Desmintiendo bulos de la geoingeniería: ‘chemtrails’ y nieve que no se derrite

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La geoingeniería suele definirse como la manipulación intencional y a gran escala del clima planetario. Imprescindible para la terraformación de nuevos mundos y quizá clave para paliar las consecuencias más graves del cambio climático, lo cierto es que es una ciencia incipiente y aún sin aplicaciones de alcance, pero rodeada de bulos y desinformación. ¿Cuáles son estas patrañas?

Chemtrails y geoingeniería: no, no nos están cambiando el clima

Los chemtrails, en español estelas químicas, son un tipo de bulo que defiende que tras las estelas de los aviones hay un plan para fumigarnos o esterilizarnos. En su versión geoingeniera, que Monsanto está controlando el clima para que compres sus semillas.

Estos rastros son, sin duda, la fuente de bulos por excelencia dentro de la red, o al menos unas de las más antiguas y potentes, quizá porque antes no disponíamos de herramientas para combatir la desinformación. ¿El problema? A medida que se desmiente una farsa aparece otra más enrevesada si cabe.

Los chemtrails tienen su origen en varios estudios de 1996 y 1997 donde se especula con la posibilidad de usar geoingeniería con aviación, como de hecho se ha intentado a escala local (no ‘geo-’, que es escala planetaria) para provocar lluvias. A partir de ahí los bulos apuntaron a “rociar a la población estadounidense con sustancias misteriosas” desde los aviones “generando patrones de estelas inusuales”.

En 2014 una publicación de Ecologistas en Acción señalaba que los chemtrails habían trascendido el mero bulo y se habían convertido en una creencia difícil de eliminar. Para las creencias no hacen falta pruebas, de modo que la desinformación campa a sus anchas desde hace más de una década.

La misma publicación señalaba que muchas personas creen que las aeronaves están manipulando el clima —no deja de ser irónico que sea cierto, pero por motivos diferentes, como las emisiones de CO2eq que provocan el cambio climático— con los chemtrails. Unos años antes, en 2011, un 17 % de las personas encuestadas internacionalmente creía en la existencia de un Programa Atmosférico Secreto a Gran Escala (SLAP). Que no existe, claro.

5G y nieve de plástico: ¿puede la radiación hacer nevar polímeros?

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La tecnología 5G tampoco se salva de ser relacionada con la geoingeniería. A comienzos de 2021 se viralizaron un par de vídeos de una mujer tratando de quemar una bola compacta de nieve con un mechero de butano o gasolina. Según la autora del vídeo, la nieve era en realidad plástico. Y en ediciones posteriores señaló que una torre de telefonía cercana era la causante de crear dicho plástico con la radiación del 5G.

La realidad es mucho más prosaica. Las bolas apelmazadas de nieve no se funden rápido ante un mechero. Lo que ocurre es que las partículas de combustible que no arden se quedan adheridas a la nieve y ese hollín ‘huele’ a quemado. El resultado es una bola de nieve que sobrevive a un intento de quema de unos segundos y cuyo olor es curioso, pero no tiene nada de extraño. La misma bola de nieve se derrite si se deja en un bol durante un par de horas.

El 5G es una tecnología que no puede alterar la materia, por lo que difícilmente podría convertir nieve de agua en ‘nieve de polímero’ (esto tampoco existe). Y tampoco podría reunir compuestos dispersos en la atmósfera y hacer que precipiten en forma de nieve, aunque sin duda sería interesante de cara a limpiar el aire. De existir, sería una tecnología admirable como captura de CO2.

¿Es la geoingeniería la causa del cambio climático?

Esta pregunta, que podría entenderse perfectamente como un bulo si se toma la definición de geoingeniería de la Royal Society —“manipulación ‘intencional’ a gran escala del clima planetario”—, cobra cierto sentido cuando se considera la geoingeniería como la capacidad de alterar el clima planetario (con o sin intención). Pero ¿y si hubiese intención? Preparen el gorrito de aluminio.

Por un lado, es evidente que los vertidos atmosféricos del ser humano han causado el actual cambio climático. Los informes de evaluación y publicaciones del IPCC descartan cualquier duda que quedase al respecto. Aunque la intención de esa contaminación no era alterar el clima, sin duda la emisión de CO2eq ha sido (y sigue siendo) intencionado. La Organización Meteorológica Mundial confirmó que en 2020 se habían alcanzado las 413 partes por millón (ppm), un nuevo y trágico récord mundial.

Por otro lado, también es obvio que algunos países se han beneficiado del aumento de temperaturas en materia agrícola, como señalan varios estudios de la FAO.

Con datos como estos, el bulo geoingenieril deriva de una mala inferencia: que algunos países están potenciando el cambio climático adrede. Si bien es cierto que no todos ellos están tomando decisiones para reducir su huella ambiental, lo cierto es que el bulo de la geoingeniería en favor del cambio climático no se sostiene:

  • Por un lado, los mayores contribuyentes al cambio climático no están uniformemente distribuidos entre los países ‘ganadores’.
  • Por el otro, muchos de los países que ven su agricultura más fuerte por el cambio climático son los que más esfuerzos hacen para contrarrestarlo.

De modo que no, no hay países que impulsan el cambio climático: sí los hay que hacen menos y, con sus acciones, lo aceleran.

La geoingeniería es un conjunto de técnicas tan complejas que el riesgo de usarlas mal es muy alto. Al menos hasta que se sepa más sobre cómo funcionan los sistemas complejos en todo el mundo. Por ello esta ciencia está casi completamente detenida y rara vez se aprueban experimentos: la cautela puede más.

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Imágenes | Quentin Rey, benjamin lehman

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