En España hace falta un ejército de programadores. Sin embargo, todavía son insuficientes los jóvenes que quieren estudiar programación. En la mente de muchos adolescentes (y sobre todo de ellas) está la idea de que es algo muy complejo y aburrido, para ‘cerebritos’ y seres introvertidos. Pero no es así. Esta disciplina está al alcance de muchos y las salidas profesionales que ofrece son muy variadas.
En un tiempo de digitalización acelerada como el que vivimos se requieren muchos programadores. Estos profesionales traducen a software actos de la vida cotidiana y también complejos procesos en las empresas. Los millones de líneas de código que producen están detrás de muchos de los dispositivos y aplicaciones que utilizamos diariamente, como ordenadores, móviles, coches eléctricos, lavadoras inteligentes o ascensores.
Y también hacen posible, con sus desarrollos, que podamos realizar un trámite burocrático por internet. O el control de los medios de transporte o la gestión de fábricas u hospitales, entre otras muchas cosas. Se puede decir que sin programación el mundo tal cual lo conocemos colapsaría, y la vida sería mucho más difícil.
Sin embargo, en España y en el mundo occidental en general se vive una escasez preocupante de profesionales tecnológicos. Según la patronal tecnológica DigitalES, solo en el sector informático hay más de 120 000 puestos sin cubrir en este país. Y 40 000 de esas vacantes tienen que ver con el desarrollo de software.
Alfonso Castro es coordinador académico en el grado en Ingeniería del software en el centro universitario U-tad. Asegura que el problema no es tanto que no haya estudiantes de informática, sino que el número de titulados cada año “no alcanza para cubrir la elevadísima demanda”. “Se puede decir que estamos viviendo un momento de auge de la programación. Se necesitan programadores para todos los sectores: banca, telecomunicaciones, transporte, comercio o administraciones”.
El informático en la ficción
Esta carencia de programadores tiene muchas causas. Y una de ellas tiene que ver con los mitos que la industria de la ficción ha creado en torno a esta profesión y que la hacen ajena a muchos. En películas y series se da una imagen de los informáticos que nada tiene que ver con la realidad.
Profesores y alumnos del centro universitario U-tad han localizado algunos de estos estereotipos en producciones relativamente recientes. En primer lugar, en la ficción se suele presentar a los programadores como nerds capaces de construir un programa o resolver un problema informático en cuestión de minutos o segundos, y sin errores.
Es el caso, por ejemplo, del personaje de Nine Ball en la película ‘Ocean’s 8’ (2018), que consigue craquear la seguridad de un museo en tiempo récord. En la vida real sí que se pueden llegar a desarrollar programas o aplicaciones para derribar un sistema informático de una manera muy rápida y eficiente. Pero lleva mucho más tiempo y exige muchas pruebas.
Los programadores no son asociales
Otro caso. El personaje más idiosincrático de la serie ‘The Big Bang Theory’, Sheldon Cooper, es capaz de acceder a un superordenador del Gobierno de los Estados Unidos haciendo unos cuantos clics. Pero la realidad es muy diferente. Estos superordenadores son casi inexpugnables. Y, además, el trabajo de un programador consiste, en gran medida, en buscar documentación y en averiguar por qué el código en ocasiones no hace lo que debería, algo que rara vez se muestra en la ficción.
Además de presentarlos como empollones, a los programadores se los suele caracterizar como seres introvertidos, que pasan muchas horas frente al ordenador y tienen poca vida social. En la película ‘Ex-Machina’ (2015), al personaje de Caleb no se le dan muy bien las relaciones sociales y prefiere pasar más tiempo con su verdadero amor, los ordenadores, y con AVA, un robot con inteligencia artificial.
Mientras tanto, en la serie ‘Mr. Robot’, el protagonista es el auditor de seguridad Elliot Anderson, que también es presentado como alguien introvertido. Pero en realidad un buen auditor tiene que tener buenas dotes de comunicación, para transmitir a sus superiores los problemas que deben subsanar.
Por último, un apunte estético. La ficción cinematográfica y televisiva suele mostrar a unos informáticos que casi siempre llevan gafas y tienen algo de sobrepeso. Es otro cliché, sobre todo cuando la querencia por las pantallas es generalizada y los problemas de visión y sedentarismo que genera se extienden a toda la población.
La programación es capacidad lógica
María Ángeles Gómez-Limón trabaja desde hace 30 años impartiendo clases de bases de datos y programación en centros públicos de FP. Ahora enseña a programar en Java a alumnos del grado superior de FP en un instituto del centro de Madrid. Está de acuerdo con el efecto pernicioso de los clichés. “Todas las enseñanzas tecnológicas y científicas generan en el alumnado cierto bloqueo derivado de la idea preconcebida de que efectivamente todo esto es para ‘cerebritos”, confirma.
Y recuerda que la base en la formación de un programador no es ser un genio ni nada parecido, sino que consiste en tener una buena capacidad lógica. Y que esta capacidad se puede mejorar “con el trabajo constante y el esfuerzo”. Además, asegura que sus alumnos no son seres marginales y con problemas de socialización, sino “chicos y chicas perfectamente integrados”. Eso sí, admite que está costando atraer a las jóvenes a este tipo de carreras profesionales. Y reconoce que es una pena, toda vez que son ellas precisamente las que mejor resultados académicos exhiben.
Por su parte, Alfonso Castro, de U-tad, dice que el cliché del ‘cerebrito’ está perdiendo vigencia porque “cada vez más jóvenes tienen entre sus amigos o familiares a estudiantes de grados y postgrados relacionados con la programación”. Además de las enormes posibilidades en encontrar un empleo, en su opinión está ayudando a “normalizar” la programación el hecho de que cada vez haya un enfoque más práctico en las asignaturas. Por ejemplo, se ponen en marcha proyectos de realidad virtual que ayudan a niños en los hospitales o que aplican la inteligencia artificial a la sostenibilidad del planeta.
El día a día de un programador
Programar no es ir a la Luna ni hacer de ingeniero para la NASA. No es algo para genios y superdotados, sino que está al alcance de muchos. En esencia, consiste en escribir, en un lenguaje determinado, una serie de instrucciones que indiquen al ordenador los pasos a seguir para resolver un problema. María Ángeles Gómez-Limón describe el día a día de un programador en términos que nada tienen que ver con la ficción cinematográfica. Y asegura que se trata de “un trabajo muy sistemático”.
“Cuando se llega a la fase de programación en un proyecto, ya ha habido previamente mucho trabajo de análisis y diseño de profesionales de un rango superior al de programador. Si el proceso de desarrollo de una aplicación se hace realmente bien, al programador le debe llegar una documentación en la que se detallen perfectamente los algoritmos, fuentes de datos, batería de pruebas, etc., que él debe plasmar”.
Eso sí, la profesora avisa de que los programadores tendrán que especializarse en el entorno de programación (hay decenas de ellos) en el que le toque trabajar. Y luego deberán “estar en permanente formación”. Aunque no hay que asustarse; en muchos casos los principios de programación son los mismos o bastante parecidos. “La base de todos los lenguajes de programación es similar y lo que cambia es la manera de implementar esas instrucciones. Por eso, una vez que conoces un lenguaje de programación no te cuesta mucho aprender otro”, explica Alfonso Castro, de U-tad.
Clara Fernández, Program Manager de la escuela tecnológica Ironhack, hace un símil con las lenguas habladas: “La programación sigue una lógica concreta y, una vez se entiende, es fácil pasar de un lenguaje a otro con relativa facilidad. Podemos compararlo con aprender una lengua románica. Una vez dominas el francés, por ejemplo, es mucho más fácil y rápido aprender el italiano”.
Los lenguajes de programación habituales
Según la profesora María Ángeles Goméz-Limón, en la actualidad los lenguajes más demandados son, por este orden, Phyton, JavaScript, Java y PHP. Alfonso Castro, de U-tad, destaca que uno de los perfiles más demandados en los últimos años es el de desarrollador de aplicaciones web. “La implementación de cualquiera de las páginas web a las que accedemos empleando los navegadores con nuestros ordenadores o móviles está basada en HTML, CSS o JavaScript”.
Castro, además, destaca que programar no es una tarea solitaria, sino el trabajo de un equipo que suele estar sincronizado. Y que no solo incluye a programadores, sino también a matemáticos, diseñadores digitales o expertos en negocio. En este punto entra en juego la llamada metodología agile, que se ha impuesto en los últimos años. Agile prima la flexibilidad y la introducción de cambios en los proyectos, frente a métodos más rígidos del pasado como el de cascada o waterfall.
Una salida para jardineros y filósofos
Un ejemplo de que la programación cada vez atrae a gente más diversa son los bootcamps (cursos intensivos) y las aulas de la escuela tecnológica Ironhack, que cuenta con instalaciones en nueve ciudades del mundo, incluidas Madrid y Barcelona, y donde ya se han graduado más de 10 000 alumnos.
Clara Fernández dice que ni rastro de clichés o estereotipos excluyentes en las clases de Ironhack: “Cada vez hay más profesoras y alumnas mujeres, así como personas de diferentes edades y procedencias. Y no solamente eso, nuestros estudiantes vienen de todo tipo de backgrounds, desde jardineros a filósofos. Al final, una vez te pones a programar, descubres que no es para nada lo que nos han vendido”. Fernández asegura, además, que una persona que tenga ganas de aprender puede estar preparada para entrar en el sector tecnológico a trabajar “como júnior” en unas nueve semanas.
En fin, la carestía de programadores que hay en España y en el mundo occidental está impidiendo que la digitalización avance al ritmo que demandan los ciudadanos y los usuarios. En este escenario, romper estereotipos y dar visibilidad a los estudios tecnológicos es una de las claves para revertir la situación. Es importante que quede la idea de que programar no es asunto de superdotados ni de chicos raros. Que la programación no es un mundo vedado a los que no tienen gafas y superpoderes mentales, o no exhiben una cierta misantropía, sino algo mucho más terrenal, práctico, divertido y al alcance de todos. Algo mucho más normal.
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