países. En China, el mercado de aplicaciones más grande del mundo, el 20% de los teléfonos la tiene instalada. 

¿Cuál ha sido la razón de su éxito? Más concretamente, ¿cuál está siendo? Combinar la inmediatez de Instagram y su efervescencia comercial —las marcas de lujo han visto aquí un nuevo nicho de crecimiento—, vitaminarla con mucha música y stickers (pegatinas) propios de Telegram y facilitar las herramientas de creación básica heredadas de Vine.

Remueve sin agitar y ya lo tienes: una suite en tu móvil para trollear, disparar memes o darle un enfoque comercial a tus creatividades. Porque si sabes cantar, si sabes moverte, el mundo es tuyo. O, al menos, nos lo pasaremos bien intentándolo. Ese es el mensaje central de TikTok: hacer el ridículo no es motivo de vergüenza, sino de chanza popular.

EL NACIMIENTO DE TIKTOK

Pero antes de continuar, ¿de dónde viene TikTok? Vamos con un poco de historia. Creada durante el verano de 2016 por la empresa china ByteDance, en apenas 200 días, originalmente se llamó Douyin. Traducido al español, “vibración musical”. Rápidamente se expandió por Indonesia y alcanzó los primeros puestos en las listas de aplicaciones gratuitas. Tal fue su crecimiento que Indonesia bloqueó temporalmente la app.

Con la esperanza de penetrar en nuevos mercados y un año después de su puesta a punto, en noviembre de 2017, ByteDance compró musical.ly.

Asesinato o rebranding, podemos llamarlo de cualquier forma. Pagaron 1.000 millones de dólares al cambio por una plataforma más conocida entre los usuarios estadounidenses, aunque justo entonces sus números empezaron a bajar. Unos meses después, ambas aplicaciones se fusionaron en una sola. Entretanto, 100 millones de usuarios. Y subiendo.

Según su target oficial, esta es una app enfocada para jóvenes de 18 a 24 años. Pero es posible que hayas visto el logo de TikTok entre las pequeñas píldoras de vídeo que aparecen en los grupos de WhatsApp de tu hijo. Sí, el que está en tercero. Exacto: niños de 8 años también la usan. ¿Quién va a impedir acceso a un contenedor de chistes? La app cuenta con restricciones adicionales para la franja de edad comprendida entre los 14 y 18 años. Los menores de 14 “no pueden” crear cuenta.

Y, como decíamos, también es un buen lugar donde quedarse a promocionar trapitos o vender formalmente servicios. Zhang Yiming, emprendedor de 35 años y fundador de ByteDance, ve el suyo como un éxito modesto, pero sabe que acaba de revolucionar el mercado. Otra vez.

Dentro de la app: qué es tiktok

En un descargable de apenas 70 megas —aunque podemos descargar paquetes de efectos, pegatinas y otros emojis—, disponible para iOS y Android, tenemos un poderosísimo contenedor creativo.

Dicho de otra forma: es una magnífica herramienta para crear vídeos cortos, challenges (retos) de cualquier índole, subirse al carro de cualquier meme, canturrear mediante sincronización labial y poner stickers a cualquier rincón de nuestra casa.

Más aún, desde el primer segundo de uso la aplicación nos arroja lo trending, nos enumera los hashtags más populares. Nos está retando a participar, a contribuir.

Un poco de glitter, una lengua de perrito y a echarnos unas risas. También podemos coger un vídeo ajeno y, a pantalla partida, mostrar nuestra reaction. Otra forma de enfrentarse al dominio de YouTube desde un espacio más cómodo y ágil. En la carrera del meme no hay tiempo que perder, o coges ese tren o ya tendrás que esperar al siguiente.

cómo usar y descargar tiktok

Una vez descargada la app, debemos registrarnos con un número de teléfono o email. Podemos asociar la cuenta a otros de nuestros servicios, como Instagram, Facebook, Gmail o Twitter.

A partir de aquí, el funcionamiento es bien sencillo y aprovecha cada centímetro de la pantalla del smartphone. En el marco superior tenemos dos clasificaciones: “siguiendo” y “para ti”. En “siguiendo” aparecerá un muro similar al de Twitter donde se verán las homes de las personas que estamos siguiendo, sus últimas actualizaciones y sus interacciones más seguidas. En “para ti” tendremos otro muro desde el que hacer scroll infinito y ver los posts más interesantes de la comunidad.

Un detalle en apariencia inane: para decir que algo nos gusta, ni siquiera necesitamos pulsar sobre el icono del corazón; dando dos veces sobre el contenido ya lo tendremos faveado. ¿No es más fácil acostumbrarse a pulsar sobre un icono? Las reglas no parecen hechas para cierta generaciones: el doble tap se usa más. Como en el match de Tinder, la aplicación sabe cómo satisfacer esa inmediatez y conceder al usuario libertad de acción.

Sobre el corazón tendremos el icono del usuario en cuestión, para comenzar a seguirlo, y bajo el corazón el icono de comentarios, para leer los ajenos o escribir los propios. Y, más abajo, el de WhatsApp, para compartir «eso tan gracioso que estamos viendo».

Sigamos, porque en la barra inferior tenemos el verdadero corazón de la app: en el primer icono, la casita, actualizaremos el home.

Bajo cada vídeo veremos los créditos de la canción que está sonando —herencia directa del fair use norteamericano y un recurso clásico para reconocer licencia de uso sin más afán que el lúdico—.

En el icono de lupa veremos los hashtags que mejor están funcionando, para sumarnos al reto que más nos apetezca. El icono de «–» accede a nuestro archivo de subidas y el icono de persona simplemente nos presenta otro acceso para seguir a distintos perfiles sugeridos, para dar likes y otras formas de interacción exprés.

En el «+» central se nos pedirán permisos para acceder y hacer fotos, vídeos y otro contenido multimedia, además de grabar audio o acceder a los archivos de música del sistema. Este es el verdadero corazón de la app, donde editar, cortar, meter filtros, usar un temporizador o partir ese mismo vídeo en distintas ventanas.

La aplicación no solo permite grabar una píldora de 15 segundos, también girarla (horizontal o vertical), añadir efectos especiales o distintos sonidos, utilizar máscaras para el rostro y stickers en 3D —exacto, los emojis de Apple—, etc.

Efectos de combate de Street Fighter, pegatinas de Harry Potter, alas de unicornio, orejas de gatito, gafas de thug life: no falta de nada y, de ser así, la creatividad de la comunidad se encarga de gifear el resto.

¿Se podía mejorar todo lo que llegó a ofrecer Twitter, Youtube, Instagram o WhatsApp? Siempre se pudo ir un paso más allá. TikTok suma lo mejor de todas, aglutina los aprendizajes velados en aplicaciones de running o ligoteo y las convierte en un fenómeno social.

Algo incómodo: debemos tener en cuenta que, una vez subimos un contenido, este pasa a formar parte de la app, estamos al servicio de la comunidad. Sus reglas, su privacidad.

Y aquí es donde cabe preguntarnos, ¿deberíamos preocuparnos un poquito más por nuestra privacidad o mercadeando todo lo que somos nos basta para ser felices? Porque si algo está claro es que el contenido de TikTok, salvo música comercial, es creado por su comunidad. Pero los réditos son y seguirán siendo, en primera instancia, para los mandamases de la plataforma. Las reglas del business no mienten.

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