Cuando aumenta la eficiencia, también lo hace el gasto eléctrico. ¿Por qué?

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Una pregunta trampa: ¿nos viene bien que un dispositivo de segunda generación sea más eficiente que el de la primera? La respuesta, lejos de ser fácil, es extraordinariamente compleja. Además, tampoco es nueva. En 1865, el economista Jevons se dio cuenta de que cuando una tecnología se vuelve más eficiente, el consumo total aumenta en el medio plazo. Pero ¿por qué pasa esto? 

¿Cómo puede ser que si dejo de lado un dispositivo poco eficiente en favor de uno aparentemente más responsable el consumo total aumente? Porque intervienen más variables. A este fenómeno demostrado se lo conoce como la Paradoja de Jevons. Se aplicó por primera vez sobre el motor a vapor pero hoy define nuestra realidad casi al completo. Según su matemática, más nos vale cambiar de modelo de consumo, y pronto.

¿Más gasto al aumentar la eficiencia? Demuéstralo

La máquina de vapor de Watt es un invento hoy día muy conocido. Las de Savery, Vitrubio o Arquímedes nos suenan menos al no ser comerciales. Lo que Watt consiguió con su máquina es convertir el carbón, un elemento útil sin más, en un combustible con una eficiencia energética impresionante.

Como resultado, las industrias europea y americana abrazaron el invento. Lo que antes necesitaba fuerza animal y decenas de brazos pasó a requerir una fuente constante de carbón. Aquello disparó su consumo y nos proyectó a la Revolución industrial. El carbón se volvió tan barato por su eficiencia que el gasto aumentó de forma desmesurada.

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Aquel fue el primer ejemplo. William Stanley Jevons, que también era filósofo, descubrió que la máquina de vapor no había reducido el consumo de carbón. Lo había multiplicado muchísimas veces en periodos de tiempo ridículos. Por descontado, aquella no fue la única vez que pasó.

Luces led y dispositivos engrosan las filas de Jevons

Si volvemos de nuevo al cálido presente, pronto descubrimos que por el camino hemos pasado por más ejemplos. El vehículo privado es uno. El ordenador, otro. Los últimos dos son las luces led y el número creciente de dispositivos móviles. Frente a una bombilla incandescente tradicional de 60 W, una luz led suele consumir unos 7 W para el mismo nivel de iluminación.

Precisamente ahí está la ‘trampa’. En los hogares apenas lo hemos notado, aunque encontramos trazas: donde antes había una lámpara de centro con una bombilla amarillenta para iluminar la estancia ahora hay dos, tres o cuatro focos led para iluminar todo bien. Las casas actuales son más luminosas. Hemos de sumar, además, un número nada despreciable de lámparas auxiliares de decoración para ambientar. Su fabricación ya tiene un coste energético.

A esto hemos de sumar que buena parte de la población mundial no tenía luz hasta que apareció el led. Este tipo de bombilla asequible ha permitido la popularización de la luz. Donde más se ha notado su expansión es en países sin recursos y, curiosamente, en edificios públicos como universidades, hospitales, centros sociales. Ahora las estancias son más luminosas.

Pero el ejemplo más evidente es el número de dispositivos que tenemos a nuestro alrededor. Aunque cada generación de máquinas es algo más eficiente que la anterior, la presencia y uso de dispositivos no para de aumentar. De poco sirve una bajada del 30% del consumo de la pantalla si ahora trabajamos con dos.

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Algo parecido ha pasado en el mundo de la moda: la ropa es tan barata debido al bajo coste energético de su fabricación, que nos sobra. Tenemos mucha más de la que necesitamos y nos cansamos antes de ella. Jevons estaría sorprendido de lo acertado de su matemática. O asustado.

El consumo per cápita, en aumento

El gráfico de abajo, aunque pueda parecer algo confuso, es bastante ilustrativo. Con datos del Banco Mundial se observa cómo el consumo mundial de energía por habitante no ha dejado de subir desde los años 70. Para muchas regiones no hay datos anteriores, pero podemos confirmar que el consumo de energía per cápita del pasado era menor.

Europa, Norteamérica y Asia Central están bajando su consumo, aparentemente. Norteamérica es el territorio del mundo en el que más impacto medioambiental tiene cada persona en términos energéticos. En esto tiene mucho que ver una comida asequible, aunque no demasiado sana ni sostenible; y desarrollos urbanos poco eficientes como las viviendas unifamiliares. El modo en el que se vive impacta en el entorno.

Sin embargo, las bajadas observadas en la última década por parte de los países ricos son un trampantojo. El desplazamiento de la industria a países pobres ha crecido también. De ahí que la línea “Mundo” no deje de aumentar. Jevons tenía razón: los desarrollos tecnológicos que aumentan la eficiencia aumentan el consumo. La pregunta clave hoy día es: ¿hasta cuándo tendrá razón?

¿Adiós a la paradoja de Jevons?

En los últimos años hemos experimentado varios cambios interesantes. Pruebas de que el mundo se está convirtiendo en un lugar mejor. Quizá la más interesante es el estancamiento de la natalidad. Es interesante porque, si la población humana se estabiliza entre 10.000 o 12.000 millones, el consumo de energía per cápita dejará de crecer de la forma en que lo hace.

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Otro fenómeno interesante es cómo la concienciación ecológica está transformando la mentalidad de países ricos. Son precisamente ellos, tradicionalmente consumidores de un alto contenido en proteína animal, quienes más han buscado formas de comer de bajo impacto. Un sacrificio que muchos aún no comparten.

Por último, y también en países muy desarrollados con redes estables de telefonía, se está dando una transformación interesante en los hábitos de uso. El vehículo en propiedad pierde adeptos, por ejemplo, debido a los costes que tienen para el usuario. Aunque menos visibles, compartir un vehículo en lugar de dejarlo parado el 97% del tiempo también reduce el impacto per cápita.

El estancamiento de la población humana, el cambio en nuestros hábitos y la transformación de varias industrias de peso podrían notarse de forma favorable en el consumo per cápita de las próximas décadas. Quizá un nuevo hito altamente eficiente se vuelva a extender por el mundo aumentando el gasto, pero, de momento, las pistas nos dicen que la paradoja de Jevons podría tener un final.

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