A veces la mejor tecnología es el balón de trapo que hace reír a un niño

Novedades en tecnología móvil 5G, en robótica, inteligencia artificial, supercomputación o biomedicina protagonizan grandes titulares en los medios de comunicación, sedientos de noticias que demuestren que el mundo, efectivamente, sigue progresando en una línea del tiempo cuyo avance imaginamos incontenible.

Y así, nuestro “smartphone” escupe informaciones que nos hacen sentir satisfechos por la evolución de una sociedad que, a poco que nos asomemos por la ventana, ofrece un aspecto menos rutilante que el de esa pantalla táctil que hemos convertido en nodo de una red que conecta –hiperconecta- soledades.

la flecha del tiempo

Tumbados en nuestro sillón de diseño sueco, disfrutamos del viaje sobre esa flecha temporal cincelada a golpe de utopías y, cuando algo perturba nuestra fe en el progreso, apelamos al refranero popular, porque ya se sabe que cualquier tiempo pasado fue peor.

Sin embargo, la flecha del tiempo se antoja una endeble metáfora y, además, no resulta única para todos los habitantes de este planeta que, si bien compartimos un destino, a duras penas compartimos las urgencias del presente.

Así, mientras unos nos impacientamos por escuchar el último éxito musical en Spotify, otros sueñan con oír el sonido del agua cayendo de un grifo; mientras unos reclamamos baterías duraderas para el móvil, otros solo quieren encender una luz para poder leer durante la noche; mientras unos hacemos dieta, otros se mueren de hambre.

«Los niños fabrican también cometas con bolsas de basura del supermercado y monopatines con tablones, y…Tecnología lúdica y primaria para tratar de vencer en el juego de la supervivencia».

Y es que, a veces, el gesto más innovador es llegar vivo a la noche y la tecnología más puntera es la que facilita ese afán.

Por ello, es difícil no conmoverse ante la imagen de estos niños jugando con una pelota modelada con trapos y plásticos. Seguro que, en su imaginación y gracias a la globalización –otra metáfora mal pergeñada, un sueño comercial más que humanístico-, esos chavales conocen a Messi o a Ronaldo y les emulan sobre el terreno seco y pedregoso que sirve de escenario a la gran final de la Copa del Mundo.

José Luis Toral, autor de esta fotografía tomada en el un centro de refugiados en la frontera del Congo gestionado por ACNUR, nos cuenta que los niños fabrican también cometas con bolsas de basura del supermercado -«no veas cómo vuelan»-; y monopatines con tablones, y…Tecnología lúdica y primaria para tratar de vencer en el juego de la supervivencia.

Tecnología con forma de balón de fútbol

Unas cintas de plástico, trapos, maderas y poco más. Pues bien, rindamos homenaje a esos elementos y a la inteligencia que fue capaz de combinarlos para hacer más llevadera la miseria a niños que no deberían conocerla.

Porque niñez y miseria son conceptos que no pueden convivir: la una termina donde empieza la otra. La pobreza sopla sobre las hojas del calendario y hace que pasen más rápido, manchando las miradas más puras y vivas con el reflejo de la muerte.

Quizás algunos de esos pares de inmensos ojos convivan con mentes capaces de desentrañar los misterios del universo, de imaginar una fuente de energía inagotable o de dar con la fórmula para frenar la crisis climática… pero no lo sabremos.

La única certeza que nos ofrece esa imagen es que, utilizando una tecnología primaria, han creado una pelota que, con cada bote, erosiona el sueño del progreso. Porque un futuro que no es de todos no es de nadie. Es solo ese porvenir que, como dice el poeta, recibe ese nombre porque no viene nunca.

Fotografía: José Luis Toral

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